Re:Viaje por África II ***AÑADIDO AL INDICE***

Iniciado por oscaryrut, Octubre 27, 2016, 18:24:09 pm

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Arturo Vitoria

Muy bueno!! Ya tenemos recuperada la crónica!--- que nos teníais a más de uno ansioso por la espera, mirando casi a diario a ver si había alguna etapa más de vuestro mega super viaje, jejeje...  .palmas .palmas
Muchas gracias por seguir aquí, al pie del cañón....es un verdadero placer leer vuestras aventuras.
Un abrazo! .ereselmejor
Asimilando la vida mientras viajo.

oscaryrut

No hubo más remedio que dormir en la frontera de Gogui, el último pueblo al norte de Mali, ya entrando en Mauritania. Las noticias que nos llegaban del Este y noreste de Mali no eran buenas. Al parecer en Nema, no muy lejos de donde nosotros estábamos, había habido algún atentado contra algún control de carretera, y no es que la tensión se palpase, ni mucho menos, pero decidimos esa noche pasarla con los policías que custodian la frontera entre los dos países. Ahora lo estoy escribiendo, lo leo, y pienso que quizás era el peor sitio.

La noche fue como todas, oscura y maravillosa, plagada de estrellas y con una luna que dibujaba sombras en las dunas. No hacía falta ni frontal para pasear. Los de la garita, no paraban de controlar el paso de los pocos coches que iban y venían, cuando no tenían nada que hacer, se calentaban las manos en el fuego que salía de un bidón. Fue curioso pasar aquí la noche.

A la mañana siguiente, África despertó y con ella, también despertó el policía tontorrón que venía a hacer el relevo a los que tan hospitalariamente nos habían acogido. El grandullón quería que le pagásemos por la seguridad que sus compañeros nos habían proporcionado. Un café, un segundo café, y el policía cada vez más enfadado. Al final fueron nuestros vigías nocturnos, sus propios compañeros, los que lo apartaron de nuestro lado y lo recondujeron a controlar la frontera. Triste despedida de Mali. Una historia más que contar.

Seguimos dirección norte hasta Ayoun El Atrous. En esta población, uno puede o bien girar a la derecha para adentrarse en el Sahara profundo dirección Nema o girar a la izquierda para encaminarse, por la carretera de la Esperanza, hacia la capital Nouatchok. Antiguamente, los aventureros más curtidos, los que no tenían miedo a las arenas blandas de estas estivaciones del Sáhara, salían de Atar, en Mauritania y atravesándolo todo, absolutamente todo, llegaban a Nema para luego seguir hacia la majestuosas Tombuctu, eran territorios de la antigua Paris-Dakar. Ahora esta ruta es inviable, o al menos yo no se de nadie que publique su realización. Es terreno pantanoso.

El viaje por la carretera de la Esperanza fue bastante menos aburrido de lo habitual, el ir con Asier, le daba ese puntito de alegría al regreso. En esta, nuestra vuelta, nos estaba pasando algo que ya hacía vislumbrar lo que sería nuestro futuro a medio plazo. En el primer viaje a Togo, la vuelta fue apresurada, queríamos volver rápido para empezar otra vez a removerlo todo para poder volver a viajar. En esta ocasión, no queríamos volver. Así de plano y llano. No notábamos aquel cansancio del que viaja y tiene ganas de que llegue el final para volver a casa, contar la aventura y establecerse de nuevo en su nivel de confort. No era así. Era algo nuevo tener esta sensación y fue un regreso cargado de ideas demoledoras que lo iban a cambiar todo. África ya nos había hecho suyos.

beep-beep

Enero 18, 2017, 18:08:04 pm #272 Ultima modificación: Enero 18, 2017, 18:09:54 pm por beep-beep
Lástima no haber pasado por Tombuctú, no se porqué para mí tiene algo especial, o tal vez sea lo mucho que he leido sobre ella.

Lo que comentas de las prisas por volver y el cansancio o stress que te genera un viaje, eso me ocurría a mí las primeras veces que mochileaba de joven en los primeros pasos por Europa, pero al tiempo la experiencia o el simple hecho de ver que las cosas no se complican tanto como la gente lo piensa,tal vez los destinos sean más lejanos si cambias de continente, o los medios de locomocion y transporte (si son publicos como era mi caso) te obligan a hacerlo más lento, o el contacto con la gente, te hace a viajar más relajado, o incluso llegando a perder un avión casi aposta por llegar a un sitio que no lo tenías pensado o cruzar y pagar un visado de ultima hora para visitar ese pais que no pensabas hacerlo pero estas a tiro de piedra de él.

Reconozco que nunca me he planteado el quedarme una temporada larga en un viaje de los míos, pero si se me acercó la idea sobre ello, y con posibilidades por mi profesion.
Una vez le pegué una patada a una lampara, salió el genio y como deseo le pedí mucha y buena salud. El cabrón me hizo autónomo.

oscaryrut


Solis

exelente crónica!
a mi me faltan huevos para hacerlo.

oscaryrut

Poco a poco la capital estaba más cerca. Las noches, las pasábamos metidos entre cordones de dunas, algo lejos de la carretera y de la vista de los paisanos. Una de esas noches, buscando nuestra parcela de sorra, nos quedamos atascados los dos coches y es que, aquí, cuando crees que el día ha finalizado, cuando lo único que te queda es echar algo de gasolina a un chusco de madera y cenar algo, la aventura asoma y te regala un par de horas más de cavar, tirar y empujar. Es la guinda a unos días duros, a unos días de regreso.

Hubieron múltiples check-points, todos honrados y serviciales. Las preguntas de siempre, las respuestas de siempre. La entrega de la ficha y un Bonne route. La carretera de la Esperanza es esto. Es una ruta bastante insípida, marches en el sentido que marches. No motiva a la ida ni tampoco a la vuelta. Es peligrosa y aburrida, es un trámite para el que viaja hacia el Sur sin querer complicarse la vida atravesando el intrincado legal de Senegal.

Llegamos a la capital y directos al Aubergue du Sahara, pero esta vez con sorpresa. Había sido ocupado literalmente por un montón de camiones, furgonetas y autobuses de hippies alemanes y holandeses que hacía imposible permanecer tranquilos en este "oasis". Los pocos que no éramos de la comitiva, nos preguntábamos entre nosotros, como carajo, estos chavales podían mover semejante bestias de tragar gasoil, de donde sacaban la pasta para llenar 300 litros de combustible??, en fin, no hay mal que por bien no venga y esta historia, nos sirvió para encontrar otro albergue, regentado por un Mauritano, justo en la calle paralela al Sahara.

En este "oasis", encontramos otro buen saco de experiencia y historias, en forma de dos abueletes que llevaban décadas bajando a África con sus dos Toyotas. Cada uno viajaba en su vehículo, dejaban a sus mujeres en Francia y durante un mes, eran los amigos inseparables buscando líos y acompañados de una buena botella de Macallan y Pastís. Dos auténticos aventureros de caras marcadas, sucios, roncos y bregados en mil batallas. De los que agrada oír y de los que gustan de escuchar otras historias aparte de las suyas. Dos tios auténticos. Fue un placer emborracharnos un poco con ellos y compartir estrellas con estos dos estrellados.

Aquí solo nos quedaba cambiar dinero en el barato mercado negro de Nouatchok, unos pocos euros para remontar hasta Marruecos, pagar el albergue y llenar los Nissans con el negro gasoil. Es cierto, acabo de recordar que si quedaba algo por hacer y era visitar la playa de la capital. Tanta veces habíamos estado en Nouatchok y nunca visitamos su playa y hasta aquí, el viaje nos regaló otra mini aventura en la que nosotros, por una vez, no éramos los protagonistas. Un Mitsubishi quedó atascado en la arena con toda la familia y fue un trabajo de titanes poder sacarlo. Era un médico de la capital en su día de fiesta paseando a la familia. Me lo imagino contando la historia a sus pacientes -tres blanquitos me sacaron el coche de la playa......-

Esto fue todo en Mauritania. Solo quedaba encarar los coches hacia el Norte, un rumbo que ya no dejaríamos hasta llegar a casa. Otro entrañable país quedaba atrás, otro paso más en la vuelta.   


oscaryrut


sergiotiri

Qué bien que ya estamos de vuelta!!me encantan las fotos .ereselmejor .ereselmejor .ereselmejor

mosquiter_xiulaire.

Molt bones, me quedo por aqui par leer con la calma africana.
Gracias por ofrecernoslo.
Salut!

luises

Cita de: oscaryrut en Enero 21, 2017, 08:48:05 am
En este "oasis", encontramos otro buen saco de experiencia y historias, en forma de dos abueletes que llevaban décadas bajando a África con sus dos Toyotas. Cada uno viajaba en su vehículo, dejaban a sus mujeres en Francia y durante un mes, eran los amigos inseparables buscando líos y acompañados de una buena botella de Macallan y Pastís. Dos auténticos aventureros de caras marcadas, sucios, roncos y bregados en mil batallas. De los que agrada oír y de los que gustan de escuchar otras historias aparte de las suyas. Dos tios auténticos. Fue un placer emborracharnos un poco con ellos y compartir estrellas con estos dos estrellados.


Me ha encantado este trozo, ya te lo hemos dicho alguna vez, pero tu manera de escribir va ganando con cada trocito de historia. Tengo la placentera sensación de estar asistiendo al descubrimiento de un gran escritor! Felicidades y gracias por seguir con la crónica!!

oscaryrut

400 km, esa es la distancia que nos separaba de nuestro querido Marruecos. Los que hemos podido visitar Marruecos en diversas ocasiones, acabamos creando un pequeño vínculo con este país. Los que habéis ido más allá de las famosas dunas de Merzouga, del zoco de Marraquech o del sofisticado Agadir, saben de lo que hablo. Hacen falta dos o tres veces para empezar a conocer la verdadera hospitalidad de este país, descubrir sus arterias más profundas, esas que te hacen sentir como uno más porque es así como la verdadera gente de este país te consigue llegar a hacer sentir. Olvidando razas y ideologías. El viajero es un viajero y como tal tiene que sentirse en nuestra tierra como un invitado. Quien no ha acabado tomando un te en la humilde vivienda de alguna familia del Atlas o un trozo de tortita de pan en una jaima en medio del Sáhara?, esa es la autenticidad de Marruecos y es por eso que cuando estas tan cerca, te empiezas a sentir como en casa, ya lejanos de los problemas, como decíamos de crios -esto es casa-.

Antes, quedaban esos 400 km de negro asfalto. Esta carretera ya no es tan hostil, ni tan desalentadora como otras veces. Poco a poco, se está endulzando, o la están civilizando. Empiezan a aparecer los primeros núcleos de viviendas y alguna que otra gasolinera a aflorado en su recorrido. Plantaciones solares también han nacido al pie de la carretera. En cierta manera, en un futuro no muy lejano, será como la carretera de la esperanza, acabará llena de vida. No hace mucho más de una década esta carretera ni existía, era solo una pista que servía de alternativa a la playa para poder dirigirse al Sur, era surcada por camiones con un destino incierto camino de la capital. Eran tiempos en que la ruta principal para marchar al Sur, estaba en la vecina Argelia, como nos hubiese gustado conocer esa ruta.

Tierra de nadie, también se nos presentó dócil y accesible. El cielo estaba limpio y azul, el harmattan había dejado su espacio a una agradable brisa marina, y el implacable sol que todo lo ciega, ese día estaba trasnochando. La arena se mantuvo quieta y nos permitió una sencillísima travesía. Como siempre, el encuentro con los Gendarmes Marroquís fue correcto y una vez más, nos encontramos los que subimos con los que bajamos, los cansados con los despiertos. La experiencia con la ingenuidad. En estas fronteras, nadie se conoce pero somos todos parientes o amigos, y solo por el hecho de ver una matrícula familiar o una lengua conocida, ya te da el derecho de acercarte a preguntar, y es que, esto, se ha de hacer. Es entonces cuando escuchas historias y relatos que merecen ser recordados.

Uno de esos relatos fue una bonita historia de amor. Se encontraron en Thailandia. Resultaron ser de pueblos vecinos. Surgió el amor y las ganas locas de viajar. Desde aquellas tierras lejanas, empezaron una vuelta al mundo que les llevaría por toda Asia, Europa y en aquel momento iniciaban la bajada a los lejanos países del Sur. El tiraba de ella, ella tiraba de el. Se les veía con una energía y una fortaleza fuera de lo común. Dos bicicletas asomándose al infierno mauritano de viento, sorra y sol. No salía de mi asombro.

Nuestro final de etapa, ya estaba cerca. El Hotel Barbas nos dio la bienvenida. Es un lugar con cierto carisma, con una palpable magia y con un cierto aire de verdadero "oasis". Aquí las tormentas de arena no tienen permitida la entrada, el implacable sol es cuestionado por la inmensa jaima que cubre el edificio y como en la antigua Roma, aquí, en medio del Sáhara, puedes comer hasta reventar de todo lo que le has negado a tu estómago durante meses. Una inacabable ducha caliente, un infinito descanso entre cuatro paredes y una buena charla con dos buenas compañías.

Esta vez, la historia la proporcionó un grupo de 4x4 españoles que llegaron esa misma noche. Los pobladores de esas máquinas iban camino de Atar. Territorios verdaderos y inhóspitos del interior de Mauritania. Querían hacer la ruta del ferrocarril. Esta ruta es una linea recta que va paralela a la frontera con Marruecos y paralela a su vez a la vía del ferrocarril más largo del mundo. Empieza en las minas de hierro de Zouerat y acaba en el puerto de Nouadhibou. Es una ruta difícil que tiene su mayor reto en el hecho de tener que llevar tu, tu propio combustible. No es posible repostar y las pocas almas vivientes que te encuentras, son nómadas del desierto o pastores. Es de esas aventuras que aún hoy se pueden llevar a cabo. Un día lo haremos verdad Rut?, me dice que si con la cabeza ......

oscaryrut


oscaryrut

Estas últimas fotos son de Tierra de nadie entre Marruecos y Mauritania.

Un abrazo a tod@s

paque

Muy interesante tu experiencia. Gracias por compartirla. ;)

oscaryrut

En 4 días, Aitor el hermano de Asier, llegaba en avión a Daklha, y eso significaba que teníamos todo ese tiempo para aventurarnos a hacer alguna travesía por el corazón de este país que es el Sahara Occidental. No teníamos bastante. Como no habían sido pocas las historias sucedidas, se tenía que rizar el rizo. Así que con un plan trazado en la cabeza, los walkies a tope de pilas y como sino no hubiese un mañana, arrancamos del Hotel Barbas en dirección al interior de este territorio. La idea era entrar unos kilómetros tierra adentro y luego remontar por donde se pudiese hacia el norte. El resultado de la aventura fue que muy amablemente, los militares nos insistieron en abandonar la zona.

En fin, que volvimos al negro de la carretera, un poco cabizbajos pero con el buen sabor de boca de haberlo intentado. Pusimos rumbo a Dahkla y ya por el camino, si había motivación o ilusión por acercarse al mar o a las dunas, se haría. Se tardó bien poco en volver a dejar el asfalto y como suele ocurrir, las acciones sin planificar suelen ser las que mejor y más buen recuerdo se acaban quedando guardadas en la memoria.

Hubieron innumerables pilladas en la arena, se pudo casi besar el mar, se rodó rápido por pistas perfectas de color ocre, hubo tiempo para escalar montañas de arena y rodar por ellas como si fuésemos crios. Estaba siendo una vuelta a casa muy pausada y agradable. Asier se encargaba de alegrarnos el día y hacernos olvidar, quizá, de la melancolía de nuestra tierra. A menudo, Rut y yo nos quedábamos mirando al infinito, con la mente puesta en Goré, en Bamako, en la cascada, en todo aquello que habíamos vivido. Mudos estábamos, cada uno en el lugar que en ese momento, su recuerdo, le había llevado. El Sáhara tiene eso, es un paisaje tan vacio, que su viento te puede hacer traer aromas de lugares muy lejanos y asombrarte a ti mismo pensando o recordando lugares a miles de kilómetros. Es su escasez de nada lo que vacía tu mente, y eso da lugar a que cualquier pensamiento que se asome, crezca súbitamente.

Hicimos la ruta improvisada y la noche prometida. Como casi siempre, cuatro chuscos de acacia y un poco de hierba de camello, nos daban esa calidez necesaria para acabar el cigarro, la conversación o el silencio. Historias pasadas, presente acuciante y proyectos futuros. Hablar por hablar y disfrutar de la compañía.

Ya andábamos por Dahkla y como siempre, visita obligada a las paradas de pescadito frito y a su puerto pesquero. Este pueblo, paraiso de los amantes del kite-surf, es otro de esos lugares míticos en la ruta al sur, que pide a gritos ser visitado, aún a costa de tener que adentrarte en su península y dejar el ritmo apresurado camino del Sur. Es bonito, sin más. Ya la entrada a la península, deja boquiabierto al menos impresionable, y el aroma a sal, a mar, a Atlántico lo invade todo. Es un brazo de tierra en medio del océano, rodeado de agua por todos los sitios. Su condición geográfica, hace que los vientos arrecien en esta zona, un viento especial que hace que sus lagunas se llenen de cometas durante todo el año.

Dakhla era un buen lugar para esperar a Aitor, otro joven aventurero. Hablamos con Asier el día antes de la llegada del vuelo y ya acordamos meternos en líos. Teníamos que aprovechar que eramos cuatro y dos coches, con ganas de aventura, con ganas de que Aitor disfrutase, de verdad, de su primera vez en Marruecos. Teníamos que convertir nuestra vuelta en una pequeña ida, motivante, ilusionadora y divertida. Dejarnos un buen sabor de boca y no hacer la vuelta un triste regreso.