Conduciendo a Bizancio: Ida y vuelta a Turquía en 3 meses [ABANDONADO]

Iniciado por AnchaEsCastilla, Mayo 09, 2017, 21:09:05 pm

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AnchaEsCastilla




Conduciendo a Bizancio



Hola, gentes del foro. Después de años de uso pasivo y cotilleo general he decidido estrenarme haciendo un resumen de mi primer viaje largo en furgoneta, tres meses por los Balcanes y Turquía entre Julio y Octubre de 2016. Me gustaría con este texto ofrecer tanta información práctica e inspiración como yo he encontrado en las crónicas de los foreros, y estaré encantado de responder cualquier duda o comentario. Espero que sea útil, entretenida e inspiradora. Viendo que me va a quedar un gran tocho, he decidido dividir el texto en dos secciones. Esta primera con información general y datos prácticos, en primer lugar sobre el viaje y luego divididos por países para mayor comodidad de consulta. Si se necesitan sólo datos de algún país concreto aquí están, sin obligación de comerte la crónica propiamente dicha, que viene después, en la segunda parte.
Este viaje fue mi estreno como conductor y como furgonetero. Alguna pensará que hay que estar loco para irse a Turquía en furgoneta/monstertruck con el carné de conducir recién sacado, y razón tendrá, pero creo que la reflexión es otra: si yo pude, cualquiera puede hacerlo. Incluso si vives en una aldea perdida de Galicia y toda tu experiencia conduciendo es ir a por el pan, felicidades, tienes más kilómetros a tus espaldas que yo al salir, así que no sé de qué cojones tienes miedo. En cuanto al furgonetismo, personalmente me encantó viajar así. Después de años de investigar este mundo, el viaje me ha confirmado que es un modo de viajar perfecto para mí.
Al contrario que otros foreros, que son gente seria y responsable, no suelo micro-planificar mis viajes. Sí establezco una aproximación generalista que tiene que ver con lugares que me apetece conocer, pero la idea principal es darme mucha flexibilidad para improvisar o cambiar los planes, como hacía de adolescente en mis viajes interraileros. El único punto no negociable en este caso era llegar a Estambul y cruzar, aunque fuera un poco, a Asia. Además, soy aficionado a la Historia y mi última obsesión es el (mal) llamado Imperio Bizantino, así que visitar algunos de los restos físicos de aquello, y cosas romanas en general, ha estado por supuesto en la agenda. Al final he ido más allá de Estambul, visitando la Anatolia interior (en compañía, además). Kayseri, en la Capadocia, resultó ser el punto más oriental de la ruta.


La ruta, dentro de la gran capacidad de improvisación general, fue dictada por una combinación de circunstancias externas y apetencias propias.
Había un imperativo práctico que condicionó la salida y el principio del viaje: tenía que llegar el día 31 de Julio a Dubrovnik para hacer vacaciones con un grupo de amigos en Montenegro y Bosnia hasta el 9 de Agosto. Esto significa que tuve que tirar prácticamente directo a Croacia desde casa, a través de Italia y cruzando el Adriático en ferry para ahorrar tiempo. Esta primera semana supuso más conducción que otra cosa, aunque hice un día de playa cerca de Bèziers y paré a visitar Ravenna y Rimini. Hice una última noche solo en Omis, Crocia, recogí a una amiga en el aeropuerto y poco a poco nos fuimos juntando todos para pasar unos días en Montenegro, con escapada de dos noches a Sarajevo. En cierto modo, el Verdadero Viaje no empezó hasta que me despedí de mis amigos en Dubrovnik.




Hasta el último momento tenía en la cabeza llegar a Estambul por la costa Mediterránea, siguiendo la vía Egnatia hacia el Sur a través de Albania, Macedonia y Grecia. Tenía sentido porque me quedaba libre prácticamente en Montenegro. Pero me apeteció pasar unos días más en Sarajevo (que acabaron siendo dos semanas), y un problema con las luces de la furgoneta me "forzó" a decidirme. Desde el taller Iveco en Tuzla me pareció más razonable seguir por el interior, haciendo un pequeño desvío a Belgrado, que me apeteció revisitar, para encarar tierras otomanas a través de Niç, la ciudad donde nació Constantino, y Bulgaria, que tampoco conocía.


Primera indicación a Estambul en Serbia, muy cerca de la frontera búlgara.


La primera noche en Turquía dormí en Edirne, la Ciudad de Adriano, a los pies de la impresionante mezquita de Selim, una de las obras maestras de Sinan El Arquitecto. Pasé unas pocas noches en un FP a los pies del Bósforo en Estambul antes de poner rumbo a Kayseri, en la región de Capadocia, para recoger visitantes, que me acompañarían durante dos semanas de exploración de Asia Menor. De la zona de Göreme bajamos al sur y costeamos hasta el Egeo. Visitamos las antiguas polis griegas, como Side, Éfeso o Pérgamo, y subimos hasta Bandirma, en la costa del Mármara. Allí tomamos un barco hacia Estambul, por varias razones; la común y práctica era ahorrar los kilómetros que suponían rodear el mar interior por carretera; las personales y subjetivas iban de Espronceda a Yeats, aunque el velero resultó ferry rápido, sin cubierta desde la que otear nada. Pasé unos días más en Estambul, ya otra vez solo, tras los cuales emprendí, sin prisa, el regreso vía Grecia. Lo del país heleno fue más cruce que visita, aunque conduje con mucha calma y en jornadas cortas. Paré en Tesalónica, en la zona de Delfos y en Atenas, haciendo pocos kilómetros diarios y pernoctando en playas increíbles. Desde la capital, donde me alojé en casa de una amiga (y pasé un par de días en cama con fiebre) conduje directo a Patras para coger ferry a Ancona. Ya en Italia, nacional directa a Roma. Tras unos días en la Ciudad Eterna, Ferry de Civitavequia a Barcelona y vuelta a La Mancha tras una última pernocta en Cataluña.


UPDATE: Dejo un enlace a MyMaps con info descargable con todas las pernoctas y las rutas: https://drive.google.com/open?id=1UGKFx6CZOUmIcpmIMHr7APYe2rDesUiV&usp=sharing











Constantinopla, objetivo cumplido. En la foto, El Saber (Hagia Sophia, derecha) y La Paz (Hagia Eirene, izquierda)



La furgoneta




El viaje suspuso mi "estreno" de la furgoneta, una Iveco Daily de principios de los noventa con camperización reciente que compré a un colega sevillano de Foro Overlanders. Tres plazas para viajar y dormir, cocina, neverita, batería auxiliar, depósito de agua de 70L y ducha/potti. Es 4x4 y, aunque no hice offroad activamente (salvo una mañana en Grecia, cuando no me pude resistir a campear en parelelo a la Via Egnatia) por ir de nuevas y solo, sí hubo momentos en que me vino genial ir en todoterreno; el GPS me metió no pocas veces por caminos o calles en muy mal estado, especialmente enlaces entre pueblos en carreteras de Italia, Bosnia, Bulgaria y Turquía. El firme de muchas nacionales o secundarias, desde las autostradas italianas hasta travesías en Anatolia central dejaba mucho que desear, y el hecho de saber que me podía meter por casi cualquier sitio me permitió ir con bastante tranquilidad. Salvo por la altura, es un vehículo totalmente a prueba de despistes. Afronté varias situaciones en las que seguramente con otro vehículo me habría dado la vuelta, destacando especialmente el día de ruta entre Nis y Sofía; con la autopista en plena construcción, hice cerca de 100 km por camino, de gravilla a ratos, con pendientes complicadas y tráfico en ambos sentidos que incluía decenas de camiones.


A nivel mecánico sólo tuve un susto con el filtro del aire en Grecia, muy al final del viaje, y se solucionó esa misma mañana en un taller local profundamente bizarro donde tenían una iguana gigantesca de mascota. Hubo otro quebradero de cabeza relacionado con la electricidad en general y con la luz larga en particular; a veces esta funcionaba por su cuenta y era imposible apagarla. Me pasó por primera vez en Sarajevo después de unos días de lluvia, y decidí buscar un taller de Iveco donde me lo miraran. Encontré uno en Tuzla, al norte del país, lo cual me empujó finalmente a decidir acercarme a Turquía por el interior de los Balcanes y descartar Albania. En Tuzla me cambiaron la piña de mandos (lo cual me vino bien igualmente, porque fallaba alguna otra cosa), pero el problema volvió a presentarse mes y pico después, en Grecia, cuando volvió a llover fuerte. Al volver fue cuestión de cambiar el cuadro de relés, que estaba hecho polvo. El tema no supuso más que algún agobio y un par de mañanas de taller.


Iguana en el taller.

En el lado vivienda, me quedé sin gas para cocinar en Turquía. Al principio tiré de un hornillo que llevaba, hasta que también se agotaron los cartuchos; finalmente, y dada las inexistencia de campingaz allí, compré otro hornillo más modesto con varias cargas que me salvó el resto del viaje. El hornillo fue muy útil, ya que con el calor molaba poder cocinar fuera de la furgo, al aire libre. Estuve investigando el tema cambiar la bombona, y aunque Campingaz no opera ni en Grecia ni en Turquía, parece ser que Ipragaz las ofrece equivalentes, de color gris. Lo malo es que no cambian la bombona, sino que te venden una nueva, que será luego imposible cambiar por otra azul de Campingaz una vez en casa. Era tanto lío y, presumiblemente, dinero, que me he apañado con el hornillo. Lamenté profundamente no haber tenido tiempo de instalar un calentador de agua para la ducha antes de partir, pues me habría ahorrado bastantes noches de camping. Tampoco tuve tiempo de arreglar el aire acondicionado, que se rompió misteriosamente tres días antes de salir, y lo he echado muchísimo de menos. Tuve más de un día de conducir medio en bolas.


hornillo que me salvó el viaje


Los dos últimos comentarios sobre la furgoneta son prácticos y tienen que ver con sus diferencias respecto a las más pequeñas, ágiles y veloces que suelen usar los foreros. Por una lado, la Iveco canta un montón con sus 2.90 de altura, su color amarillo y su rueda de repuesto atrás, por lo que en la pernocta discreta tengo límites bastante estrictos. Para los foreros con vehículos ninja será más sencillo encontrar pernoctas gratuitas, y además los ferries y peajes serán menos sangrantes. Lo segundo es la velocidad; la Iveco es más camión que coche, requiere conducir pasivo y despacio. No he pasado prácticamente de 85 km/h, pues más allá el consumo se dispara a niveles absurdos, así que he tardado bastante más en llegar a todos lados de lo que una furgo más capaz en carretera pueda tardar. Esto también significa que los controles de velocidad me son, por lo general, algo totalmente ajeno de lo que no tengo que preocuparme salvo en tramposas travesías y demás, nunca en carretera.


Camping en Jagodina, uno de los ¿6? que debe haber en toda Serbia. Me llevó en su moto un señor al que pregunté por la calle.



GPS

Llevé un Garmin (760 LMT) con software específico para Autocaravanas. Este "especial autocaravana" implica fundamentalmente dos aspectos:

  • Lleva memorizadas de fábrica las bases de datos de ASCI y MHF, esta última con bastantes furgoperfectos. La base de datos menguaba según avanzaba hacia el Este. En Serbia y Bulgaria no había nada a nivel alojamiento, y muy escaso en Turquía.
  • Tiene un "modo autocaravana" que supuestamente calcula ruta en función de las medidas del vehículo, en mi caso importante a nivel altura (2.90) para evitar dramas de gálibo. Es posible que al ser una función pasiva sólo se note cuando falla, pero la verdad es que me llevé un par de sustos, tanto en Europa Occidental como en los Balcanes profundos, y tuve que ir con mil ojos todo el rato.


La planificación rutera la fui haciendo sobre la marcha con Google y mapas físicos, estos últimos principalmente en Bosnia y en Turquía. Las rutas que sugería el Garmin tendían a ser bastante aleatorias.

Para navegación sí tiré de GPS todo el tiempo,con algún disgusto. Antes de llegar al puerto de Ancona me sacó de la autostrada para meterme por un camino de tierra entre huertas, con perros corriendo tras de mí; entre Belgrado y Sofía me "llevó" por una autopista en construcción (con pinta de llevar en proceso años y faltarle otros cuantos), es decir, por su camino de tierra paralelo lleno de camiones, durante un montón de km bastante terribles aunque al final divertidos; en las carreteras nacionales o pequeñas que atraviesan pueblos tiene una tendencia diabólica a tomar "atajos" por cuestas infames, callejas estrechas o caminos de piedra en lugar de seguir la "carretera", lo que me costó varios momentos offroad y un susto bastante grande en Grecia, camino de Delfos, donde me vi bloqueado en una plaza cerrada con una pendiente loca hacia atrás para dar la vuelta.

Por otro lado, la función que informa de las gasolineras en la ruta fue casi siempre certera y de mucha ayuda, no habiendo encontrado ninguna zona en blanco en todo el viaje; incluso en la Turquía más profunda indicaba más o menos bien.

Aplicaciones

  • Furgoperfectos, que todos conocemos y amamos. Se nota mucho su origen nacional, pues el número de FP baja según se acerca uno a Turquía. La zona de los Balcanes, salvo Croacia, Grecia Occidental y el Peloponeso la tenemos un poco inexplorada. Espero que esta crónica anime a más de una. Aportaré mi granito de arena subiendo los sitios que he ido encontrando. Llevaba cargada en el GPS la versión 2015, pero utilizaba la app y el foro para informarme de los detalles.
  • Park4tonightAplicación parecida a Furgoperfectos en cuanto a que son sitios aportados por los usuarios, con una interfaz sencilla y muy cómoda, que presenta los lugares sobre el mapa y por categoría. Mucha de la información de los lugares está en francés pero no es difícil hacerse una idea.
  • iOverlandrecomendada por un overlander neozelandés que conocí en Bulgaria. Tiene mucha información sobre Turquía, más enfocada al offroad pero muy útil.

Documentos y visados

Para entrar en los países visitados basta con presentar el pasaporte (o el DNI en los países UE), con la excepción de Turquía, que requiere visado (proceso que explico en el siguiente párrafo), y Bosnia, donde es obligatorio presentar, además, la carta verde del seguro del vehículo. Esta se puede comprar en la propia frontera. Es importante recordar que los países que piden Pasaporte requieren que este tenga una fecha válida de al menos 6 meses, por lo que antes de salir conviene comprobar que no lo tengamos a punto de caducar.


Todos los cruces fueron rápidos y fáciles. En todas las fronteras me pidieron bajar y abrir la furgoneta, pero no me la miraban a conciencia. Es más, confirmando las experiencias de foreros como Viano en este tema de cruzar fronteras con la furgo, al ver que iba en camper o "caravan" me solían dejar ir, como si fuera una fórmula mágica. También es posible que los guardias acabaran conmovidos por un tipo con semejantes pintas viajando él solo a Asia. Solamente en Bulgaria me hicieron abrir algunos cajones y armarios, pero no tuve que vaciar nada ni inspeccionaron a fondo la furgoneta. En casi cada frontera llamaron la atención los dos o tres cigarrillos liados que siempre llevo preparados mientras conduzco; en Croacia y Bulgaria les realizaron una "inspección olfativa" bastante cómica. No me tocó ninguna cola larga, salvo en el caso Croacia-Bosnia, que comento en su sección. Mi consejo en las fronteras: sonreír sin parar, mostrar actitud amistosa, hacerse un poco el tonto y tirar de tópicos futbolísticos. Comentarios cuñado-bonachones tipo "por fin llego a 'x', el sueño de mi vida y donde mejor se come" ayudan.

Visado para Turquía

Como he dicho, el único país del recorrido que requiere visado es Turquía. Yo lo saqué en la frontera. Supuso una pequeña odisea porque, al contrario de lo que había leído en mi deficiente proceso de documentación para el viaje, sólo era posible pagar en Liras Turcas. Yo, por supuesto, no tenía. Por suerte apenas había tráfico y me dejaron aparcar la furgoneta en la misma garita. Desde allí un chico de ojos increíblemente verdes me acompañó, atravesando puertas y verjas de seguridad, a un edificio donde había un cajero. A la vuelta me pusieron la pegatina en el pasaporte por 90 Liras (30E) y el señor de la taquilla, que era todo lo feo que el otro tenía de buen ver, se intentó hacer el loco con el cambio del billete de 100 que entregué. Más adelante me hicieron parar de nuevo, esta vez en una oficina con perros y abueletes echando siesta, para procesar los papeles de la furgoneta. Tras un rato de hacer cola los chequearon y listo. Hubo un amago de obligarme a pasar la furgoneta por rayos X, pero al final me libré sin saber muy bien qué estaba pasando. En la última parada miraron el interior sin abrir armarios ni ponerse pesados. Todo el cruce me llevó apenas dos horas, mucho menos de lo temido, y gran parte del retraso fue por no llevar Liras encima.
Puede ser buena idea, si se tiene clara la fecha de entrada y acceso sencillo a la embajada en Madrid o consulado, tramitar los visados con anterioridad; sé que es posible si se viaja en avión e imagino que será lo mismo entrando por carretera. Lo del visado es una cuestión más económica que de seguridad. En todo caso, recomiendo encarecidamente llevar al menos 100 Liras Turcas en efectivo por persona, asumo que no será complicado cambiarlas en Bulgaria o Grecia. Los previsores las pueden llevar de casa si las piden con tiempo. Yo no lo hice, y un fallo en la tarjeta de crédito habría sido un espectáculo. Lo sé bien; sólo funcionó a la sexta. El visado permite la estancia en el país durante 90 días. El proceso es un tanto caótico y todo el rato tenía la sensación de no saber muy bien qué estaba haciendo, sobre todo en el momento oficina, pero me dejé arrastrar por el flow burocrático y todo resultó mucho más sencillo de lo que esperaba. Pocos funcionarios hablan inglés, así que mejor engancharse al que lo haga y no dejarse preguntas por hacer. Todos y todas las funcionarias que me crucé fueron muy amables y nada malencaradas, como suele pasar en otras fronteras.


Tabaco (de liar)

Fumo bastante, y fumo tabaco de liar. Específicamente una marca inglesa de sobre verde a la que no quiero publicitar. Dada la inconsistencia comercial del tabaco de liar en distintas partes del mundo, este suele ser un punto a planificar en mis viajes largos. En este caso salí cargado de casa, aunque no para los tres meses, pues sabía de otras veces que no era difícil comprar en Bosnia y Serbia, aunque por si las moscas pedí a mis amigos que me trajeran cargamento en el avión. En los Balcanes el tabaco de liar no es tan popular como aquí, pero no he tenido problema en encontrar más o menos fácilmente, al menos en las capitales. Turquía es otra historia a la que me referiré específicamente. Grecia es también excepción, pero a la inversa; allí el tabaco de liar es tan popular como últimamente por aquí y no hay problema en encontrar nada incluso en el pueblo más remoto, amén de poder pedir filtros o papel a la gente por la calle. Los precios fueron oscilando, siendo altos en Francia e Italia. El mejor precio, sin duda, en Bosnia; el paquete de 50g rondaba los 3E, como aquí cuando liar era de culto. Recomiendo llevar tabaco de casa y comprar en Bosnia a lo loco si se pasa por allí, incluso aunque sea únicamente de camino hacia Dubrovnik por la costa; hay un sitio en Neum donde venden todo tipo de marcas a muy buen precio, hay preciosas vistas y sirven buen café. A nivel de tabaco en general, en los Balcanes se fuma mucho, y está permitido fumar en muchos bares y restaurantes. Se venden cajetillas en muchos sitios. Es un infierno para los no fumadores.


comprar tabaco en Neum


Filtros y papel Uso filtros estándar, finos y cortos, y encontrarlos no fue problema hasta llegar a Bulgaria. Allí sí me me costó encontrar filtros normales, sobre todo fuera de Sofía. En el país de Samuel II se estilan los filtros largos, como si se empalmaran dos normales. Con el papel pasa algo parecido. Soy un tanto sibarita con esta elección mía de suicidio, y me gusta fumar papel fino fino y a poder ser orgánico. Los papeles gordos me dan dolor de cabeza. A partir de Croacia, se hace difícil encontrar papel decente; sólo en algún sitio concreto en Sarajevo he encontrado el clásico OCB negro "de gasolinera". Orgánico, nada. Se estila el papel grueso y de formato pequeño. Mi recomendación es llevar un cargamento de filtros y librillos de casa, ya que no cuestan mucho dinero, no ocupan demasiado y no caducan. Los librillos pueden guardarse en una bolsa de congelar para evitar accidentes líquidos, o en una de filtros vacía.


Tabaco de liar en Turquía En Turquía no se fuma tabaco de liar masivamente más allá de una minoría de estudiantes/modernos en Estambul y otras grandes ciudades, amén de los lugares con más influencia turística inglesa. Es literal; en muchos sitios llama la atención, como aquí antes de que se popularizara. No me llegó a parar la policía como antaño, pero sí me preguntaban y pedían probar continuamente, sobre todo en Anatolia interior. En más de una parada de carretera acabé liando un cigarrillo al camarero de turno.

En resumen: encontrar tabaco y, sobre todo, complementos es muy difícil. No se vende mi marca (en Estambul encontré un paquete pero era extremadamente falso) ni otras marcas de aquí. Sí hay mucha oferta de tabaco local: en los mercados y bazares siempre hay algún puesto con sacos de tabaco vendido a granel. Algunas variantes son aromatizadas y, aunque se venden para pipa, casi todas están picadas suficientemente fino para liar. El tema complementos es más serio. Me fue literalmente imposible encontrar filtros fuera de Estambul, y busqué bien. El papel con el que raramente di era grueso, pequeño y en general terrible o, curiosamente, papel gigante del que se suele usar para cigarrillos aliñados. Así que repito que me parece muy recomendable ir preparado si se planea pasar una temporada en Turquía, sobre todo en Anatolia interior. Es muy buena idea hacer acopio en Bosnia, Serbia o Grecia.
En Estambul sí hay tiendas que venden tabaco, además de los mencionados puestos a granel, abundantes en la zona del Mercado de las Especias. No encontré complementos en la parte vieja, Fatih y alrededores, pero abundan en la otra orilla del cuerno de oro, especialmente en la zona de Taksim.
Me vi fumando sin filtro durante más de una semana, y podría haber sido mucho más tiempo si no llega a ser porque mis visitantes trajeron provisiones a Turquía. Que no te pase a ti.



Monedas y cambio

Algunos de mis conocidos trabajan en banca, y el consejo que siempre me han dado en cuanto al cambio en los viajes es no hacerlo y tirar de tarjeta. Siempre que el banco no cobre comisiones por sacar en moneda extranjera o cosas así, el mejor cambio te lo va a hacer tu banco, ya que aplica tarifa oficial, y la pequeña comisión de sacar se compensa con el ahorro en la tarifa de cambio, sobre todo si se sacan cantidades grandes. Yo fui sacando en tandas según necesidad, y he pagado muy poco gasto extra. Hay que asegurarse de, una vez en el cajero, elegir sacar en Euros y que sea tu propio banco el que haga el cambio; aplicará el oficial en el momento de la transacción, sin extras. En todo caso, los cajeros siempre informan de precio de cambio y comisiones a aplicar antes de confirmar, por lo que es posible comprobar en el momento exactamente cuánto va a costar sacar y si compensa. Hay muchas aplicaciones de móvil que informan sobre el valor de cambio a tiempo real. Si me sobraba algo de moneda de un país cambiaba en el siguiente, teniendo en cuenta que muchas oficinas sólo cambian billetes.


El único país de los Balcanes que pertenece al Euro es Grecia. En Montenegro se opera exclusivamente con Euros, aunque no es parte de la unión. Croacia, Serbia, Bulgaria y Turquía tienen moneda propia, con valores y nombres diferentes. Aun así aconsejo llevar siempre una reserva de Euros, ya que en muchos sitios se aceptan y te pueden sacar de más de un apuro. En las zonas fronterizas en general me fue posible usar moneda de ambos países, lo cual viene genial para quitarse metal que luego es imposible cambiar. En ningún caso me hice con moneda de un país antes de entrar, y sólo lo lamenté seriamente en Turquía por el tema del visado. No está de más hacerlo si se puede, por si acaso, aunque sea para poder tomar un café recién cruzada la frontera. No encontré ninguna gasolinera que no permitiera pagar con tarjeta en todo el viaje, y en alguna ocasión me han dejado pagar cantidades muy bajas con ella.


Ferries

Tomé 4 ferries (Ancona-Split / Bandirma-Estambul / Patras-Ancona / Civitavequia-Barcelona)

Compré todos los billetes sobre la marcha en la propia terminal, salvo el último, que reservé en el mismo día a través del móvil ya que había una oferta de casi el 50% en la web de Grimaldi.

Ancona-Split: Llegué muy justo, apenas una hora antes de salir. No llevaba billete comprado porque había leído que allí salía más barato, y así fue. La oficina era un caos de turistas y grupos de gente joven, pero conseguí hacerme con el pasaje sin esperar mucho. El embarque fue rápido, aunque el barco iba hasta arriba. Hay que asegurarse de coger todo lo necesario de la furgoneta porque una vez subes a cubierta no se puede volver a bajar, como suele ser norma. Aunque con el billete básico se puede dormir en un sillón, yo me subí el saco de dormir y me puse en un rincón, lo cual recomiendo sin duda. Llegué a Split muy pronto, antes de las 6 de la mañana. Salí de los primeros, y con el GPS encontré una calle tranquila para aparcar y descansar un rato. Más tarde me di cuenta de que durante el desembarque la furgo se llevó dos marcas en un lateral.


Atardecer desde el ferry diciendo adiós a Italia. El barco resultó ser aún menos ecológico que la Iveco.



Bandirma-Estambul: Lo cogimos (yo y mis visitantes en Turquía) para ahorrarnos rodear el Mármara y aprovechar todo el tiempo que les quedaba para ver Estambul. Como conductor me alegré porque el puerto de destino estaba en la misma circunvalación (Bulevar JFK) que el FP; apenas había dos kilómetros de distancia. Después de la experiencia anterior, no entrar por carretera a Estambul fue maravilloso de verdad. Vendían los billetes en un puesto en la misma cola de embarque. Me obligaron a esperar a entrar el último, por la altura. Durante la espera pasaba gente vendiendo comida y fruta. Era ferry rápido, sin cubiertas y sin zona de fumadores. Compramos billetes normales, pero aprovechamos que había muchos asientos libres en preferente (en el piso de arriba) y allí nos sentamos.


Esperando para embarcar en Bandirma. Los últimos fuimos efectivamente los primeros.


Patras-Ancona: Compensa si se quiere regresar rápido, ya que uno se quita de bordear todo el Adriático. Fue con diferencia mi pasaje favorito, porque ofrecía la opción de hacer "camping abordo", es decir, dormir en la furgoneta. Igualmente compré el billete según llegué, esta vez al mismo precio que tenía en internet. El embarque resultó un poco más pesado, y los guardias del control bastante bordes; fue la única "frontera" en la que me revisaron la furgoneta de forma más o menos concienzuda. Una vez en el barco, la zona de camping era descubierta y de acceso exclusivo con tarjeta. Además de posibilidad de enchufar electricidad disponía de baños, duchas y cubos de basura.


Zona de acampada del ferry Patras - Ancona


Civitavequia-Barcelona: Dudé hasta el último momento sobre si volver a Castilla en barco o por carretera. Al final decidí barco porque encontré una muy buena oferta en la web de Grimaldi. Fue improvisado, quería pasar alguna noche más en Roma, pero lo vi, me puse en marcha y acabé llegando al puerto con horas de antelación. No tuve que imprimir los billetes, bastó con enseñar el correo de compra. El proceso de embarque fue un rollo tremendo, muy lento: al final estuve más de dos horas esperando, entre camiones y con un ruido ronco constante de fondo. Embarcaron casi exclusivamente camiones y sus conductores. El barco, que era gigante, iba prácticamente vacío. Tenía pinta de ser un crucero lleno de turistas los meses de verano.




Información general por países


Italia. (F.Francia-Ravenna-Rimini-Ancona / Ancona-Roma)


Carreteras y conducción Autopistas de peaje decentes, aunque con mucho tráfico de camiones adelantando como si lo fueran a prohibir. Las nacionales que usé eran bastante horribles, con muchas zonas de poco o ningún arcén, carriles estrechos, firme en mal estado y límites de velocidad un tanto aleatorios que muy pocos conductores respetan. En general los carriles de incorporación y desvío son muy cortos, sobre todo en las nacionales; es fácil pasarse una salida y medio peligroso incorporarse. atención máxima siempre. Algunas nacionales van pasando por zonas urbanas donde automáticamente el límite es 50 Km/h, muchas veces sin indicarlo claramente. Los camiones intentan adelantar todo el rato y a veces de forma agresiva.

Tengo que decir que Italia fue el país, junto con Bosnia, con carreteras en peor estado general de todo el viaje.

En cuanto a los conductores, había leído gruesas opiniones sobre falta de respeto a las normas, agresividad y caos circulatorio generalizado. Quizá sea por contraste con países posteriores del viaje, pero no me parece para tanto. Tampoco he conducido por el sur, que debe ser diferente. Casi todos los conductores tienen, digamos, actitud chulesca y un poco agresiva, pero nada que ponga en riesgo la vida de nadie, generalmente, como sí pasa en Bosnia o en Turquía. Se dan luces largas para indicar adelantamiento de forma corriente. Nadie respeta los pasos de cebra (hacerlo generará gestos de estupor en los viandantes, te miran sin fiarse mucho) pero normalmente se puede conducir con calma.

Entrar y salir de Roma fue mucho más tranquilo y fácil de lo que temía. No tuve que atravesar el centro, conduje por Via Flaminia Nuova y llegué al FP casi sin darme cuenta. Salir fue parecido aunque con atasco, pero más cómodo de lo que suele ser salir de Madrid. Genial, porque la conducción urbana en Roma tiene tela.
Pernoctas Hice alguna noche libre. En Ravenna y en Roma dormí en pk a 3€ el día. Dos noches en área, una de ruta cerca de Modena y otra a las afueras de Rimini.

Gasolineras El diesel es muy caro, sobre todo en las autopistas. Abunda el autoservicio, con con un sistema de pago previo por máquina un tanto confuso, que a veces no da cambio. En muchas gasolineras, sobre todo fuera de autopista, no hay nadie atendiendo y repostar resulta un poco fantasmal. En la autostrada de Ancona a Roma encontré pocas gasolineras a pie de carretera, casi todas requerían tomar desvíos.

Idiomas Como es conocido, el italiano es pariente y se puede uno comunicar en las situaciones más básicas. Lo cual, por otro lado, es necesario, ya que Italia es, junto a Turquía, el país en que menos y peor inglés encontré. En esto no nos andan a la zaga. Un señor de lengua escandinava o así en Italia es la risa.


CroaciaSplit-Dubrovnik-Montenegro / Dubrovnik-Bosnia)


Carreteras y conducción En Croacia las carreteras son generalmente buenas, tanto de trazado como de firme, aunque están muy condicionadas por la orografía, con pronunciados cambios de rasante y curvas. Hay una autopista de pago que atraviesa el país por el interior, pero yo preferí bajar por la carretera de la costa, que recordaba con cariño de un viaje mochilero anterior. Esta carretera es extremadamente bonita y divertida de conducir, aunque en verano el tráfico puede ser denso y con velocidades medias por encima de lo prudente. Como nota anecdótica, en la zona al sur de Dubrovnik me crucé con bastante gente que estaba haciendo la carretera en bicicleta, con grandes alforjas a los lados y la lengua fuera. Hace falta valor. Es importante saber que es obligatorio conducir con luces de cruce las 24 horas.

Cruce de Croacia a Bosnia (y viceversa)

He cruzado de un país a otro bastantes veces, varias este viaje y una cuantas más en ocasiones anteriores, y la experiencia ha sido siempre extrema; desde ni pedirme el pasaporte hasta pasar horas sin avanzar casi perdiendo un vuelo. Como anécdota, una vez me bajaron del bus para revisarme a fondo la mochila en busca de droga, en mis días- no-tan-mozos de mochilero. Después de hacer esperar al resto del bus durante casi una hora sin encontrar nada, me invitaron a un cigarro y a café a modo de disculpa y nos echamos un rato charlando de fútbol, mientras el resto de pasajeros seguía esperando. Esta vez, de Montenegro a Sarajevo por la costa de Croacia y Mostar, con mis amigos nos comimos cerca de 4 horas de atasco (totalmente parados, motor apagado, con merienda en restaurante sin luz por la tormenta que caía incluida). Ese cruce otras veces, por ejemplo a la ida unos días antes, lo he hecho sin problema. Cuando mis amigos y yo volvimos desde Mostar, curados de espanto elegimos la carretera más rural que encontramos en el mapa y cruzamos un puesto fronterizo ridículo sin que siquiera nos paran; los dos guardias, uno de cada país, estaban sentados fuera juntos, descamisados y tomando cerveza. La salida de Bosnia a Croacia por la principal fue un infierno en 2014, cuando, viajando con mi familia, habríamos perdido un vuelo si no llegamos a colarnos directamente por el arcén pitando como locos con un papel pegado a la luna donde ponía "airport!!!!!". Esta vez cuando, ya solo, volví a entrar en Bosnia lo hice desde la parte más oriental de Croacia, casi Montenegro, por una carreterita de montaña, y crucé en 3 minutos.

Es frustrante no saber las causas de los atascos para poder evitarlos; en algunos foros se dice que es cosa de puteo político estilo Nueva Jersey, así que mi consejo es prevenir con antelación. En caso de repetir ruta, si oliera mínimamente a tráfico buscaría alguna carretera más pequeña por el interior, sobre todo en caso de entrar a o salir de Bosnia interior; esa zona fronteriza es extremadamente bonita, y a la incomodidad de una carretera secundaria compensa el paisaje y el ahorro de horas de cola que es posible comerse en la carretera "principal". Las carreteras menos marcadas en los mapas de la Bosnia interior pueden ser chungas, pero las que continúan carreteras croatas al otro lado de la frontera que conozco están en buena condición.

Pernoctas En Croacia está prohibida la pernocta libre, como es bien conocido, y hay varias experiencias de gente que ha sido multada, si mal no recuerdo, 150E por cabeza. Dicho esto, y como se refleja en otras crónicas, no creo que sea difícil encontrar FP para furgonetas más discretas, sobre todo fuera de la costa, donde se concentra el turismo.

Hice una noche en el FP de Omis, un pueblo precioso, y no tuve ningún problema. Hay bastantes campings, caros en general y, sobre todo, mucha oferta de "autokamp": casas vacacionales o particulares que, por poco dinero, te dejan dormir en su jardín. Esta opción no la probé. Dormí una noche en el parking del aeropuerto de Dubrovnik sin problema, una opción a considerar en caso de urgencia nocturna por la zona, ya que el precio es contenido, la seguridad garantizada y es fácil llegar a cualquier hora.

El ferry desde Ancona me dejó en Split peligrosamente temprano. Descansé un poco aparcado en la zona cercana al puerto sin problema, pues el SER empezaba más tarde. Luego me moví a un parking para visitar la ciudad.

Moneda En Croacia opera la Kuna. Dada la naturaleza turística del país abundan las oficinas de cambio, que personalmente no he probado en este viaje, y en muchos sitios se aceptan los pagos en Euros. Según he leído, las tasas son mejores en el Norte. Abundan los cajeros automáticos y aceptan tarjeta en casi todos sitios.

Idiomas Croacia lleva años siendo un destino turístico masificado, por lo que en casi todos los lugares de costa y turísticos se habla inglés. A los castellanohablantes a veces nos hablan en italiano, extraña y no muy útil costumbre.

Otros La carretera de la costa desde Split hasta el Sur es increíble, entre el mar y la montaña, con paisajes muy hermosos y decenas de calas para parar y chapotear. Casi cada apeadero de la carretera tiene camino de bajada al mar, es muy fácil encontrar una playita donde estar solo. Tiene tráfico incómodo, sobre todo en verano, al cruzar innumerables poblaciones, pero por lo demás es una gozada. Me he encontrado alguna zona de rachas de viento, algo por otro lado normal al ser una carretera encajada entre el mar y la montaña. Para llegar a Dubrovnik hay que atravesar una parte de territorio bosnio, es decir, una frontera. Puede ser rápido y sencillo o tortuoso y extremadamente colapsado, como he relatado más arriba. He de decir que, en otro viaje, vi uno de los atardeceres más bellos desde una parada en Neum, en el sector bosnio, al final de la bahía, donde sirven muy buen café y venden tabaco (incluso de liar) a un precio imbatible.


la costa dálmata


Montenegro Bahía de Kotor

Carreteras y conducción Poca diferencia con respecto a Croacia. La carretera que bordea la bahía de Kotor es tan bonita como pesada, dadas las miles de salidas e incorporaciones urbanas. Se puede cruzar en Ferry rápido desde varios puntos, y si vas hacia el sur te la puedes ahorrar casi entera. En otro viaje bajé hasta la Isla de San Esteban, pasado Budva, por buena carretera. He leído que las del interior son peores, pero lo desconozco. Me quedé con muchas ganas de hacer alguna de las míticas carreteras de montaña.

Pernoctas Montenegro es pequeño y condicionado por su orografía. En este viaje estuve sólo en la bahía de Kotor, lugar paradisíaco donde los haya, tristemente ya descubierto por el turismo masivo, en un airb&b con amigos donde dejé aparcada la furgoneta. En la propia bahía hay muchos autokamps a pie de mar, y estoy seguro de que abundan los FP en el interior y en montaña, que tiene fama de ser aún más bonita que la costa.

Moneda En Montenegro opera el Euro, pese a no ser parte de la Union Monetaria (es, de hecho, el país más joven de nuestra vecindad, pues se escindió de Serbia en 2007), desde la primera gasolinera con supermercado hasta el último bar. Es cómodo y, en mi caso, la última vez que usara la moneda común en muchos días.

Idioma Se suele hablar inglés en toda la zona de la bahía; tanto los empleados de servicios como la gente joven en general.



La bahía de Kotor


Bosnia Dubrovnik-Mostar-Sarajevo / Dubrovnik-Foca-Sarajevo-Tuzla

Carreteras y conducción En Bosnia conducir es diferente. Y no sólo porque es necesaria la carta verde del seguro del coche. Las carreteras lucen estados dispares: mientras que la bonita E73 que lleva de Mostar a Sarajevo es moderna, de buen firme y cómoda (a pesar de ser de un carril por sentido, tiene carriles de adelantamiento en las cuestas pronunciadas) otras, como la espectacular M20, están destartaladas, con límites de velocidad irreales que aún así la gente supera, trazados imposibles, mala o nula iluminación, señalización confusa... El parque automovilístico no es precisamente puntero, y en cualquier carretera se mezclan los carros a caballo con trailers dobles transportando madera. La conducción es, junto con la turca, la más temeraria que me he encontrado, superando a los serbios. Los bosnios tienen personalidad dualista: son gente encantadora de pie o sentados, pero al volante se demuestran casi sádicos. No es agresividad a la italiana o chulería madrileña, es más bien una mezcla entre tener un montón de prisa y muy poco apego a la vida, con continuos adelantamientos al límite dignos de ser grabados en dron a cámara lenta. Como en Turquía, la sensación es que la cosa es más pragmática que dogmática. Eso quiere decir que no es extraño tomar una curva cerrada y encontrarte de frente a un camión en tu propio carril que está adelantando a otro. También quiere decir que todo el mundo sabe que esas cosas suelen pasar, así que van atentos y en general no suele haber tragedia. Por otro lado, sobre todo en las carreteras más rurales, es normal encontrar rebaños y vacas, sueltas o en grupo, en la calzada. A veces aparecen tras curvas cerradas, tumbadas en mitad de tu carril. Hay que conducir esperándotelas. Los coches que vienen en contradirección suelen dar luces de aviso cuando hay vacas cerca.

Dicho esto, Bosnia ha sido seguramente el país que más he disfrutado conducir. Pese al peligro relativo y a los demenciales usos viarios locales, las tres regiones que forman la federación de BH son de una belleza natural increíble, casi abusiva. No he conducido por ninguna carretera que no fuera un constante flipe de paisajes. Zona totalmente cruzada por montañas, abundan los pueblitos medievales con castillos otomanos colgados de valles, ríos de un irreal azul turquesa hasta en días nublados, pavos reales en restaurantes de carretera donde se asan corderos enteros... Entrar a Sarajevo por su mítica avenida, dejando de lado el Holliday Inn, bordeando el río hasta el puente latino ha sido una de las mejores experiencias del viaje. Queda definitivamente pendiente en mi agenda, explorar BH en furgo con tiempo.

Al contrario de lo que había leído en varios foros, tuve la suerte de ver poco control de velocidad. Habría sido de hecho disuasoriamente guay en determinadas carreteras. Por otro lado, como sí había leído por ahí, los pocos que vi paraban a las motos todo el rato y de forma casi exclusiva. Como en Croacia, es obligatorio conducir con las luces de cruce las 24 horas.

Pernoctas La acampada libre no me ha parecido que suponga problema alguno. Más allá de las precauciones normales, en Bosnia, sobre todo en determinadas zonas, hay un serio problema de minas antipersona; quedan decenas de miles sin desactivar. Esta ha sido mi tercera vez en el país y la segunda que he visto los famosos carteles rojos con calavera; hay paradas de carretera en que no te puedes meter más allá. Con eso en la cabeza, no es difícil encontrar sitios extremadamente bonitos donde dormir y sé que, sobre todo en el caso de carreteras rurales, los restaurantes que hay permiten hacer noche en su jardín a cambio de la cena. Algunos lo ofrecen abiertamente con carteles.

Lo que sé de los campings en Bosnia es su inexistencia general y su alto precio, lo cual es una norma en el resto de los Balcanes. Dormí en uno en Foca, después de un día de conducir tan increíble como cansado. Era precioso, a la orilla de un río rodeado de verde, pero de acceso difícil (una cuesta bastante seria, que no habría hecho de noche con una furgo normal) y precio elevado.

En Sarajevo dormí durante catorce días en un pk céntrico. Negocié 10E el día, que al final supuso menos porque me hicieron descuento de amistad. No fue barato, pero el total de días que pasé, y lo tirado de la vida en Sarajevo, compensaron. Tengo la suerte de haber hecho amistad durante otras visitas con el gerente de un hostal, y pude usar su ducha sin problema. El Hostal es el Balkan Hann, lo recomiendo encarecidamente; es posible que el dueño, Unkas, os permita usar la ducha por muy poco dinero, además de ser un buen lugar para conocer compañeros viajantes. En todo caso, dormir en el Hostal es muy barato y una experiencia recomendable para descansar en Sarajevo. Desde el pk cogía Wifi del cercano Café Ti i Ja, incluso por la noche. El único camping de la ciudad está muy a las afueras y, según vi en Internet, el precio es más del doble. Furgonetas más discretas pueden dormir en pleno centro (o casi pleno, para más silencio) fácilmente, de hecho conocí por la calle a una pareja valenciana que se disponía a ello. En el resto del país vi bastantes carteles indicando "autokamp", muchos en pequeños restaurantes rurales, así que se puede improvisar en caso de fallo; a mí más me habría valido el día de Foca.

Gasolina Las gasolineras no escasean en Bosnia. Se ven las primeras Gazprom del viaje. En casi todas suele haber café, y ha sido raro encontrar una sin WiFi incluso en la Bosnia más rural. Tampoco he tenido problema en pagar con tarjeta


Conducir en Bosnia. Carretera E73 Mostar-Sarajevo.

El Incidente Mordisco

Podría haber pasado en cualquier lugar, pero me pasó en Bosnia. Algo que tenía en la cabeza y sobre lo que había leído y reflexionado acabó sucediendo; me paró un policía para sacarme dinero. La experiencia fue más esperpéntica que traumática, y finalmente "sólo" me costó 10E, que con un poco de calma podría haber ahorrado. La cosa es que fue un día muy largo.

Desperté en el aeropuerto de Dubrovnik tras despedir la noche anterior a mis amigos. El viaje empezaba de nuevo. Me dispuse a acercarme lo más posible a Sarajevo, sabiendo que sería difícil llegar pero contando con algún camping en el camino. Conduje por una de las carreteras más bonitas del viaje, pero cometí el error de empecinarme en llegar al camping más cercano según el GPS, en Foca. La carretera pasa por un parque natural espectacular, entre montañas tomadas por la maleza, tristemente con carteles avisando de minas, pero también varios de los autokamps que mencioné antes. Siendo preciosa, es una carretera con tramos infames, un límite de velocidad absurdamente alto, sin iluminación, siquiera reflectantes, y bosnios buscando la muerte al volante. Me empezó a agobiar la posibilidad de quedarme sin sol, pues sólo me quedaba conducir por ahí sin luz. Iba tan al límite que no paré en ningún rincón del parque. Los últimos kilómetros de la carretera los hice a oscuras, y alcancé Foca ya de noche. El paisaje natural de la zona es sobrecogedor, pero contrasta con el paisaje humano; una ciudad postindustrial con fábricas gigantes abandonadas, que además sufrió verdaderas atrocidades durante la guerra. Las afueras del pueblo eran un escenario postapocalíptico. A apenas 1km del kp que marca el GPS paso al lado de un control de policía. Cometo el error de hacer contacto visual, y veo por el retrovisor que me dan señas de parar. Puedo seguir perfectamente, y a la sazón tendría que haberlo hecho, pero soy un ciudadano temeroso de la ley. Viene un chico joven, que no alcanza la treintena, borrachísimo, renqueante y oliendo exageradamente a alcohol. No habla inglés, sólo dice papers de vez en cuando, es casi de película de Cuerda. Me hace abrir la furgoneta, me habla todo el rato en bosnio, me sugiere multas por motivos varios a las que yo me niego, y al final, cuando va a devolverme los papeles de la furgoneta y el pasaporte, me los retira y hace gesto inequívoco de llevarse la mano al bolsillo. Me puede el agobio de la noche, el cansancio de la carretera y la incertidumbre de la pernocta. Me vacío los pantalones y salen 20 Marcos. De hecho no tengo más moneda bosnia.

Con perspectiva he comprendido que, como leí en más de un foro, en esas situaciones hay que tener paciencia y hacerse el loco por un lado, siendo firme por otro; con la mayor amabilidad y sin parar de sonreír, hay que dejar claro que si no has cometido infracción no te pueden multar, si te quieren multar te tienen que dar ticket, y si lo que quieren es simplemente dinero, el tiempo juega a tu favor; es cuestión de esperar a que se cansen o que tengan que irse. No conviene ponerse agresivo o indignarse. Mi reflexión es que, ante esas situaciones, hay que resignarse, echarle paciencia y mantenerse firme para no hacer el tonto como hice yo. Imagino que la situación es mucho más manejable en compañía. Por último, quiero decir que no tuve la sensación de que esto fuera un problema característicamente bosnio; podría haber pasado en cualquier lado, y fue el único incidente así en todo el viaje. Las autoridades de todos los sitios donde he estado, también Bosnia, me han tratado como viajero blanco occidental con la deferencia que no aplican a sus ciudadanos, sensación, por otro lado, tristemente familiar para un español. El Incidente Mordisco no me hará dudar ni una fracción de segundo a la hora de volver a Bosnia. De hecho, estoy deseando.


Serbia Bosnia-Belgrado-Nis-Jagodina

Carreteras y conducción Serbia me ha parecido una mejora relativa con respecto a Bosnia, pero aún así es una experiencia automovilística plenamente balcánica, con mucha prisa y poco respeto a la vida. Las carreteras están en mejor estado, hay autopista de peaje (buena y barata) que cruza el paíshasta Bulgaria y en general poco difiere todo de Europa Occidental a nivel material. Los carteles e indicaciones suelen estar en los dos alfabetos, así que no ha lugar a drama cirílico. En una autopista serbia vi el mejor cartel de prevención de accidentes de todo el viaje: "Drive safe, somebody loves you". Es un gusto pensar que alguien te ama mientras te aproximas a la planicie tracia.



El carácter de los Serbios es tan dualista como el de los Bosnios; son tranquilos y afables en la vida real, pero verdaderos locos al volante. Por otro lado no son "chulos castigadores" a la madrileña ni suelen putear si te ven dubitativo. Atravesar Belgrado fue mucho más reposado de lo que imaginaba, y hasta los taxistas me cedían el paso si me veían dudar. La gente es muy amable y es aconsejable preguntar; en Nis, encontré un FP porque pregunté a a un empleado de gasolinera, que preguntó a un señor bigotudo que me guió con su Yugo de gas a un sitio la lado del río, muy tranquilo pero a 5 minutos del centro. En Serbia tuve el encuentro casual más increíble de todo el viaje, cuando paré a preguntar a un señor que tiraba la basura y acabé al día siguiente con ese mismo señor comiendo como un rey y riendo sin parar. Lo contaré en su momento, pero amor absoluto a la gente de Serbia. Eso sí, conducen al límite.


Pernoctas Apenas hay campings en Serbia; el GPS ha estado totalmente en blanco. En el infame lugar donde pasé dos noches en Belgrado me dieron un catálogo con aproximadamente 7 en todo el país. Dormir por ahí es, en mi experiencia, legal y seguro. En Belgrado, por ejemplo, descubrí que en Novi Beograd, el suburbio satánico socialista al otro lado del Sava, se puede dormir y aparcar gratis. Es seguro, precioso, tranquilo y se va al centro en tranvía, o fácil acceso a los muchos pk del centro. Desayunar buen café en uno de los botes en el río es una maravilla.

Bulgaria Serbia-Sofía-Biser


Carreteras y conducción Mi experiencia con las carreteras búlgaras se redujo a la autopista que atraviesa el país hacia Edirne. Es obligatorio comprar una viñeta; yo la compré en una gasolinera donde paré a comer (y donde vi por primera vez un cartel indicando Estambul, lo que me emocionó) poco antes de la frontera. El día de llegada a Sofía fue de los más accidentados al conducir; el Garmin me llevó por una autopista en construcción que resultó ser camino de grava y piedras durante un tramo largo, que pude hacer gracias al 4x4 pero que no desearía a nadie. Recomiendo mirar constantemente el estado de las carreteras, o preguntar, especialmente antes de hacer este recorrido. La construcción era más bien titánica y no creo que la acaben mañana.

Pernoctas En Sofía dormí en el pk de un centro comercial no lejos del centro, a dos paradas en metro o veinte minutos de paseo, después de ver el estado ruinoso del único camping de la ciudad (de hecho muy a las afueras, y sin transporte público disponible). No recuerdo el precio, pero rondaba los 8E el día. Es mejor preguntar y avisar de estancia larga siempre para evitar susto. Pude usar los baños del centro comercial. Pasé la última noche antes de Turquía en Biser, cerca de la frontera, en un pequeño camping rural regentado por un inglés y una alemana.

Gasolineras Ha sido el diesel más barato del viaje, junto con el de Bosnia.


Grecia

Carreteras y conducción Al haber entrado a Grecia desde el desmadre viario turco, aquello me pareció paradisiaco y occidental, aunque por supuesto con sus cosas. Había leído en el foro sobre la costumbre del arcén (lo usan, cuando se puede, para adelantar o, en mi caso casi siempre, dejarse adelantar), y la verdad es que funciona bien y se hace sin agresividad ni peligro. Los peajes son extremadamente caros (por la altura de la furgo me han cobrado precio de autobús, putamierda), pero las autopistas están genial. Las gasolineras casi siempre se encuentran fuera, a la entrada de pueblos, y no abundan como en Turquía. Las carreteras nacionales no son tan nuevas, pero lo que encontré era mejor que en Italia. La carretera de montaña para llegar a Delfos fue preciosa. Entrar a Atenas no supuso mucho trauma, aunque no llegué al centro; me quedé en un barrio cercano al aeropuerto.

Pernoctas He comprobado, aunque nada intensivamente, lo que había leído en muchos sitios: Grecia es un paraíso de la furgoneta, sobre todo en la temporada baja en que he estado. Basta buscar un pueblito en la costa y mirar en las afueras alguna playa para dormir. He echado varias noches así, con paisajes increíbles y clima veraniego en Octubre. En Tesalónica, Sleep4Tonight me llevó a un FP un poco alejado del centro pero muy conveniente y tranquilo. En Atenas dormí en el apartamento de una amiga en las afueras y dejé la furgo en su calle, así que no puedo decir. He estado en algún camping, en general medio cerrados ya por la fecha; todos eran eminentemente veraniegos, con los baños al aire y demás.

Gasolina He encontrado menos gasolineras que en Turquía, y casi siempre en las afueras de pueblos.

Idiomas En Grecia encuentro el tercer alfabeto del viaje, pero no supone gran problema; la mayoría de indicaciones en la carretera está también en alfabeto latino, así como la señalización urbana. No así lo demás en las zonas menos turísticas; en muchos sitios de comer la información sólo está en griego, así que es difícil saber lo que se ofrece. La gente en general chapurrea mejor inglés que aquí, así que siempre se puede preguntar.


Grecia: dormir así todo el rato


Turquía

Carreteras y conducción En el momento que, a los pies del Bósforo, apagué el motor, abrí la puerta y escuché los ecos de la llamada a la oración desde la mezquita azul mientras me aflojaba los cordones de la zapatillas, pensé que acababa de pasarme la conducción en modo difícil. El malo final había sido el centro de la ciudad vieja, en viernes por la noche, surfeando hordas de peatones por calles adoquinadas, rozando coches en tercera fila con los retrovisores colgando y descubriéndome en la propia sultanahmed, sobre la spina del Hipódromo, tras doblar la esquina del palacio sagrado. Conducir en Turquía es una verdadera locura, supongo que una cruda introducción al desmadre que debe ser conducir en Asia. Y esa primera noche en Estambul estaba equivocado; atravesar la tremenda metrópolis de más de 15 millones de habitantes hasta el mismo centro de la antigua Bizancio no fue tan loco como los miles de km posteriores por el propio país.

En Turquía las reglas se quedan en el plano teórico. La línea continua da exactamente igual, sea en ciudad o en carretera de montaña en pleno adelantamiento. Esto incluye las lineas de arcén, que pueden ser cruzadas sin problema, por ejemplo para hacer un descansito, aleatorio y repentino, una costumbre muy extendida. Las señales no tienen carácter vinculante, y cuando "no pasa nada", no se siguen. Lo malo es que parece que nunca pasa nada, y al final acabas ni extrañándote cuando, en plena autopista moderna y cómoda de tres carriles, te cruzas, rozando a tu derecha, a un coche que va en dirección contraria por el arcén cargando un remolque lleno de calabazas. O cinco chavales en ciclomotor, o un carro de caballos.

Hay incorporaciones muy locas en ángulo recto en las que los camiones y autobuses tienen que ocupar dos carriles para hacer la maniobra. Hay peatones que cruzan por los sitios más inverosímiles con encomiable abandono, a veces con animales. Hay coches que paran y dan marcha atrás si se pasan una salida. Todo esto en autopista. Los semáforos sí se respetan, casi todos tienen cuenta atrás en ambos sentidos y algunos tienen luz a lo largo de todo el poste. A veces aparecen de la nada en mitad de una autopista. En estas suele haber curiosas rotondas: los carriles se separan y en medio hay una u en cada sentido a la que hay que desviarse, es decir, que no corta el tráfico. Eso significa que es normal tener incorporaciones, desde parado, por el carril de la izquierda, igual de suicidas que todas las demás. La señalización de direcciones suele ser clara y la mayoría de veces en inglés, sobre todo en las inmediaciones de Estambul, en Capadocia y en las zonas más turísticas de la costa. Los lugares de interés histórico están indicados en carteles color marrón. Los límites de velocidad se superan todo el tiempo sin ningún reparo: conducir por debajo del límite conlleva ralentizar el tráfico y convertirse en blanco de la ira de los demás usuarios de la vía.

Conduciendo, los turcos son verdaderamente nihilistas. En algún momento de especial angustia se me ocurrió la metáfora perfecta: a veces conducir en Turquía es una especie de GTA invertido; mientras en el videojuego los muñecos lo hacen bien y tú siembras el caos y la muerte, en Turquía todos son Trevor, y tú el muñeco. Es un modo multijugador en el que sólo tienes una vida.


fiesta

Las carreteras que encontré estaban casi todas en muy buenas condiciones, con muchas zonas en obras. Curiosamente, también había muchas zonas con señalizaciones de obra pero sin obra, en algunas carreteras cada 10 o 15 kilómetros. La mayoría de carreteras que he encontrado tenían buen firme. Y trazado, salvo en el plano vertical; da la sensación de que los ingenieros de caminos turcos piensan exclusivamente en dos dimensiones. Incluso en las mejores autopistas hay tramos con pendientes fuertes largas.

En muchas hay, a pie de arcén, puestos con productos locales en venta que van cambiando por regiones; en unas flores de girasol gigantes llenas de pipas, en otras miel, en otras queso, calabazas, productos de huerta... A ratos los hay continuamente, cada 200 o 300 metros, vendiendo exactamente lo mismo, en zonas aparentemente sin poblaciones cercanas. En muchos casos los puestos tienen estufas de leña para calentar té, por lo se ven desde lejos, columnas de humo blanco mediante. Los puestos no se sitúan necesariamente en paradas o desvíos, sino en puntos aleatorios del arcén. Es normal que los coches paren súbitamente para comprar algo. Tú puedes hacerlo también, y si no lo haces tendrás que esquivar a los coches que paran en tu cara sin intermitente ni luz de freno.


Llevé un mapa con las principales vías y su categoría, así que supe dónde me metía a nivel macro. Las que molan y buscaba todo el tiempo son las de símbolo verde, aunque sólo hay desde Edirne a Ankara vía Estambul y en la zona costera alrededor de Esmirna. Son autopistas de tres carriles bien señalizadas con buenas y numerosas áreas de descanso, gasolineras cada poco, genial trazado y firme... Lo malo es que son de peaje. Tengo que decir, con un poco de vergüeza, que al final no he pagado ni uno; nadie me explicó nunca el tema tarjeta, no lo había investigado y siempre me han dejado pasar. Ahora me esperan años bajo la sombra de una temible multa otomana. El sistema está totalmente automatizado y no hay forma de pagar en metálico; es necesario sacar una tarjeta que se va rellenando.

Preguntar direcciones en Turquía es un placer, todo el mundo está dispuesto a ayudar aunque casi nadie te entienda. Es gente tremendamente amable y deseosa de echar una mano. No es raro que, dando marcha atrás, algún peatón se pare para ayudarte con la maniobra, o para cortar el tráfico y permitirte la incorporación y te despida con una sonrisa sin haber cruzado siquiera una palabra. Decir gracias en turco es complicado ("Teshecur Edérim!"), pero tendrás muchas ocasiones de practicar y al segundo o tercer día lo repetirás como un mantra.

Una de las cosas buenas de conducir en Turquía es parar; los restaurantes de carretera suelen ser negocios familiares, y he comido extremadamente bueno y muy barato (incluso en clave turca) en gasolineras aleatorias. En muchos casos sin planearlo, simplemente guiado por un olor lejano y comprobando el precio. La comida turca es tan estelar como familiar para un castellano (ausencia de cerdo aparte), y en las carreteras se come de verdad: guisos, lentejas, arroces, asados, sopas y demás cosas ricas, lejos de la caca industrial de casi todas las gasolineras de Europa. Es un auténtico gusto, y además suelen invitar a çai. Otra cosa muy curiosa; en la mayoría de los sitios donde he parado en carretera un tipo se dedicaba a limpiar los coches con una manguera atada a una escoba. Yo he dado alguna vez la propina del cambio del café, pero no creo que sea necesario, parece un servicio gratuito de los sitios. No tuve que limpiar la furgo yo mismo hasta cruzar a Grecia. Café no, por cierto, nescafé soluble, o café turco; imposible encontrar espreso o café de melita fuera de Estambul y los centros más turísticos, y difícil comprar café específico para italiana. Tampoco es fácil encontrar leche salvo en mercados al uso, así que para los cafeteros con leche como yo puede ser curioso. Es importante a la hora de comprar leche no confundirla con Ayran, bebida de yogur muy popular cuyo envase y color prestan a confusión. En la mayoría de sitios, especialmente de carretera, tienen leche en polvo, y en algunos ni eso. Abundan las máquinas de agua caliente, así que no es mala idea cargar en la furgo nescafé y leche en polvo para emergencias. Los amantes del té, por otro lado, estarán encantados; el çai normal es riquísimo, y se ofrecen muchas otras variantes. El café turco me ha gustado, pero es algo bastante subjetivo. Suelen preguntar cuánta azúcar quieres al pedirlo. En Bosnia el azúcar la pones tú en la taza antes de servir. Es de cualquier forma fuerte e intenso. En Edirne, una chica me leyó el pasado y el futuro en los posos, y lo que dijo no se me ha ido aún de la cabeza. En muchos lugares de comer te dan (te echan, a chorro desde un bote) colonia en las manos al traer la cuenta.

Un aspecto a considerar en Turquía, y especialmente al atravesar el país conduciendo, es el WC turco. Yo tengo el recuerdo de haberlo visto de nene en Las Ventas, en algún concierto con mis padres, y la realidad es que, fuera de las zonas más turísticas y de las autopistas verdes, es fácil que no se ofrezca alternativa. Sí la hay en campings, que por otro lado tampoco abundan en los sitios menos turísticos. He empezado a verlo a partir de Bosnia, cada vez más frecuentemente. Es una cuestión de costumbre pero, gástricamente, los médicos dicen que ir al baño sentado a la occidental no es lo más aconsejable. Por otro lado, muchos furgoneteros imagino que estarán deseando amortizar ese potti que tan raramente usan. De cualquier manera, aconsejo llevar papel en el bolso siempre.

Entrar a, y salir de, Estambul Entrar fue una odisea. Tardé más de cuatro horas en hacer los últimos 22 km hasta mi lugar de pernocta en la ciudad vieja. 22 km de torres y más torres de vivienda altísimas estilo Singapur, y un atasco a la misma escala. Decenas de grúas en el horizonte, en una estampa que me retrotrajo a mi infancia hispano-noventera. El GPS me llevó por todo el centro de la ciudad vieja, en tarde noche de viernes, por un camino que tras varias vueltas resultó estar cerrado por obras. La alternativa me metió en el barrio del gran bazar, por calles estrechísimas de adoquines con árboles que rozaban el techo de la furgo, y desemboqué en el antiguo hipódromo, viendo los obeliscos y a los pies de la mismísima mezquita azul. No puedo negar que en ese momento se me escapó una lágrima. Había conducido 5000km para ver eso y me lo encontré de cara inesperadamente tras el enésimo giro demencial en cuesta adoquinada cuando estaba a punto de perder los nervios. Ahora puedo decir que lo pasé realmente mal; aunque sabía que no corría peligro (más allá de algún rozón en la furgoneta) el tráfico de vehículos, personas y ¡tranvías! no permitía bajar la guardia ni medio segundo, el GPS se demostraba inútil y, manzana tras manzana, no había un sitio humano donde parar a respirar y pensar.

No sé qué podría haber hecho mejor, seguramente calcular la hora y el día, o llevar el itinerario preparado giro por giro. Si quieres ahorrar el mal trago y llegar directo al FP, lo describo más abajo. Una alternativa muy conservadora pero interesante sería cruzar los Dardanelos desde Grecia por Gallipoli, conducir a Bandirma y tomar un ferry rápido. Es más caro y lento, pero puede ser mucho más relajado e interesante.

Me temo que entrar en Estambul es un infierno en toda circunstancia. Por otro lado, me gustaría recalcar que yo he sido capaz de hacerlo, en esas condiciones difíciles y con menos de dos meses de carné de conducir. Paciencia, máxima concentración y una furgoneta medio monster truck a la que nadie osa vacilar han sido clave. Las salidas fueron mucho menos traumáticas, ambas entre semana y por la mañana. Al ir hacia Asia hubo atasco justo tras cruzar el puente. Al salir dirección Grecia me encontré obras en JFK y un poco de tráfico antes del aeropuerto, pero nada serio. En ambos casos, impresiona cómo la ciudad se extiende ininterrumpidamente durante decenas de kilómetros; torres de vivienda altísimas hasta donde alcanza la vista.


Hora y pico en el caos entre paisajes satánicos. Aún quedaban 13 kilómetros para el desvío hacia el centro, aka El Jefe Final o el Verdadero Infierno.


Pernoctas La acampada libre es legal, cómoda y segura. Yo sólo lo hice dos noches, camino a Kayseri, y fue una buena experiencia. La primera noche en un FP marcado por el GPS, a las afueras de un pueblo al lado de una gasolinera. Pregunté medio por señas si podía dormir ahí a los dueños, y me dejaron. A la mañana siguiente me invitaron a desayunar en su casa, y me regalaron fruta y sobres de café soluble para el camino. No pudimos hablar ni una palabra, porque ellos de inglés nada, pero todos encantados echamos la mañana a base de gestos y risas. La gente que encontré el el país era en general así, curiosa, abierta y hospitalaria.

Dado que recibí visita y tres cabíamos justitos, decidimos tirar de camping en nuestro periplo, pero la sensación es que se podría haber dormido en cualquier lado sin ningún problema. iOverland tiene muchos FP en todas las zonas del país. Los cámpings han sido correctos y bien de precio (entre 15 y 25E por furgo y tres personas, así de memoria), aunque en casi todos las instalaciones estaban bastante viejas. El de Göreme tenía cocina común y vistas espectaculares a un valle por el que de madrugada pasan los míticos globos aerostáticos.

En Estambul el GPS me descubrió un FP parking vigilado donde la primera vez dormí y la segunda (con visitantes y alojados en hotel) aparqué por 10E/24h. Es ideal para ambas cosas. Está a pie del Bósforo, al lado de la JFK casi en la punta de la antigua Constantinopla. Sultanahmed (la plaza donde están la mezquita homónima, la llamada "mezquita azul", y Hagia Sophia) queda a menos de 10 minutos andando, un bonito paseo en el que se dejan de lado las cercanas ruinas del Palacio de Bucoleón, la iglesia de los Santos Sergio y Baco (conocida como "Pequeña Hagia Sophia") y los únicos restos de la curva del Hipódromo, sobre los que se asienta, casi veinte siglos después, un instituto. Cómo llegar: Si se entra desde Edirne, hay que salir de la E80 hacia el Bulevard Atatürk dirección Sur, a la altura del llamado Mall of Istambul. Desde allí hay que ir al Bulevard JFK, dejando atrás el aeropuerto. Se puede rodear este y bajar a la costa o bien usar un tramo de la E5 y bajar al JFK propiamente dicho. Desde allí es fácil llegar, ya que la carretera bordea las antiguas murallas marítimas de la ciudad vieja, en paralelo al Mármara. El FP está casi al final de la punta (pasada la entrada del túnel), en una salida con autobuses a la derecha, unos 150 metros después del último semáforo antes de la curva. Hay un cambio de sentido menos de un km más adelante, y se puede volver a cambiar tras el semáforo. Desde el FP se camina hacia el centro por la calle del semáforo, en esa misma calle hay carteles indicativos. Se puede salir fácilmente dirección Europa (cambio de sentido en JFK) o Asia, hacia el otro lado; el gran puente blanco que cruza está muy bien indicado.




Gasolina El diesel se llama Motorin, aunque en muchas gasolineras indican "dizel" o "eurodizel". Hay un montón de gasolineras, incluso en zonas medio remotas. Todas las tienen operario y aceptan el pago con tarjeta (al menos las que yo encontré). El sistema es un poco lioso: el señor que reposta te da un ticket que llevas a caja. En caja, tras pagar con tarjeta, te entregan otro papelito que hay que devolver al señor que te ha respostado. Es posible para el efectivo al propio señor y no pisar la caja, como aquí antaño.

En algunas gasolineras el diesel está en zona separada. En muchas te limpian la luna de la furgo, y en todas puedes hacerlo tú sin coste. El precio varía, y encontré Motorin muy barato en una zona al norte de Esmirna por haber una refinería, pero en general es parecido a España. Como en casi toda Europa, en las gasolineras de pueblo y carretera tiende a ser más barato que en autopista, sobre todo en las verdes. No es extraño que el gasolinero esté fumando según te llena el depósito. En casi todas las gasolineras se puede cargar agua potable.


¿Pagar motorin con tarjeta? No problem!


Comentarios sobre seguridad en Turquía


Durante todo el viaje ha sido una constante que la gente casi se echara las manos a la cabeza al oír que me dirigía a Turquía. Todos decían que la situación era peligrosa con atentados, refugiados, Erdogan... Ha sido una especie de meme fatalístico, recurrente y, finalmente muy equivocado, aunque con sus matices. Pareciera como si la prensa corporativa se haya empeñado en que la gente no visite Turquía. Voy a tratar por separado tres cuestiones que echan para atrás para intentar hacer ver cómo, pese a ser realidades duras, no suponen impedimento alguno a la hora de visitar.



La cuestión política

Vi el cuartelazo en Turquía en directo en televisión, según pensaba en el viaje. Al final resultó curioso el parecido al pasado reciente patrio; un "intento fallido" que legitima y refuerza a un gobernante despótico y corrupto. Eso, sumado al estado cambiante del los conflictos en Siria y Kurdistán, hace que la gente haya dejado de ir a Turquía. Es cierto que la zona fronteriza con Siria está en guerra, y de hecho estando ya allí el ejército turco inició un asalto terrestre contra los kurdos. Pero incluso Estambul, una de las ciudades más visitadas del mundo, estaba medio vacía. Como visitante he encontrado mucha seguridad y, sobre todo, muy poca sensación de peligro; nada que ver con las tanquetas en las calles de Niza o Roma. En Estambul sólo vi militares en Sultanahmed, que había sufrido un atentado unos meses antes. El único control de seguridad serio que pasé con la furgo fue para entrar al aeropuerto de Kayseri a recoger a mis visitantes. De verdad, como viajero ningún peligro ni sensación extraña. Al contrario, el carácter tan abierto y hospitalario de la gente y la poca sensación de inseguridad general hace que la experiencia sea de hecho más relajada que en otros sitios.

Sí que, a nivel interno, hablar con gente local confirma lo que leemos en la prensa libre; Erdogan, un lenguaraz demagogo que tendría que estar en la cárcel por probados casos de llevárselo muy crudo, aprovecha un curioso "golpe de estado fallido" (llevado a cabo supuestamente por el que había sido durante años su aliado político más fiel, un clérigo muy turbio cabeza de una organización estilo Opus Dei) para quitarse los guantes, eliminar con métodos dictatoriales a toda oposición política y masacrar al pueblo kurdo subido en la gran ola de fervor nacionalista. Hay seguridad para visitar, pero si eres de allí y militante, artista, periodista de verdad o librepensante en general son tiempos duros. Es triste pero es así, otro aspecto más de Turquía que me suena a la España de mis abuelos. La propaganda es evidente: por todos lados hay un cartel que dice algo así como "Somos turcos y no permitiremos golpes de estado terroristas", incluso uno gigante colgado del Acueducto de Valente en Estambul.


Propaganda nacionalista en el Acueducto de Valente

Hay banderas por todos lados. A mis visitantes, que volaron con Turkish, les dieron un librillo impreso a todo color que explicaba cómo Erdogan salvó, el sólo y haciendo Facetimes, la democracia en Turquía, con fotos dignas de cartel de taquillazo y banderas turcas en todas las páginas. Tenía una lista íntegra de todos los fallecidos en la asonada, listando, junto a su nombre y edad, su oficio. Curiosamente, no había ni un sólo parado o desempleado. Más de la mitad, eso sí, eran "self-employed"; abunda el emprendedor en Turquía, se ve. Mucha gente, por otro lado, no duda en criticar a Erdogan, al menos ante los turistas. Más de uno comentó un tópico que aquí el cuñadismo aplica a Andalucía: Erdogan compra a base de subsidios a los pobres religiosos de Anatolia central y por eso le votaban sin parar. Está claro que cuenta más lo de meter a los jueces que te tienen pillados los huevos y a la oposición que te gana encuestas en la cárcel.

En cuanto a la cuestión de los refugiados, que no es baladí, es tristemente notorio, pero no como tema de seguridad, sino humanitario; se ven muchas familias itinerantes viajando con lo puesto. No sólo en Turquía, sino en el resto de los Balcanes. Es una situación horrible en la que precisamente no hay que temer por la seguridad propia, sino preocuparse por la de esas gentes. No sobra meter en la furgo cosas que poder donar en los varios campamentos y asociaciones que nos cruzaremos en la ruta, o incluso dejar parte de lo que hemos usado en alguno de los últimos destinos, como Grecia o Italia. En la propia Estambul hay algún campamento donde se puede ir a colaborar sin inscripción previa, aunque sea una mañana traduciendo o haciendo té. Puedo dar más detalles por privado, aunque una búsqueda rápida en Internet basta.


La cuestión patriarcal

Sobra decir que el patriarcado es fuerte en Turquía. Como varón blanco he disfrutado de una situación privilegiada. Aún así mi experiencia de observante y acompañante es que se respeta más o menos totalmente que los extranjeros y las extranjeras hagan lo suyo y vistan como quieran, incluso en las zonas más religiosas y materialmente pobres de anatolia central. No me casa el carácter hospitalario y curioso de la gente turca con el rechazo por una determinada vestimenta o actitud, a no ser que esta sea de imbécil. Incluso siendo temporada baja y con el bajón extremo de turismo en los últimos años, he visto muchas visitantes con ropa corta veraniega sin ningún problema, aunque sí es verdad que el ambiente general tiende a ser bastante opuesto al destape. Según me dijo una chica que conocí en Edirne, a nivel vestimenta se permite a las extranjeras lo que se critica a muerte a las locales, sobre todo en lo concerniente a faldas y escotes. El pañuelo es sólo obligatorio dentro de las mezquitas, donde también hay que entrar con hombros y piernas tapados, como en las iglesias, con las que comparten Dios al que rezar y pecados que repartir.

Muchas zonas del país, sobre todo pueblos pequeños en sitios menos turísticos y barrios residenciales, se vacían al caer la noche, e incluso en Estambul es fácil pasear durante minutos sin cruzarse con nadie después de cenar. Llama bastante la atención, me recordaba un poco a lo que pasa en los pueblos ingleses: la calle principal, con tiendas y restaurantes suele estar transitada, a veces totalmente llena, pero en las calles residenciales aledañas no hay vida para nada. Así es normal en Estambul, incluso en fin de semana, pasar de ser medio arrastrado por las masas en una calle grande a, cinco minutos y dos giros después, escuchar el rebote de tus pasos. Es posible que en Verano pase menos, y yo como varón no he tenido sensación de peligro, pero es de rigor tenerlo en cuenta, sobre todo en los paseos de vuelta a la furgo para dormir. Al no sufrir ese lado tan abiertamente, debo decir que pasear de noche por Estambul escuchando tus pasos es una experiencia increíble.

En el día a día es más o menos corriente encontrarse en situaciones en las que hay únicamente hombres, sobre todo en bares, especialmente los locales o rurales, y también algunos mercados o zonas de mercados especializadas. No en las zonas turísticas, que por desgracia son calcos de todas las zonas turísticas del mundo. Es curioso cómo en los mercados locales hay casi más hombres que mujeres comprando. Como varón me es imposible entender el límite entre miradas de curiosidad y violencia; mi compañía femenina nunca se sintió amenazada, pero sí solía ser consciente muchas veces de ser la única mujer y objeto de curiosidad en ese sentido. Por norma los hombres tienden a dirigirse a los hombres y las mujeres a las mujeres, sobre todo para iniciar conversaciones. En el sector servicios se suele preguntar y atender antes al hombre de una forma aún más descarada que aquí. Por otro lado, he conocido chicas que han viajado por su cuenta en Turquía sin problema, disfrutando como lo he hecho yo de la tremenda simpatía, hospitalidad y curiosidad de sus gentes.

Por último, algo que aplica a los viajes en general, un poco triste pero, según he leído en muchos foros y me han contado por ahí, al final útil: muchas viajeras que viajan en solitario , en grupo se ponen anillo de casada, que en las sociedades más machistas parece actuar de repelente. Esto también suele aplicar a los amigos de distintos sexos que viajan juntos y no quieran ligar y a las parejas que cohabitan en pecado.

La cuestión religiosa

Da hasta vergüenza tener que mencionar el tema, pero vivimos oscuros tiempos de miedo al diferente. Con suerte, los foreros son gentes que practican el viajar, sin duda la mejor forma de curar el racismo y el cuñadismo prejuicioso en general. Turquía es el segundo país musulmán del viaje tras Bosnia, y huelga decir que las diferencias con respecto a España son más culturales que religiosas y bastante más pequeñas de lo que sorprendentemente cabría esperar. De hecho los turcos cuentan, al contrario que nosotros, con el bagaje histórico de un Estado de naturaleza multi étnica y con minorías religiosas totalmente integradas en la sociedad y vida civil, el Imperio Otomano. Mientras nosotros montábamos la inquisición los sultanes nombraban visires cristianos y acogían con gusto a los judíos sefardíes expulsados de la península por los Reyes Católicos (Sobre esto hay una anécdota bien graciosa: Tras aceptar a las decenas de miles de judíos cuya expulsión creó crisis demógrafica en varias zonas de la península, el Sultán escribió a Fernando el Católico diciendo algo parecido a "si tú, al que llaman gran príncipe de los cristianos, me regalas por extremista a toda tu clase artesanal y mercantil, ¿cómo serán los demás?")

Anatolia fue una de las cunas originales del Cristianismo, lugar de nacimiento y formación de varios Padres de la Iglesia, y uno de los bastiones de la ortodoxia durante toda la Edad Media. El otomano es originalmente un pueblo turco estepario que, convertido al Islam y bajo la dinastía de Osman, conquistó poco a poco los demás sultanatos de la zona y luego el territorio del Imperio Romano Oriental, adaptando gran parte de su sistema político, social y estético, especialmente después de conquistar Constantinopla en 1452. Tras aquello comenzó un periodo de expansión que lo convertiría en uno de los Imperios más poderosos y extensos de la historia, la mayor potencia en Europa y el Gran Otro que ayudaría a crear relatos imperiales al occidente cristiano. En época de Solimán su dominio se extendía desde la India a las puertas de Viena, que sitió dos veces (siendo con ello inspirador indirecto pero decisorio del cruasán). Hasta los años 50 del siglo XX y los grandes intercambios de población con Grecia, los habitantes cristianos de Turquía se contaban por cientos de miles (más de 250.000 sólo en Estambul) que se siguió llamando oficialmente Constantinopla hasta que Ataturk le cambió el nombre en los años 30.

La Iglesia como organización oficial fue creada por Constantino I en suelo turco (I Concilio de Nicea), y a día de hoy Estambul sigue siendo la sede del Patriarcado de Constantinopla. Constantinopla fue la primera gran ciudad cristiana, capital del primer Estado cristiano (si exceptuamos Armenia, que se adelantó unos años), y se mantuvo así durante más de diez siglos. Para hacerse una idea, basta un ejemplo: la hoy desaparecida Iglesia de los Santos Apóstoles, construida por Constantino en el siglo IV, fue usada ininterrumpidamente como iglesia hasta el Siglo XIV, es decir, mil años; esto es el doble de tiempo de lo que lleva en pie la Catedral de Sevilla. Históricamente, hay mucha más tradición de respeto a las diferencias religiosas y étnicas en Turquía que en España, y a nivel genético el país es un universo; abunda la gente rubia y de piel clara, los rasgos griegos y eslavos. Todo esto para decir que en Turquía la religión está presente, pero a nivel social no es más que uno de los muchos ingredientes dispares que alimentan la personalidad de los turcos. Políticamente el Estado es una república laica, y es constitucionalmente el ejército el encargado de guardar que así sea.

Como sucede en otros países musulmanes, la gente muestra especial interés en explicar lo que es el islam para ellos, sabiendo la concepción errónea y negativa que se tiene en occidente. En las mezquitas turísticas de Estambul hay paneles explicando costumbres y creencias.

La presencia del pañuelo femenino varía por regiones y barrios, pero en muchos casos, sobre todo en centros urbanos, ganan por mayoría las melenas al aire (las cuales, por otro lado, no son sinónimo de ateísmo). Es normal que suene la llamada a la oración y nadie cambie el gesto o se apresure a rezar. Se vende alcohol en muchos sitios (la excepción suele ser en plazas delante de mezquitas), y el país cuenta con varias zonas especializadas en la producción de vino que son explotadas turisticamente. Da la sensación de que la religión en Turquía es una cosa parecida a la España de los 60; es bastante inconcebible socialmente no declararse creyente, la religión tiene mucho peso en las costumbres sociales, pero ser practicante más allá de eso es cosa bien distinta. La gran masa de creyentes practicantes (y de votos a Erdogan) está en Anatolia Central y en los barrios más humildes de las grandes ciudades. Las dos grandes urbes con fama de ser religiosas y conservadoras son Kayseri (la antigua Cesarea), "capital" de Capadocia, y Konya, que en su día fue la primera capital turca en Anatolia, del llamado Sultanato del Rum. Este, curiosamente, fue uno de los estados medievales con más tolerancia religiosa, pero eso es otra historia. El distrito de Fatih en Estambul, el centro de la antigua Constantinopla, es un bastión practicante desde que se expulsó a la población cristiana de habla griega original y se repobló con familias anatolias a mediados del siglo pasado.

Visitar mezquitas no ha presentado ningún problema y me ha sido fácil pasar, como varón, totalmente desapercibido. En muchas mezquitas con interés histórico de Estambul hay barreras que separan la zona de visita de la zona de rezo, pero nadie pide carné de musulmán para cruzar y curiosear. En las que no lo hay se entra donde uno quiera. En muchas mezquitas me he sentado en una esquina a leer sin que nadie me mire, o incluso me he puesto los cascos para escuchar música a la virulé. En casi todas he encontrado gente pasando el rato, mirando el teléfono o charlando en grupos en voz baja entre niños correteando. Mi impresión es que en las mezquitas turcas el ambiente es en general mucho más informal que en las iglesias de aquí y que, especialmente las más grandes, son usadas para socializar. Para las mujeres visitantes, la experiencia es, por desgracia, diferente: hacerse pasar por local implicaría ir sólo a la zona de rezo reservada para mujeres, por lo que es conveniente hacerse la guiri. En ese caso nunca he encontrado problema (he visitado el país con compañía femenina), simplemente con llevar el pañuelo (que sólo hay que apoyar ligeramente, al modo iraní, no es necesario cubrir el pelo entero) se puede entrar a la zona principal de las mezquitas, asumen que eres visitanta y listo. Se ve que como mujer se puede pasar a mirar, pero no rezar. Pañuelo aparte (que en las más turísticas te prestan a la entrada si no llevas), en las mezquitas rige un código de vestimenta más o menos parecido al de las iglesias aplicado a ambos sexos; hombros y piernas tapadas. Tengo que decir que, no sabiéndolo, me pasé un rato visitando la gran mezquita de Edirne en pantalón corto y nadie me dijo nada, ni siquiera recibí mirada rara alguna, aunque al darme cuenta fui a cambiarme. Sobra decir que, al contrario que en el mundo cristiano, la entrada a TODAS las mezquitas es libre y gratuita, incluida la masificada Mezquita Azul. Hay que pagar para ver Hagia Sophia, ya que es un museo desmoralizado.

En algunas mezquitas sí me han pedido abstenerme de visitar durante el rezo, como en las iglesias durante la misa, aunque igual, si eres varón y no vas disfrazado de turista nadie te va a pedir carné de nada para entrar. Todo el mundo deja los zapatos o bien directamente en los escalones de entrada o bien en los muebles habilitados para ello. En las mezquitas menos turísticas de Estambul suelen tener çai gratis en la entrada, y en muchas hay baño. Casi todas las mezquitas cuentan con folletos informativos en varios idiomas, y en las más grandes, como la de Sulimán, hay voluntarios dispuestos a atender preguntas sobre religión en un perfecto inglés. En la que llaman "pequeña Hagia Sophia", originalmente la Iglesia de los Santos Sergio y Baco construida también por Justiniano, un señor mayor me cogió por banda y decidió explicarme el edificio entero (si alguien se atreve, que levante la alfombra y flipe).

Casi más que la religión, o como una segunda religión, en Turquía llama mucho la atención el nacionalismo. Hay banderas por todos lados, muchas veces gigantes, y en prácticamente todos los establecimientos públicos tienen al menos una foto de Ataturk, "El Padre de los Turcos". Mucha gente también le tiene puesto presidiendo el salón. Es algo muy notorio, aunque comprensible dado el peso que tuvo el tipo en montar la actual República. Por cambiar, cambió el alfabeto, y hasta los nombres, además de dar apellidos oficiales a unos turcos que bajo el Sultán no tenían (literalmente, los turcos tuvieron que elegir apellido de unas listas oficiales sugeridas, aunque alguna gente se lo tomó a coña y sus nietos cargan con la culpa). No sólo cuelgan banderas de las ventanas de las casas o de las calles, he llegado a ver coches con banderas gigantes extendidas en la luna trasera. Erdogan tampoco hace ascos del culto a la personalidad, encontré varios carteles gigantes con su cara por ahí. Ese extraño culto a la personalidad es claramente otra de las características que hace a Turquía más parecida a países de Asia Central o las estepas que al mundo árabe.

Como última cosa con respecto al respeto a la historia, percepción del extremismo religioso y retraso general, quiero dejar una reflexión. Hagia Sophia, levantada en el Siglo VI y durante cientos de años centro del mundo cristiano, el lugar donde eran coronados los príncipes de Dios en la tierra, y que luego fue durante 400 años Mezquita Imperial, hoy en día es un museo desacralizado donde se pueden ver juntos el nombre de Mahoma y un mosaico de 9 metros de la Virgen. En España, por otro lado, tenemos la Gran Mezquita de Córdoba, edificio apenas un siglo posterior, faro del islam al Oeste de Egipto durante 700 años, rival en esplendor de Damasco y Meca. Fue medio destruida para montar un crucero cristiano y decenas de capillas, y sobre todo, aún hoy día es templo católico propiedad de la Iglesia al que se va en teoría a rezar. El precio de la entrada no va destinado a la conservación del monumento a través del Estado, sino a la Banca Vaticana. De hecho, oficialmente es la catedral más extensa, por metros cuadrados, de la cristiandad, si se incluye el patio. Toda una lección sobre extremismo religioso y choque de civilizaciones.

AnchaEsCastilla

Mayo 09, 2017, 21:09:38 pm #1 Ultima modificación: Mayo 22, 2017, 23:21:26 pm por AnchaEsCastilla
Día 1 / Viernes 22 de Julio         La Mancha - Vila Sana (FP)





Consigo ponerme en marcha a mediodía, habiendo dormido mucho y bien. Aunque la furgoneta está cargada y preparada con antelación, olvido una de las pocas cosas que tenía que coger hoy, la tarjeta SIM de la nueva compañía, lo que supone un principio en falso y me obliga a dar la vuelta tras hacer poco más de 20 kilómetros. Es incluso esperable que el primer evento significativo en cualquiera de mis viajes sea un despiste potencialmente fatal. No dejo que ese pensamiento me desanime y conduzco la autopista surfeando entre emisoras de radio, con poco tráfico y mucho calor. El plan hoy es avanzar hasta cansarme, sin paliza. Hago una primera parada-homenaje en el área 103 para recordar viejos tiempos y continúo A2, una carretera extremadamente familiar que aún así estreno como conductor, novato yo. No lo disfruto especialmente. A la altura de los Monegros me encuentro un camión con un logotipo idéntico al de Evil Corp, la siniestra multinacional de la serie Mr Robot.



EvilCorp me bloquea


Paro a comer, melón manchego de postre incluido, y un poco más tarde a tomar café. Con esa placentera combinación de ritmo lento y generosos descansos decido hacer noche en el Furgo Perfecto de Vila Sana, que suena positivo para la salud. Atravieso el pueblo, medio desierto, siguiendo las indicaciones del GPS. Llego sin mayores problemas según empieza a atardecer. Hay varios coches aparcados que parecen de visitantes al cercano lago. Mientras preparo la furgo para la cena rompe una tormenta a lo lejos, empieza a chispear y los visitantes del lago corren a sus coches y se largan, por lo que me quedo solo. En soledad hago la cena, ya sin lluvia pero con banda sonora de truenos lejanos. Después de cenar me echo un rato a leer y al poco tiempo escucho sonido de motor; aparecen dos furgos y aparcan a distancia prudencial. Pienso que llegar aquí de noche no les ha debido resultar tan sencillo. Duermo contento y disfrutando el fresco de la tormenta cercana.


El FP de Vila Sana, con preciosa tormenta de fondo



Día 2 / Sábado 23 de Julio            Vila-sana (Furgoperfecto) - Costa Beziers





La tormenta nocturna resultó ser preludio de una mañana de sol radiante. Desayuno café y melón entre cientos de pájaros que vuelan en torno al lago. Socializo con los vecinos de FP; una de las furgos se ha ido temprano, pero la otra anda por ahí, y conozco a una pareja joven de Euskadi dando una vuelta por la península. Intentan no mirarme raro cuando les digo que voy a Estambul, me desean suerte y siguen camino. Yo les imito poco después y me dirijo hacia el paso de la Junquera. Lleno el depósito antes de de cruzar y encuentro atasco nada más entrar en Francia. No dura mucho y el resto del día el tráfico es tranquilo, salvo la ocasional retención en los peajes.





He leído mucho en el foro sobre las áreas de descanso francesas, me hace ilusión comprobar en primera persona lo maravillosas que son. Un factor que, sumado al calor y al aburrimiento sónico (se me ha acabado la radio en castellano y no tengo podcasts) hace que mi avance hoy resulte más bien lento.

Mi objetivo es pasar la noche en Bèziers. Me apetece visitar la ciudad mañana tras haber leído un poquito sobre los cátaros y la cruzada albiguense. Al acercarme busco un camping en el GPS y decido ir a la costa para darme un baño por la mañana. Hay atasco en el desvío y la carreterita, pero llego sin problemas. El camping es nuevo y chulo pero caro. Me doy una larga ducha, un paseo, hago cena y a dormir.


Día 3 / Domingo 24 Julio               Costa Bèziers

Duermo hasta tarde, y aún tardo más en ponerme en marcha tras el café. Estoy al lado del mar y hace un día de sol increíble, lo cual me empuja hacia el mal camino; en lugar de ir a Bèziers me quedo a echar el día en la playa. No soy de agua para nada, pero me puede la tentación del dolce fare niente. Duermo siesta en la furgoneta y regreso a la playa por la tarde. Unas horas después me ducho y voy a un área de ACs cercana a dormir para ahorrar el pastón del camping. Es prácticamente un párking sin más. Por segunda y última vez en todo el viaje olvido apuntar la dirección de pernocta. Ha sido un día de no hacer ni fotos. Pese al sonido lejano de una feria, duermo pronto y bien.


De (infu)relax en la costa cátara


Día 4 / Lunes 25 Julio                         FP Niza (Espace Culturel A. Malraux)





Me levanto medio temprano y, tras desayunar, paso un rato largo intentando hacer que la tarjeta del teléfono funcione. Hoy se hace la portabilidad a la nueva compañía (que no cobra roaming) pero le cuesta un rato. Ahora tengo conexión a internet en el teléfono, y la tendré en todo el viaje menos en Bosnia. Eso me permitirá, salvo en casos de despiste y entre otras muchas cosas, guardar la localización de las pernoctas durante el resto del viaje. tras el cambio de SIM ducha en la playa, recogida y carretera. El retraso implica que al final hoy no avance muchos kilómetros. Voy haciendo pequeñas paradas para comer poco a poco y el día no se me hace aburrido. Hay tráfico denso todo el rato, y me entra el cansancio cerca de Niza.



Decido pasar la noche en el FP de Antibes y me salgo de la autopista. La carretera tiene un tráfico bastante loco, se mezclan deportivos de lujo con chavales descamisados haciendo caballitos en scooters. El GPS me lleva al supuesto FP, pero no lo reconozco. Consigo parar y gracias a la nueva conexión a internet me meto en el foro para ver las fotos. Sigo sin reconocer el lugar y asumo que o tengo los datos mal o algo ha cambiado. He dado ya tres vueltas, así que decido buscar alternativa. La base de datos de MHF me muestra un FP cercano, y el GPS el camino. Por desgracia, la función de búsqueda de ruta por altura falla y el Garmin decide meterme por un túnel de poco más de 2 metros de gálibo. De alguna forma heroica me doy cuenta un par de segundos antes de hacer el giro, acelero y consigo evitar el desastre. Tengo que cruzar la vía de tren que corre en paralelo a la playa y la carretera. No puedo hacerlo por estos túneles bajos; necesito un puente. Asumo, con inusitado optimismo, que alguno habrá más adelante. Y resulta ser así. Para compensar lo de antes, el GPS me ofrece una ruta alternativa y, tras callejear un rato entre urbanizaciones llego al sitio, que resulta ser un aparcamiento tranquilo detrás de un edificio. Hay que seguir la indicación a "Espace Culturel A. Malraux". No hay más coches, y consigo encontrar un sitio medio horizontal. Salgo a pasear con música y vuelvo cuando ya es de noche. Ceno un bocadillo, hago una infusión y duermo sin más tras leer un rato.



El FP a la llegada, sin vecinos



El Sol pegó fuerte desde primera hora. Estas dos primeras plazas con sombra son reservadas, además de muy inclinadas.


Día 5 / Martes 26 Julio               Área Módena (Camping Club Mutina)





Madrugo a mi pesar; el sol pega desde temprano en la furgoneta y hace un calor asfixiante. Salgo a buscar un bar para tomar buen café y, sobre todo, descargar, wifi mediante, algunos podcasts que alivien la conducción. Antes, muevo la furgo a un sitio con sombra en el propio FP. Hay una cafetería cerca, y tras un rato de descarga y cafeína, regreso y me pongo en marcha.

Paso de largo Niza y sus alrededores, llenos de grupos de militares uniformados, y enfilo con determinación la autopista de la costa en pos del país transalpino. Casi sin darme cuenta estoy en Italia, mientras cruzo decenas de túneles y las muñecas renquean de tanto operar la palanca de luces una y las gafas de sol la otra; acabo desarrollando una técnica que implica bajar las gafas de sol sobre las de ver en un ridículo pero efectivo golpe de nariz. De pronto los camiones empiezan a acelerar y todos se adelantan unos a otros; los carteles en italiano  confirman que he dejado atrás la última no-frontera del viaje. Paro a tomar café y descansar los brazos. Tras una animada conversación con el camarero decido seguir ruta, y al salir con la furgoneta sufro el único accidente de todo el viaje.

Al subir a la furgo no me fijo que dos motos han aparcado detrás, en una zona prohibida. También he de decir que no tengo ni cámara de visión trasera ni retrovisor central. La cosa es que al dar marcha atrás toco ligeramente con la rueda de repuesto el para mí invisible cofre lateral de una de las motos, con tan mala suerte que esta, tras aguantar de pie unos segundos, se cae hacia el otro lado y tira también la moto adyacente. Ha sido una caída limpia, no hay roces y sólo se ha partido un retrovisor de la primera. Muy poca cosa, pero la situación tarda en aclararse. Los dueños, una pareja en la cuarentena (ella austriaca, él francés) que recién empieza viaje por Italia en sus motos nuevas a estrenar, resultan ser muy cordiales tras el comprensible enfado inicial; al fin y al cabo, estaban aparcados donde no debían, aunque la culpa era principalmente mía. Acabamos tomando café y charlando sobre viajes tras hacer los papeles, que llevan un rato largo. Nos despedimos deseando que todos los problemas hayan sido este. Ellos siguen ruta, mi furgo está intacta y yo he aprendido que tengo que mirar antes de dar marcha atrás en situaciones dudosas como esa, asumiendo que la gente va a aparcar donde quiere y no debería.



La gente aparca donde quiere, y así pasa lo que pasa...


Con todo el lío me da la hora de comer y tardo más de lo deseado en seguir ruta. Retomar carretera es agradable, acompañado con la voz de Robin Pearson, del podcast The History Of Byzantium, que ya no me abandonará durante el resto del viaje. Según se pone el sol la furgoneta pide combustible, y al preguntar al Garmin este me lleva irritantemente lejos de la carretera, a una gasolinera desierta donde un amable italiano que también para a repostar me explica cómo funciona el prepago. Un poco lío, pero al final lo consigo. La gasolinera está en un lugar por otro lado bastante inhóspito y desolado, con lagartijas, matojos en las juntas de dilatación del suelo y algo parecido a una mantis en el surtidor oteando la distancia.


Como ya he avanzado lo suficiente y estoy lejos de la carretera decido buscar pernocta en el GPS. Este me lleva a un área al lado de unas instalaciones deportivas, regentada por un señor mayor que por alguna razón, al verme solo, me hace "descuento por estudiante", con mi treintena a la vuelta de la esquina y mi portentosa barba. Tras aparcar en una de las muchas plazas libres (sin sombra) me viene a saludar un vecino, polaco, que viaja con su familia en una autocaravana gigante y muy chula. Charlamos un rato. Me cuenta que es su primer viaje familiar en furgoneta, la han alquilado para ir a la boda de su hermano en Croacia, y están encantados con la experiencia. Le cuento sobre mi viaje y me dice que Turquía ahora da miedo. Tras conocer al resto de la familia me voy a duchar, hago cena y otra vez caigo dormido rápidamente.



¿Cómo se paga aquí?


Día 6 / Miércoles 27 Julio                     Rávena Pk San Vitale




Despierto sin prisa y desayuno a cámara lenta. Surgen unos problemas de planificación del viaje con mis amigos que lleva un rato solucionar al teléfono. El GPS se abstiene de llevarme de regreso a la autopista y conduzco por una horrible carretera de dos carriles. Llego a Ravenna más tarde de lo previsto, pero tengo suerte al entrar. Apenas hay tráfico al cruzar el centro y encuentro un parking justo al lado de la iglesia de San Vitale. Compruebo que se puede dormir sin problemas, ya que hay varias autocaravanas a la sombra de uno de los muros. 3€ por 24 horas, aunque en el ticket no pone la hora de entrada, ni parece que el guardia la apunte. Allí me establezco y, tras otro inesperado retraso telefónico, voy a ver aquello que he venido a ver: los edificios tardo-antiguos y sus mosaicos.

Tras la partición del Imperio Romano por parte de Teodosio, Ravenna fue una de las capitales de la parte occidental; mientras en la oriental el Estado se hacía fuerte en Constantinopla, "Nova Roma", en Occidente la capital estaba donde estaba el emperador, y este rara vez estaba en Roma. El paisaje ha cambiado, pero entonces Ravenna estaba rodeada de marismas virtualmente inexpugnables por un ejército regular, y abastecida por un cercano puerto, Classe, que hoy está a varios kilómetros de la costa. Fue la capital del Reino Godo de Italia tras la conquista bárbara. Alcanzó su máximo brillo con Teodorico, criado y educado en Constantinopla, que supervisó la construcción de edificios a la romana y ejerció una muy noble política de tolerancia religiosa, contraria a la oficial del imperio por entonces; los Godos habían sido convertidos al cristianismo en la época en que las doctrinas de Arrio eran oficiales, pero que el arrianismo fuera declarado herejía impulsó un periodo de persecuciones y encarnizadas revueltas populares en toda la cristianda. Fue una polémica teológica pan-mediterránea que dejó miles de muertos y desplazados. En la Ravenna de Teodorico, en cambio, convivían sin problema las dos ramas del cristianismo, y ambas comunidades tenían sus edificios de culto separados, algunos de los cuales han sobrevivido hasta nuestros días, tales como los baptisterios. Tras la reconquista de Italia por parte de Belisario en el Siglo VI bajo Justiniano y Teodora (los que que levantaron Hagia Sophia, todos retratados en mosaico en San Vitale), Ravenna pasó otra vez a manos romanas y se convirtió en la capital del llamado Exarcado de Ravenna, que incluía las tierras italianas controladas desde Constantinopla. Su lejanía de la Capital y la pérdida de control por causa de las invasiones lombardas primero y árabes después supuso que Ravenna quedara bajo influencia papal y, por tanto, no se viera afectada por las disputas iconoclastas, manteniendo intacto su arte figurativo tardoantiguo. Esto significa que en Ravenna se conservan algunos de los más antiguos mosaicos de la cristiandad. O, según se mire, de los más recientes de la antigüedad.


Palacio de Teodorico, Rex


A mi juicio, y más allá de los aspectos técnicos y estéticos en sí mismos, que ya son argumento con suficiente peso, lo más interesante de los mosaicos de Ravenna es su naturaleza de cruce  entre el mundo clásico y el cristiano. Durante el periodo de apogeo de la ciudad, el cristianismo aún se estaba asentando como religión oficial y factor de unificación política en el Imperio; la imposibilidad de conciliar a los seguidores de Jesús de Nazaret bajo la batuta de Constantinopla y sus concilios era más que latente en la convivencia de ortodoxos y arrianos bajo el reinado de los godos. En esa fase no piloto pero sí temprana del arte imperial cristiano, se usaron tanto técnicas (mosaico, trabajos en mármol) como temáticas paganas de la antigüedad (pasado reciente o inmediato en el caso de Ravenna) con la nueva religión monoteísta, cuya función de unificación política se basa precisamente en la asimilación de mucha de esa simbología procedente de los diversos usos de la época. Técnicamente, el aspecto de cualquiera de las iglesias de la ciudad no es tan distinto al que debían tener diferentes templos paganos del Bajo Imperio. En muchos casos, compartiendo simbología (conocida es la fusión extraña entre Apolo-Sol invicto, Constantino y finalmente el Dios de los Cristianos) y técnica con los templos de diferentes religiones paganas o edificaciones públicas. En San Vitale es fácil imaginar al joven Cristo, con poca variación, como Apolo o Hermes; los pavos reales no habrían estado de más en templos a Mitra o Hera, y los trabajos en piedra vista y mármol son parecidos a otros interiores conservados a lo largo del Mediterráneo.



¿Apolo?


De hecho, esas técnicas no fueron ajenas a la siguiente religión monoteísta, y los mosaicos romanos llegaron (llegan hoy día) a decorar la Gran Mezquita de los Omeya en Damasco o la Cúpula de la Roca en Jerusalem. De hecho, el otro gran ejemplo de mosaicos romanos en Occidente de ese estilo (aunque realizados unos siglos más tarde) está en un edificio en origen musulmán: la Gran Mezquita de Córdoba. Los mosaicos del mihrab fueron realizados por artesanos romanos y con materiales enviados desde Constantinopla por el Emperador. En el caso de Córdoba la decoración se torna más rica en ornamentos, al olvidar la figuración y la narración, pero todo, desde la Ravenna de Teodorico y Justiniano hasta la mezquita comparten un estilo común. Estilo que entronca con los últimos vestigios del Helenismo y de la Roma pagana del Principado y la República. Viendo Ravenna, uno ve las Termas de Diocleciano en todo su esplendor, la Basílica de Constantino, los grandes centros urbanos de Asia Menor y los palacios de Alejandría. En Ravenna se comprende que la decoración en veta de mármol simétrica a modo de Test de Rorschach pasa del Panteón de Agripa a Hagia Sophia, y de ahí a más de mil años de tradición ortodoxa. Algunas partes de esta tradición ortodoxa, que absorbe usos paganos en el contexto cristiano, se ven reflejadas aquí; en la cúpula del Baptisterio de los Ortodoxos se representa el bautismo. Junto a Juan y Jesús, sumergido en las aguas, se encuentra una especie de dios tritón. Es la representación del Jordán (indica el nombre, de hecho, para que no quepa duda), y su presencia continuará durante más de mil años en representaciones ortodoxas del bautismo, muchas de las que cuales veré a lo largo del viaje. Me fascina: un dios fluvial pagano que recuerda al padre de la Sirenita en el bautismo de Cristo.



Mosaico y Opus Sectile en Pórfido; del palacio del Princeps a la Casa del Señor.


En Ravenna el Cristianismo estaba tan recientemente establecido oficialmente como doctrina unitaria y jerárquica que aún buscaba símbolos potentes, y es de reseñar que en este caso los usados en esta época están muy lejos de transmitir sensaciones negativas o dolor. La evolución posterior de la simbología cristiana hizo uso de una violencia y sufrimiento no representadas aquí. De hecho no se ve siquiera una crucifixión; esta se representa a través del Agnus Dei, el cordero de Dios, un sacrificio por otro lado nada ajeno para un romano. La decoración es lo opuesto a lúgubre: abundan los verdes, dorados y azules; cuernos de la abundancia, pájaros, plantas, ríos...
Como castellano (ateo) acostumbrado a la toma barroca de este tema, agradezco que en Ravenna se celebre algo por encima de recordar el sufrimiento de alguien. Son lugares que cuentan historias (¡no dudan de hecho en nombrar a sus personajes!) simples y resonantes como si fueran tebeos, pero historias de perdón, de salvación y de promesa. En Ravenna, por una serie de circunstancias, el tiempo y la destrucción humana ha dejado en pie una cápsula de realidad  congelada digna de ser observada, pensada y disfrutada.

El parking está a tres minutos de la oficina donde venden la entrada conjunta a los diversos monumentos, catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tomo un café y entro al complejo que alberga San Vitale y el Mausoleo de Gala Placidia. El propio recinto está más de un metro bajo el nivel de suelo, y aún así la iglesia está aún más baja, señal de su antigüedad. Desde fuera el mausoleo, que no tiene el perímetro excavado como San Vitale, parece hundido y chaparro. Aun habiendo leído mucho sobre ella, me sorprenden las dimensiones exteriores de San Vitale, es más grande de lo que imaginaba. Aún así, la sensación que transmite es de equilibrio, como manteniendo proporciones romanas; pese al tamaño y la desnudez de las paredes el conjunto no parece un tocho, sino una construcción esbelta. Es bastante más grande y, a la vez, menos "mole" que iglesias proto-románicas un poco posteriores, como las de nuestro visigodo asturiano.

San Vitale es la joya de todos los monumentos paleocristianos de Ravenna, siendo de los más recientes en el tiempo. Los mosaicos del ábside fueron realizados en época de Justiniano, en el Siglo VI, y acabados poco antes de la muerte de Teodora. Los dos, junto a sus séquitos-gobiernos, están representados en sendos lados Uno de los que acompaña a Justiniano es Belisario, el legendario general que ejecutó con éxito su política justiniana de Recuperatio Imperii. Una acción propagandística remarcable, más si cabe al ser conscientes de que que esa pareja nunca estuvo allí; gobernaba a unos 2000km de carretera actuales. Justiniano y Teodora son personajes de lo más interesantes, y su testimonio aún resuena en varios sentidos; el conocido como Derecho Romano actual se compiló en su época, y mandaron levantar uno de los edificios más grandiosos de la historia y punto fuerte mi viaje: la Iglesia de la Santa Sabiduría en Estambul. Lo hicieron tras sofocar una rebelión popular en la que los muertos se contaron por decenas de miles; Justiniano es uno de los pocos emperadores que sobrevivió un levantamiento del pueblo romano. La posibilidad de observar los rasgos faciales, los detalles de las ropas, de gente que en cierta forma hizo que el mundo sea como es, en un lugar tan a priori descontextualizado, creo que va a resultar uno de los puntos fuertes del viaje.



Abside de San Vitale, Con Justiniano a la izquierda y Teodora a la derecha.


En el centro, el Agnus Dei.



Opus Sectile




Roschard


Salgo de la Iglesia y entro en el Mausoleo de Gala Placidia. Es una lástima que esta sufrida mujer, cuya vida fue lo opuesto a tranquila, no esté enterrada en semejante recinto. Es pequeño, pero sus mosaicos interiores dan a la estancia un ambiente extraordinario. No hago fotos con mi teléfono horrible, hay miles en internet. Disfruto del silencio del espacio bajo un cielo estrellado durante un rato maravilloso.


El resto de monumentos paleocristianos está a distancia de paseo, y también la tumba de Dante, que se encuentra en la ciudad. Un pedacito de Florencia y recuerdo de la crueldad de la política. Visito los diferentes sitios a lo largo del día, además del museo, que también alberga una capilla en su interior.

Me impresiona el baptisterio, con sus mármoles y mosaicos especialmente realistas.  También me hace ilusión ver a los Reyes Magos en San Apolinar el Nuevo, una de las más tempranas representaciones que tenemos en Occidente, ya tres y con sus nombres. Las diferentes texturas y estampados de las ropas de los personajes que desfilan en esta iglesia son preciosas, especialmente las de los propios reyes, que además llevan su gorro persa de zoroastrianos. Los ángeles están curiosamente y, pese a ser mosaico, caracterizados de forma totalmente andrógina, aludiendo al tema "el sexo de los ángeles", que es una auténtica discusión bizantina :)

Recomiendo documentarse un poco, ver todos los monumentos y recrearse; pocas cosas más antiguas y a la vez más tuyas vas a ver a este lado del Mediterráneo. Al no ser Ravenna una ciudad especialmente turística no es descabellado buscar algún sitio local para comer a precios modestos. Dejo alguna una foto más.



La adoración de los Reyes Magos, con sus gorros zoroastrianos






Día 7 Jueves 28 Julio                 Camping Rímini




Desayuno sin prisa café, tras haber pasado buena noche, en una terraza frente a San Vitale. Salgo de Ravenna con una última misión; ver San Apolinar en Classe, la última iglesia paleocristiana listada por la Unesco. Como su nombre indica se encuentra en Classe, que está a cinco minutos de Ravenna. En su día era el puerto de la ciudad, pero hoy está a varios kilómetros de la costa. El puerto está representado, en todo su antiguo esplendor, en uno de los mosaicos de San Apolinar Nuevo, junto con el palacio de Teodorico.


Ábside de San Apolinar en Classe


Pongo rumbo a Rimini, cuyo templo malatestiano quiero visitar. Hay poca distancia, pero la carretera resulta ser horrible, un carril por sentido e innumerables cruces y semáforos. Tráfico constante. El paisaje no es gran cosa, y aunque durante un rato largo conduzco en paralelo a la costa, tardo mucho en ver el Adriático. Como por el camino y llego a Rimini a primera hora de la tarde. Aparco en la estación de tren, me cambio de ropa y salgo a buscar el Templo Malatestiano.


La eternamente inacabada fachada del Templo Malatestiano


Pandolfo Malatesta era un Condotiere que señoreó estas tierras al principio del Renacimiento. Unos de sus enemigos políticos era el Papa, y él se declaraba además humanista contrario a las doctrinas de la iglesia. Mandó construir un templo en honor a su amada fallecida que originalmente incluía una cúpula mayor que la de Santa Maria de Florencia, y, de forma curiosa, carecía totalmente de simbología cristiana. Malatesta era todo un príncipe renacentista, muy admirador de Gorge Gemistos Pletón. Pletón fue un filósofo neoplatónico bizantino que, aun estando desterrado por su herejía, apostasía y anticristianismo, fue elegido por el emperador para representar a Constantinopla en las negociaciones para la unión de las iglesias en Ferrara, donde conoció a Cosimo de Médici y le inspiró para abrir la academia platónica florentina. Sus charlas y clases allí fueron una de las claves del surgir del Renacimiento. Pletón volvió a su exilio en Mystras, en el Peloponeso, y ahí fue enterrado, hasta que Pandolfo Malatesta se llevó sus restos a su templo en Rimini para, en sus propias palabras, "ver al maestro descansar entre hombres libres". El templo quedó inacabado tras morir Pandolfo en una de sus guerras contra el papado, y con el tiempo pasó a ser iglesia y catedral de Rímini.



Tumba de Gorge Gemistos "Pletón"


Entro al templo tras mirar un rato la fachada, de descarada copia romana y materiales seguramente robados de edificios antiguos. Dentro busco la tumba sin mucho éxito. Al rato aparece el cura, un señor bastante mayor con su ropa de misa. Le pregunto por Pletón, y muy malhumorado me responde que "fuora, fuora". Se ve que no le mola que le pregunten por herejes declarados y filósofos y tal. Efectivamente la tumba está fuera, entre arcos, en el lateral derecho. Me cuesta un rato reconocerla. Al final lo consigo, tirando de un extremadamente mediocre latín. Tras fumar un cigarrillo frente al  maestro,  vuelvo al interior para ver el templo en condiciones. No es gran cosa, pero hay a la derecha del altar un retrato de Giotto. Para decorar el templo, Malatesta no tuvo ningún reparo en rapiñar el mármol de las iglesias de Ravenna.

Tras ver el templo doy una vuelta por la ciudad. Rimini tiene fama de ser la Gandía de Italia, pero  eso debe estar más concentrado en la costa. En el centro encuentro un ambiente tranquilo y agradable, con muchos locales paseando y pocos turistas foráneos. Al igual que en Ravenna hay mucha calle peatonal, con plazas renacentistas y edificios de herencia veneciana. Se ven muchas bicis. Paseando, encuentro un monumento dedicado a Antonio Gramsci. Paro en una plaza cualquiera a tomar un helado tan rico como barato. De regreso a la estación hago un poco de compra para la cena.

Ya con la furgo me pongo camino de un área que había visto antes en el GPS. Son unos pocos kilómetros, pero el puente que cruza el río está cortado y el GPS no me da alternativa, mientras los conductores italianos castigan severamente cada uno de mis gestos de duda. Agobiado por tanto pito, me meto sin querer por una calle prohibida y tengo que dar la vuelta con infinitas maniobras. Al final encuentro un sitio en el que parar, pongo el warning y exploro la forma de pedirle desvío por distancia al GPS. Lo encuentro a pesar de la irracional interfaz y por fin consigo salir de Rimini, a través curiosamente de un puente romano por el que paso justito. Ya en el área aparco al lado de una familia napolitana y su autocaravana. El padre juega al fútbol con el niño y me apunto. Mientras nos pasamos la pelota charlamos en italohispanoinglés. Después me invitan a vino en su mesa, saco un poco de embutido que traigo de casa y pasamos un rato largo contando historias. Buena gente, pero me voy pronto a la furgo para confirmar por internet el horario del ferry que tengo que coger mañana.



Helado y Rimini



Plaza Antonio Gramsci


Día 8 Viernes 29 Julio                                        Ferry Ancona - Split





Aprovecho la mañana para ordenar la furgoneta y hacer hueco para la amiga que dormirá conmigo dos días antes de reunirnos con el resto. Lavo algo de ropa y aprovecho la compra de ayer para hacer tanto comida como cena para subir al ferry. Descubro en una parcela vecina un portento del bricolaje furgonetero extremo; una autocaravana lleva amarrado a modo de remolque de equipaje el eje trasero de una furgoneta Renault. Es bastante increíble, debe molar cortar un coche por la mitad y luego petarlo de tus enseres más preciados.




Parto hacia Ancona por la misma carretera de mierda por la que vine, un horror, aunque pronto llego a autopista. Hay un poco de atasco a ratos por obras, con las indicaciones en inglés más machistas de todo el viaje: "caution, MEN at work". Hago el trayecto sin problemas, más allá de las precarias condiciones del firme y las tendencias sociópatas de los camioneros. Un poco antes de llegar a Ancona el GPS decide vacilarme y me saca de la autopista por un camino de tierra a través de campos de cultivo. Aunque lo cabal es sin duda dar la vuelta, llevo la furgo que llevo y decido que si el camino está en el GPS, malo no será.  Los árboles rozan el techo y un pareja de perros me persigue a ladridos, pero llego a asfalto sin más sobresaltos. Aparezco en una calle de dos sentidos al lado del tren y el mar con mucho tráfico, muchos semáforos y muchos autobuses que paran cada 400 metros. Finalmente salgo a la rotonda que lleva a la terminal de Ferry. Aparco, cojo los papeles y salgo corriendo hacia la terminal. Consigo sacar el billete sin esperas ni problema alguno, pese al alboroto general; hay muchos grupos de gente joven, de varias nacionalidades y acentos.  Salgo corriendo de vuelta a la furgo para embarcar de inmediato. El proceso es bastante rápido.


Veo un precioso atardecer desde el barco, según zarpamos. No he reservado cabina, y tras haber leído la experiencia de este tipo de ferry en varios relatos, homenajeo a los pioneros y me busco una base tranquila en la que "acampar" y pasar la noche. He subido de la furgo preparado con saco, manta, almohadas, pijama y patucos. El barco va casi lleno, pero encuentro un rincón donde hacerme fuerte al final de uno de los salones. Hay más gente con saco. Casi todas las mesas de los distintos salones acaban llenas de gente que prefiere intentar dormir así que en los asientos. Veo el principio de la travesía desde cubierta y después ceno. Es un gusto estar con chaqueta después de tantos días de calor. Tras la cena vuelvo a mi rincón. Para este momento de aburrimiento me he traído Mr Robot, de la cual veo más episodios de los recomendables. Hago un par de paseos a cubierta a fumar. Tengo un grupo grande de adolescentes italianos al lado que no paran de hablar entre ellos, tan a gritos que bien podrían ser españoles. Tiene pinta de ser una de sus primeras vacaciones así solos y están de los nervios. Decido ponerme en su lugar y no molestarme, aunque no paran y apenas me dejan dormir


Atardece sobre Ancona



Saliendo del puerto, hacia Oriente



Día 9 Sábado 30 Julio                                                                              Omis (FP)





Aunque consigo conciliar el sueño, los chavales me despiertan un par de veces y apenas duermo. Pronto son las 6 de la mañana, intempestiva hora de ponerme en marcha. Recojo el campamento  de forma precaria y me hago con un café para soportar la cola de las escaleras al garaje. Afuera apenas empieza a amanecer sobre la costa. El desembarco no es demasiado lento, y en un rato estoy buscando dónde aparcar la furgoneta para descansar. Encuentro rápido un sitio, a cuatro giros del puerto. Al bajar de la furgo me doy cuenta de que tengo dos roces en un lateral; es un disgusto, pero no puedo hacer ya nada. Parte de la aventura. Estoy en zona de ticket, pero no empieza hasta más tarde. Dormito un par de horas, y a las 9, según aparece el señor de las multas, conduzco hacia un parking cercano que indica el GPS. La máquina no me da ticket cuando entro, está averiada. Aparco igualmente, y hago una foto de la entrada para enseñar la hora cuando me toque pagar.



Empieza a amanecer según el barco se aproxima a Split



Recorro la corta distancia que me separa del centro a través de un mercado que empieza a llenarse de gente. Me entran ganas de desayunar uvas y me doy cuenta de que no tengo kunas, así que me toca a buscar un cajero. Algunos viajeros planifican todos los detalles, preocupados por la más mínima variable fuera de control; otros sólo nos acordamos de conseguir moneda local porque entra el hambre. No me cuesta encontrar cajero (bankomat, una denominación más o menos compartida en el resto de los Balcanes) y saco esperando que sea la última vez, ya que no voy a pasar muchos días en Croacia. Vuelvo al mercado a por las uvas, tomo un buen café en un pequeño bar esquinero lleno de gente en el que veo los primeros trazos de turismo masivo. Desde el rincón de la barra que heroicamente he conseguido para tomar el café observo una escena bastante tierna: uno de los camareros recibe un dibujo de un niño inglés doblado de vergüenza al que su madre anima. En el dibujo salen la familia y el camarero, en el estilo crudo y básico de los niños. Al camarero le encanta y pasa un rato preguntando por cosas del dibujo al niño, que está , pese a su anglicismo, rojo de vergüenza. Es un pequeño descanso imagino agradecido, porque el bar está totalmente lleno, y todos somos extranjeros.





Acabada la escena me pongo en marcha hacia centro histórico de la ciudad de Split. Este es, ni más ni menos, lo que queda del inmenso palacio que se mandó construir Diocleciano, el Emperador de los Romanos, para pasar la jubilación. Diocleciano fue un emperador singular. Acabó con casi un siglo de guerras civiles y caos general en el Imperio (la conocida como  crisis del Siglo III). Su gobierno introduce muchos cambios en el Estado Romano, que necesita adaptarse a unas circunstancias mucho más débiles que antaño. Intenta cohesionar la sociedad romana en torno a la figura del emperador, que deja de ser "primus inter pares", al menos en apariencia, y adopta símbolos y procederes autocráticos. Muchos, como la corona, el trono y el ceremonial, de inspiración persa, aún hoy perviven como símbolos de poder. Por otro lado, es el primer emperador que acepta la imposibilidad de gobernar todas las provincias del imperio en solitario. Diseña un sistema conocido como la Tetrarquía, por el cual el Imperio queda dividido en dos partes, gestionadas (supuestamente en concierto) por dos Augustos, que a su vez tenían nombrados sendos Césares, segundos en poder y herederos.



Columnas de pórfido en el Mausoleo de Diocleciano, hoy Catedral.



Infinito casual


Este sistema, que intenta solucionar los problemas de fragmentación de poder del siglo anterior no funcionó, y colapsó en más guerras civiles tras su abdicación. Nombra a Maximiano co-Augusto, y a Galerio y Constancio como Césares y sucesores. Acomete numerosas reformas administrativas, legislativas, monetarias y fiscales, además de importantes cambios en el ejército. Realiza la última gran persecución contra los cristianos y, como muestra de compromiso con su nuevo sistema de tetrarquía y traspaso pacífico del poder, dimite y obliga a dimitir a su co-césar en el año 305, el primer emperador que lo hace voluntariamente. Diocleciano se retira entonces a su recién construido palacio en la costa de Dalmacia, cerca de su lugar de nacimiento.



La muy hundida y restaurada puerta por la que escapo de la avalancha de turistas



Este refleja arquitectónicamente cómo ha cambiado el mundo de los romanos; mientras que residencias imperiales anteriores, como la Villa de Adriano, son abiertas y despreocupadas, el Palacio de Diocleciano bebe más de la arquitectura militar que de la villa palaciega tradicional. Amurallado y con torres, el palacio formaba un rectángulo con avenidas que lo atravesaban. Allí fue enterrado Diocleciano al morir, y su mausoleo se conserva casi intacto: es la actual Catedral. Con los siglos el palacio fue convirtiéndose en ciudad, y aún hoy día se ve claramente la traza original del enorme complejo. Algunas estancias se conservan, como el patio de audiencias, con columnas de pórfiro que denotan su uso imperial. Una costumbre, la restricción del uso del color púrpura al emperador y su familia, introducida por Diocleciano que se desarrollará en Constantinopla hasta el punto que llega a traspasar a la tradicción arquitectónica Otomana. Esa idea del púrpura como representación de poder y dignidad imperial la veré muchas veces a lo largo del viaje: en la Columna de Constantino en Estambul, en Hagia Sophia y en las tumbas imperiales, pero también en la entrada principal al atrio de la Mezquita de Sulimán, o en el Palacio Topkapi.


En Split el pórfiro destaca, también, en las columnas del interior del mausoleo. Este conserva gran parte de la arquitectura y ornamentación romana, de estilo recargado y característico, y parte del peristilo exterior original. Es, como buen templo católico con interés histórico, de pago. Se puede subir a la torre, pero me abstengo. Hay aún pocos visitantes y puedo ver el edificio con tranquilidad. Los añadidos barrocos son horribles, pero el interior conserva gran parte de lo que debió ser el diseño original. Bajo el mausoleo hay varias criptas que se pueden visitar. Al salir me doy cuenta de que en el fondo he tenido suerte de llegar tan temprano; a partir de las 12, decenas de grupos de turistas inundan la ciudad procedentes de cruceros. Todo el antiguo palacio es un parque turístico, incluidos los sótanos que sirven de acceso desde el puerto. El lugar está totalmente exento, al menos en Agosto, de vida local. Veo el Templo de Zeus, y me llaman la atención los casetones del techo. Tras esto, y agobiado por las crecientes masas, me escapo por una de las puertas amuralladas.



Ruinas y expolios



Tras un café con dos de las amigas que se unirán luego en Montenegro (y que van allí por su cuenta), hago compra en el supermercado al lado del párking, como un bocadillo y salgo de la ciudad. He decidido dormir en el FP de Omis, que no está lejos. La carretera es tan bonita como la recordaba; un sinfín de curvas colgadas entre el mar y la montaña.





Llego rápido a Omis, y decido pasar de largo para buscar una cala donde darme un baño tranquilo. Paro en el primer apeadero que veo, me pongo el bañador, cojo la bolsa con los bártulos de playa y bajo. Tengo una cala para mí solo. Es una de las cosas que he querido hacer desde que recorrí esta costa en autobús, hace años. Me refresco, descanso un rato y conduzco de vuelta a Omis. Justo antes de cruzar el puente giro a la derecha, el FP está después de un túnel. El pueblo tiene muy buen ambiente, la calle está llena de gente y dejo atrás una feria, con su noria de colores. Como algún otro forero, me equivoco y voy al segundo parking, más al fondo, que es de pago. Está, por otro lado, mucho más lleno. El sitio es precioso, entre paredes de montaña altísimas, cerca del río que desemboca en el propio pueblo. Me pongo a jugar a la pelota un rato con los chavales que vigilan. Me dicen que puedo dormir sin problema.



Bajando a mi cala


Tras asearme y cambiarme voy al pueblo. Es pequeño pero hay buen ambiente de verano, y me llama la atención ver tan poco turista extranjero para lo que es esta zona. Busco un sitio donde tomar el primer cevapi del viaje, aunque resulta no ser nada del otro mundo. Habrá que esperar a Bosnia. Doy un paseo, aunque el pueblo se acaba rápidamente. Compruebo que hay unos baños públicos con duchas, bastante limpios y de uso libre. Tras tomar un helado y dar una vuelta por la feria, regreso al FP. El camino, aunque corto, es un poco inquietante, pues no hay luz y transcurre al lado de la carretera. Tiro de linterna. Justo a la entrada del túnel me cruzo con dos moteros de avanzada edad, dejando sus motos impolutas. Llego sin más a la furgo, y duermo con gusto. Ha sido un día larguísimo.





Omis, camino al FP


Omis


El pueblo desdel el FP



Día 10 Domingo 31                                 Camping Kate (+/- Dubrovnik)




El calor me despierta temprano. Bajo al pueblo a desayunar y dar un último paseo. Antes de las 11 retomo la ruta. Hoy tengo que llegar a Dubrovnik para recoger a mi amiga. Va a ser día de conducir, me apetece un montón; de todas las carreteras que conocía antes de este viaje, esta sin duda es la que más me apetece conducir. Avanzo con mucho calor entre paisajes increíbles sin mayor sobresalto. Hace un sol de justicia, y la costa luce preciosa; el azul profundo del mar contrasta con el verde de las islas y el gris de la parte más alta de las montañas. Los pueblos son muy pequeños, a menudo colgados en terrazas, y muchos se distinguen por las torres de sus iglesias, cada vez más finas y altas; cada vez más parecidas a los minaretes que abundan apenas unas decenas de kilómetros hacia el noreste.

Paro en un super a por comida, aunque los precios altísimos me hacen ir a un restaurante cercano. Está vacío, pero en la mesa de al lado se sienta poco después una familia española. Les saludo después de comer, y hablamos un rato sobre lugares interesantes de Croacia. Retomo ruta y paso sin problema la frontera con Bosnia. El policía me dice que tengo la posibilidad de declarar drogas blandas y librarme de problemas, pero no ha lugar. En la misma frontera, en 2013 me bajaron de un autobús para revisar mi mochila mientras los demás pasajeros esperaban parados. Una mochila gigante para un mes de viaje. Esta vez parece que me estén dando un preaviso, no sé qué aspecto debo tener. Paso sin problemas, apenas hay tráfico. Ese mismo cruce, en el sentido inverso, me va a llevar 4 horas de tremendo atasco unos días después, pero yo aún no lo sé. Paro un momento en Neum, en la zona bosnia, en una curva justo al final de la bahía; estuve hace años y sé que venden tabaco a precio bosnio, es decir, muy barato. Compro bastante, tomo un estupendo café y sigo. Llego sin problema al aeropuerto, dejando atrás la antigua Ragusa, con vistas flipantes desde distintos apeaderos en la carretera. Investigo el precio del parking y en un rato aparece mi amiga. Nos vamos a pasar la noche al cercano Camping Kate. Hacemos compra en un súper cercano y preparamos una barbacoa para celebrar el principio de su viaje. Tomamos un vino croata bastante regulero y nos vamos a dormir pronto.


Día 11 Lunes 1 Agosto                                          Camping cerca zaton





Despertamos sin prisa y, tras desayunar, nos ponemos en movimiento en busca de la playa. Está cerca del camping, pero no resulta ser especialmente atractiva, y hay bastante gente. La mañana no es del todo soleada, pero pasamos un rato divertido tirados en la toalla. Decidimos buscar otro camping que tenga mejor playa, por variar un poco. Recogemos los bártulos, nos damos una última ducha y nos metemos en la carretera, esta vez dirección Norte. Decidimos parar a comer en un restaurante que vemos cerca de Zaton, al borde de la carretera. Hay un cierto malentendido con la camarera, que sale a decirnos que no podemos aparcar. Mientras hablamos con ella pasa un chico mexicano que vive por ahí, nos aconseja un camping cercano y para allá nos vamos. Es más grande que el de anoche, y dejamos la furgo en una zona bastante aislada y con sombra. Como hay hambre preguntamos por un restaurante, y nos indican que hay uno en la playa, así que cogemos los bártulos playeros y para allá vamos. Hay una cuesta de bajada importante que nos hace temer el regreso, pero merece la pena; la playa es una especie de pequeño puerto con muelle desde el que saltar y el bar restaurante colgado del agua.



Se nos echa la tarde encima en el restaurante

Entre baños y café juntamos comida merienda. Cuando está atardeciendo empezamos a hablar con una pareja de la mesa de al lado, y como la conversación se anima nos sentamos juntos. Son holandeses ("de Gouda", dicen, "como el queso") en la cincuentena que viajan con su hija adoescente y el novio de esta. Pedimos la cena juntos y acabamos bajando varias botellas de vino blanco a base de agradable conversación. Nos hablan de sus viajes, de cómo se conocieron y de su hijo músico, del que están extremadamente orgullosos. Se hace muy tarde y decidimos ir a dormir, pero felizmente no tenemos que subir la cuesta; el novio de la hija, que ha estado toda la noche sin beber, se hace varios viajes en el coche del suegro para subirnos a todos. La cuesta se las trae, y en el segundo viaje el chico roza accidentalmente la parte baja de uno de los faros. Algo se rompe y empieza a salir líquido por todos lados. El chico se baja extremadamente agobiado, mientras su suegro no para de reírse y decirle que no se preocupe, que no pasa nada. Aún así el chico sigue acojonado, y comprobamos que simplemente se ha roto el tubo que manda agua a los limpias de los faros. El chaval está realmente agobiado, pero por contraste su suegro, el dueño del coche, ¡no para de reír y vaciliarle! Qué gran tipo. La situación, sumada a las botellas de vino que hemos bajado entre todos, torna en cachondeo general y sin más acabamos en el camping, muy contentos y agradecidos.




Días 12 a 15
             Montenegro






Nos despertamos sin prisa y, tras desayunar y asearnos, nos ponemos en marcha, dispuestos a recoger en varias tandas a todos los integrantes del grupo que vamos a formar los próximos días de vacaciones en Montenegro. Primero vamos hacia la estación de autobuses de Dubrovnik, donde recogeremos a una de las chicas con las que tomé un café el otro día en Split; es, como la otra, amiga de mi amiga y están deseando verse. Aunque llega con retraso, salimos sin problemas de la ciudad y nos ponemos de nuevo rumbo Norte hacia el Aeropuerto. Allí nos esperan tanto la otra amiga como la pareja que viene en avión de Madrid. Tardamos un rato en gestionar el coche alquilado, pero sin más salimos, repartidos en los dos vehículos. Nuestro destino es Montenegro, donde vamos a pasar cuatro noches en una casa alquilada. Cruzamos la cercana frontera sin problemas (es la única frontera en la que no me paran, ni de ida ni de vuelta, seguramente porque iba acompañado), y justo al cruzar paramos en el primer supermercado grande a hacer compras para estos días. Tardamos un rato pero lo conseguimos sin mayor problema; es muy conveniente manejarse en Euros. Decidimos comer, pero lo que a lo lejos parecía un restaurante con su terraza resulta ser una tienda de muebles de jardín. Desalentados, subimos a los coches y ponemos rumbo a la bahía de Kotor, que se presenta majestuosa después de dejar atrás el horror satánico que es Herzeg Novi, el primer gran núcleo urbano de Montenegro. Conducimos al ritmo de mi furgoneta, pisando huevos, pero el paisaje compensa. Tenemos instrucciones un tanto imprecisas con la chica del alquiler; hemos quedado con ella en un cruce de un pueblo y desde allí vamos juntos a la casa, que debe estar a las afueras. Por suerte, está en la entrada de la bahía, por lo que no tenemos que conducir mucho. Poco antes de llegar al mencionado pueblo paramos a comer y tomar la primera cerveza balcánica para varios del grupo. Desde allí nos ponemos por internet en contacto con la chica y al poco estamos ya entrando, tras aparcar ambos coches fuera. La casa es genial, con amplia cocina, jardín y playa propia, cruzando la carretera. Como la mayoría de playas de aquí es de piedra y no de arena. Venimos todos preparados con cangrejeras, y al final resulta ser mejor. El agua es cristalina y justo encima de la playa tenemos una parcela de césped con zonas de sombra para tumbarnos, leer y almorzar. Siendo 6 nos ha costado dos duros, y eso que la reservamos en el último momento y apenas quedaban cosas. Celebramos la primera noche con una barbacoa de Cevapi, que nos sale muy rico pese a la inexperiencia, y ensalada de productos de la zona, regado todo con vino y cerveza locales.

Los siguientes días hacemos mezcla de playa y excursiones. Visitamos Kotor, con sus impresionantes murallas colgando de la bahía, y otro día vamos a cenar pescado fresco a Perast. También alquilamos un pequeño barquito que nos tuvo todo el día de excursión por la bahía. Lo recomiendo encarecidamente, porque se va a sitios de otra forma inaccesibles. Y no sólo un par de playas con sus chiringuitos; el muy tierno tándem padre-hijo que maneja el barco, de nombre Doris, nos lleva a lugares increíbles: un búnker de submarinos excavado en la montaña de época yugoslava, con puerta camuflada y donde se puede nadar; una isla prisión donde damos una vuelta; una cueva que llaman "cueva azul" por el color turquesa del agua gracias al efecto de la luz y donde por supuesto también nos damos un chapuzón, las islas-iglesia frente a Perast.... Todo el día arriba y abajo por 15 euros cada uno, un puntazo. Incluso nos recogió y dejó en la propia casa. En Internet se anuncian todo tipo de barcos, casi todos mucho más caros y lujosos. Este lo encontramos como recomendación de la chica de la casa, y resulta ser el mejor día de todos.



Nuestra casa en la bahía. Los árboles, las sombrillas de nuestra playa.



La cueva azul


El silo de submarinos desde el fondo


El punto de unión entre las dos partes de la bahía


Una foto horrible de las murallas de Kotor, allá en lo alto


La isla prisión








AnchaEsCastilla

Mayo 09, 2017, 21:10:31 pm #2 Ultima modificación: Junio 21, 2017, 20:11:09 pm por AnchaEsCastilla
Días 16 y 17 (6/7 Agosto) Sarajevo


Se termina el lujo hedonista Montenegrino y empieza la parte más exploradora de las mini-vacaciones en grupo; nos vamos a Sarajevo. Nos despedimos de las dos nuevas amigas, a las que dejamos en el aeropuerto de Dubrovnik, donde también aparco la furgoneta estos días, vigilada y a precio contenido;  nos quedamos el núcleo duro de cuatro y cabemos de sobra en el coche alquilado. Aunque lo hemos pasado de lujo en la costa hay muchas ganas de conocer Sarajevo por parte de todos, y mis amigos sienten una tremenda curiosidad por visitar Bosnia por primera vez y por tierra. Nos ponemos en marcha habiendo decidido, por recomendación mía, cruzar por la carretera de la costa, que había sido extremadamente tranquila al venir. Resulta ser un error mortal: pasamos más de 2 horas de atasco demencial en la parte bosnia para volver a pasar a Croacia. Estamos totalmente parados cuando empieza a diluviar y, resignados, decidimos meternos en un restaurante a comer, cerca del sitio donde paré a la ida. Según hacemos el pedido, se va la luz por culpa de la tremenda tormenta.

Al final y con interminable paciencia logramos cruzar otra vez a Croacia, pero la broma se repite en la siguiente frontera a Bosnia; allí estamos otras casi dos horas parados, haciendo excursiones a una gasolinera a por café. Acabamos todos cansados y de los nervios, y entre eso y que sigue muy nublado no disfrutamos la carretera como se merece; la E73 que lleva de Mostar a Sarajevo es preciosa, entre montañas muy escarpadas y ríos azul turquesa. Paramos por última vez, rápidamente porque se nos echa la noche encima, a tomar café en un sitio donde están asando corderos enteros y huele genial. Hay un pavo real suelto por la terraza. Emprendemos marcha y llegamos a Sarajevo de noche cerrada, tras hacer unos últimos kilómetros por autopista de peaje, la única que debe haber en el país. Tenemos reserva en un hostal que conozco bien de otras visitas, recuerdo el camino y lo encontramos sin dar ninguna vuelta. Aparcamos enfrente, pero el dueño, Unkas, al que a estas alturas considero amigo, nos recomienda un parking cercano, en el que unos días más tarde dormiré durante dos semanas.

Después de un check-in un tanto accidentado, y aunque no tenemos el cuerpo ni el espíritu para fiestas, nos juntamos con otros clientes del hostal y vamos a hacer cena de degustación a un restaurante en el barrio turco; comemos de muerte a precio bosnio. Al retomar el paseo nos cruzamos con un par de chicas vestidas para salir, y se nos ocurre imitarles. Las seguimos (de muy lejos, por supuesto) y nos metemos en el bar al que van, que resulta estar medio vacío. Tomamos una copa y vamos a dormir. Estamos reventados de pasar todo el día en el coche haciendo un trayecto que normalmente no tendría que haber pasado de tres horas largas.


Al día siguiente exploramos la ciudad pese a la lluvia intermitente. Tenía ganas de volver a "la Jerusalén de Occidente", y especialmente enseñársela a mis amigos, que flipan al verse en una "mini-estambul" en mitad de Europa. Dedicamos el día a pasear y ver los sitios típicos del centro: las catedrales (católica y ortodoxa), varias mezquitas, el museo sefardí, los puentes (el famoso Latino, el de Eiffel, el "nuevo" con forma de bucle), la biblioteca... Nos perdemos por los callejones y placitas del centro, y admiramos los grandes edificios estatales estilo austro-húngaro a lo largo del río. Pese a la lluvia intermitente es una visita relámpago a Sarajevo muy agradable. El clima da un aire aún más centroeuropeo a la ciudad, sobretodo a la parte austríaca, y al final no pasamos tanto rato con el paraguas abierto. El día se pasa volando y lo acabamos cenando una muy buena pizza. Tomamos una copa de despedida al lado del hostal, ya que queremos salir pronto hacia Mostar y sigue chispeando. Tenemos el miedo a repetir atasco demencial calado en los huesos, pero eso no nos impide dormir como lirones.













día 18 / Lunes 8 Agosto

Dubrovnik


Despertamos pronto y ya duchados dejamos la habitación sin sobresaltos. Andamos por última vez los 5 minutos al centro en busca de un buen desayuno. Supone una pequeña aunque agradable oportunidad de ver la ciudad con sol. Nos sentamos en una terraza de la calle peatonal y nos pegamos un desayuno que nos deja medio comidos. Compramos agua y sin más emprendemos el regreso a la costa vía Mostar, donde queremos parar a comer. En la preciosa carretera, que esta vez sí disfrutamos gracias al sol y a estar descansados, hacemos un alto en un recodo para bajar al río y tocar el agua, que está helada. No hay mucho tráfico y al pronto estamos en Mostar. Yo ya lo conozco de otras veces, y aún se confirma la impresión que he tenido siempre: es muy bonito, pero una gran trampa para turistas. Una de las mejores demostraciones de que ser nombrado patrimonio de la Unesco no es necesariamente bueno para un lugar, o más bien para sus habitantes. El centro histórico (construido alrededor del mítico puente, destruido por los croatas durante la guerra y reconstruido recientemente) está extremadamente restaurado y limpio, y sin otra cosa que tiendas de regalos. En esta parte sólo hay turistas. Por el contrario, el resto de la ciudad está destrozado, a una escala mucho mayor que Sarajevo, y no se ve un solo turista. Comemos en uno de los restaurantes que cuelgan del río, aunque tenemos poca hambre después del tremendo desayuno. Hace calor pero tenemos sombra, y disfrutamos del ambiente y del sonido de la llamada al rezo. Vemos también a un par de tipos saltar al río desde el puente. Da bastante impresión, y simplemente la bajísima temperatura del agua tiñe la acción de heroicidad. Desgraciadamente es otra de las cosas que se han desarrollado en Mostar en torno al turismo; los chicos del pueblo se juegan el cuello saltando desde el puente para regocijo de los turistas a cambio de unos billetes. Camareras, tenderas, hosteleros o saltadores de puentes, el futuro que espera a los locales de un sitio adjudicado internacionalmente como "joya turística"; el centro se vuelve un parque de atracciones, sus habitantes, staff hostelero y la ciudad real vive de espaldas. Me resulta tristemente familiar. Por otro lado, hay una cosa que me gusta del centro de Mostar; hay muchas pintadas que dicen "don't forget". Es buena cosa reflexionar sobre a qué se refiere, porque está claramente dirigido a extranjeros. No sólo por el idioma, sino porque, para los habitantes de la ciudad normal, esos carteles resultan completamente innecesarios. Algunos dejaron que aquello pasara, y después fueron a poner placas conmemorando la restauración del puente. Sin destrucción tampoco habría placa. Hay una reflexión más grande y que engloba todo el país, aunque se manifiesta muy gráficamente aquí, especialmente en esa yuxtaposición de las "dos mostar" y por la realidad de lo que pasó durante la guerra, tan familiar por otro lado para un español: a veces, las cosas pueden pasar de estar más o menos bien a pegarte tiros con tu vecino al otro lado del río. La mayoría de las veces no tendrá ningún sentido, y nadie acudirá en tu ayuda salvo que te entregues al lado de los monstruos.




tienda turística en Mostar



Salimos de Mostar y compramos un mapa de carreteras en una gasolinera, apurando nuestras últimas monedas bosnias. Elegimos la más pequeña que encontramos para cruzar la frontera guiados por el temor de la experiencia al venir: mejor será conducir dos horas más por una carretera infame que jugarnos pasar cuatro parados. Resulta ser un acierto y , tras rutear por la Bosnia más profunda, cruzamos una frontera ridícula sin que siquiera nos pidan el pasaporte. Paramos, preguntan "Where are you from?" a gritos, contestamos "Spain" y nos hacen gesto de tirar. Los dos guardias, cada uno de un país, están sentados fuera de las garitas, charlando y tomando cerveza, medio descamisados. La carretera es precaria pero decente en la zona bosnia, y en la croata está recién asfaltada. Bajamos a la costa zigzagueando desde lo alto de la montaña, con vistas espectaculares del atardecer.


Llegamos a Dubrovnik antes de que sea noche cerrada sin sobresaltos. Una vez dentro nos cuesta dar con la casa que han alquilado mis amigos, pero lo logramos gracias al GPS.


después de cenar en la antigua Ragusa y dar una vuelta, me despido de mis amigos y me pongo rumbo al aeropuerto. Me meto en la furgoneta sin que nadie me vea y paso la noche la mar de tranquilo, con la excitación de empezar de nuevo mi viaje furgonetero.



La carretera


De vuelta al Adriático


Día 19 / Martes 9 Agosto

Foca




Hoy resulta ser un día largo y lleno de anécdotas; para bien o para mal, a ojos vista uno de los más memorables del viaje. Si, como se repite mucho últimamente, en términos históricos hay épocas en que no pasa nada y meses en que pasan décadas, en los viajes largos sucede algo parecido. Hay días insustanciales, en los que pasas de Bèziers, te quedas en la playa y cuando lo quieres pensar no recuerdas ni dónde dormiste; otros días acaban tan llenos de cosas que los puedes revivir casi minuto a minuto. Hoy es uno de esos días.

Paso una noche sorprendentemente tranquila en el aparcamiento del aeropuerto de Dubrovnik. Estoy en sombra y despierto sin ruido, por voluntad propia y casi al medio día. La furgoneta ha pasado dos días sola, y al tercero dormí; nadie ha dicho nada y el sitio resulta un apeadero más que decente por estos lares, dado el precio, la accesibilidad, la seguridad y, sobre todo, la amenaza de multa por pernocta libre en la zona más densa turisticamente del país. Paseo en menos de lo que dura un cigarrillo a la terminal y tengo problemas con la tarjeta al intentar pagar. Resuelvo el conflicto, llamada mediante, y me hago con el ticket. La furgoneta está lista para la ruta, así que sin más salgo hacia Bosnia.

Mi objetivo es regresar a Sarajevo, puesto que me he quedado con ganas y me apetece encontrarme con conocidos no vistos en mi visita relámpago. No quiero llegar hoy por palizón, así que, después de llenar el depósito, investigo mis opciones a nivel pernocta. Decido, de forma un poco aleatoria y, a la postre, precipitada, dormir en Foca, donde descubro que hay camping. Escarmentado del atasco demencial de la carretera de la costa y además sediento de novedades, me decido por el cruce más oriental y pongo rumbo Trebinje. Nada más dejar la costa atrás  empiezo a ganar altura. Al poco llego a la frontera por una carretera de montaña y dos sentidos en buen estado. Hay un par de coches, y el cruce es sencillo; enseño los papeles en ambos puestos y en ambos recibo un "have a nice trip". Estoy en territorio de la República Spraska, una de las tres subdivisiones con las que acabó el país tras el acuerdo de paz de los noventa. En esta se encuentra la minoría serbobosnia, y parece una serbia en miniatura; los carteles están en cirílico, hay muchas banderas y más iglesias ortodoxas que mezquitas. También carteles y pintadas en homenaje a declarados criminales de guerra, pero esa es otra historia. Al menos fueron juzgados.

Llego en poco tiempo a Trevinje y el GPS me lleva a un aparcamiento cerca del centro, gratuito y con sombra. Hay muchos coches, y aparco con tranquilidad. Tras poner el parasol y hacer acopio de agua y mochila salgo a explorar la ciudad. Lo primero es cambiar la moneda croata que me queda por moneda bosnia y hacerme con algo más de esta. De camino al centro, muy cerca del aparcamiento, encuentro un parque con un monumento a los héroes de la segunda guerra mundial. Está en cirílico, así que no comprendo sus inscripciones.





Tras ese momento socialista giro en busca de un banco. Lo encuentro en una calle cercana. Entro y una señora me atiende después de esperar durante unos diez minutos, y haciendo uso del wifi de la oficina. Tras sacar en el cajero interior me dispongo a explorar un poco la ciudad, que no parece ser más que un pueblo mediano. En un par de manzanas estoy en la plaza, muy grande y con mucha gente. Hay restos de mercado, con varios puestos de venta de fruta, hortalizas y ropa. Muchas terrazas llenas y niños jugando a la pelota. Me doy de bruces con una oficina de información, y en contra de mi costumbre decido meterme. La chica que me atiende habla un perfecto inglés y me recomienda dos cosas; que vea la ciudad medieval, amurallada y con varias mezquitas, y que dé un paseo hasta una iglesia que hay en la cima de un monte cercano. Desisto de lo segundo, pero me decido a hacer lo primero, ya que la muralla de la ciudad vieja está a escasos metros. El sitio es tan pequeño que no hago demasiado uso del mapa que recibo, pero aún así el trato en la oficina ha sido guay.

Salgo hacia la ciudad vieja, y me meto por una de las puertas. En contraste con las afueras y la plaza, la ciudad vieja es totalmente otomana, con calles estrechas, edificios bajos, patios y un par de mezquitas. Tiene un deje turístico, pero más bien local y tranquilo.







El paseo es relativamente corto, y tras tomar un helado cruzo la muralla por la misma puerta por la que he entrado. Me siento a comer en una de las terrazas después de ver el precio accesible. Tanto que pido un vino de la zona; en el último tramo de la carretera había muchas viñas y carteles de región vinícola, por lo que tengo excusa turístico-cultural. Como al ritmo de una orquesta de gente joven que toca en el restaurante de al lado. Entre otras, hacen una rendición de Chamaleon realmente espectacular. A un par de mesas hay una familia, padre madre e hijo, con un mapa abierto que parece discutir sobre carreteras. Después de acabar de comer hablo con ellos, y acabamos cambiando información y señalizaciones en el mapa.




Después de hacer las últimas averiguaciones sobre la ruta gracias al wifi del restaurante (Bosnia es el único país del viaje donde no tengo internet en el teléfono, así que mi manía improvisatoria tiene que ser compensada con un mínimo de planficación) regreso a la furgoneta. Gracias a la sombra no está especialmente calurosa, pero aún así arde un poco. Caen unas lágrimas mientras miro con nostalgia las salidas del Aire Acondicionado. Después programo el GPS y retomo ruta. He comido temprano y con un clima veraniego, pero según avanzo el día la cosa se complica.





Empieza a chispear y un poco más tarde a llover más en serio. La carretera es un tanto precaria, así que decido parar a ver si escampa. Las predicciones no decían que fuera a llover en exceso, será cuestión de un café. Paro cerca de un lago y hago uso del Wifi. Vuelve a salir el sol, así que continúo la ruta. Tras apenas 10 kilómetros reaparece la lluvia y paso un rato más entre nubes.




Al poco se despeja otra vez y por fin conduzco tranquilamente. Durante este primer tramo la ruta es principalmente llana; pasa el ocasional valle, pero hay muchos tramos rectos. La carretera discurre entre campos de secano y granjas. Esto cambia a partir de Gacko, donde me desvío tras repostar. Me acerco al pueblo acompañado por rebaños de vacas a los que a ratos tengo que dejar cruzar. Paro en lo alto del valle, tras el desvío, a disfrutar de las vistas, presididas por la tremenda chimenea de la central eléctrica.






El mapa dice que pocas poblaciones encontraré hasta Foça. A partir de este punto el paisaje se torna más agreste. Primero atravieso bosques verdes muy densos, con lagos cada poco. El cielo vuelve a cubrirse, bañando el impresionante paisaje con una luz un tanto mortecina. De pronto se abre un poco el cielo, mientras se ven montañas a lo lejos y empieza a chispear. El sol, oculto entre nubes, proyecta manchas de luz sobre el paisaje. La carretera se escarpa cada vez más y aparecen los primeros túneles. Es un espectáculo. Disfruto conduciendo, pese al estado horrible de la carretera y al tráfico peligroso. Tengo un par de sitios marcados en el camino, pero el cuerpo me pide seguir conduciendo.






Casi sin darme cuenta llego al famoso monumento conmemorativo de la batalla de Sutjeska durante la II GM, en Tjentiste. Está en un valle muy bonito (para compensar lo horrible del monumento en sí, que tiene tela) y con muy decadentes instalaciones turísticas; se puede describir como un lugar que alguna vez fue muy vistado. Es considerado el centro neurálgico del Parque Natural Sutjeska, el más antiguo de Bosnia; llevo un rato cruzándolo y gozándolo mucho. El monumento en sí celebra el éxito de los partisanos yugoslavos escapando del cerco en que las tropas nazis les habían acorralado; tras un gran sacrificio de vidas el núcleo partisano, con Tito a la cabeza, pudo salvar el pescuezo y protagonizar el futuro de una Yugoslavia unificada que se hizo pedazos tras su muerte. Mola, en contraste con mi tierra, ver monumentos a los buenos de la II Guerra Mundial.

Es justo en ese momento cuando me agobio. Buscando un sitio para aparcar y dar un paseo, me doy cuenta de que casi no hay luz; he estado tan despistado conduciendo que no sé ni qué hora es, y resulta que es bastante tarde. Está atardeciendo, y aún me queda un tramo largo hasta Foça,  donde está el único camping que sé que existe de aquí a Sarajevo. He leído que hay gente que duerme a los pies del monumento, pero la zona, totalmente vacioabandonada y en mitad de ninguna parte, me da un poco de congoja. Decido seguir conduciendo sin acercarme al monumento, estéticamente, por otro lado un homenaje a satán.





Voy encontrado algunos restaurantes al lado de la carretera. Todos tienen pinta de llevar años cerrados, pero alguno no lo está. Paso de largo uno con un cartel manuscrito que dice "AUTOKAMP", es posible que dejen dormir en el aparcamiento. Decido dar la vuelta en cuanto pueda y preguntar, pero pasa tanto rato sin un apeadero o desvío donde voltear que desisto. Apuro todo lo que puedo la demencial carretera, sin quitamiedos ni reflectantes, aunque la oscuridad me ayuda a percibir mejor el tráfico de frente, que en Bosnia no necesariamente viene por el carril contrario.


Dejo atrás los últimos destellos del atardecer cuando felizmente cruzo el Drina, con el distópico paisaje de la zona industrial de Foca, abandonada y cayendo a pedazos. El GPS me manda atravesar el pueblo entero; el camping parece estar a las afueras, pero al otro lado. Paro en una calle ancha a estirar las piernas y fumar un cigarro con tranquilidad, aunque el ambiente me da un poco de repelús y me voy rápidamente. Enfilo de nuevo hacia el centro y según voy por una calle de dos direcciones veo un control de policía. He relatado detalladamente el incidente en la introducción del viaje, así que no me extenderé; un policía tan joven como borracho me marea hasta que me saca 10 E de mordida. Me dejo, presa del agobio por el día largo, el sitio y la circunstancia. Atravieso tan cabreado como acojonado el resto del pueblo, donde por contraste hay muy buen ambiente, con terrazas y mucha gente en la calle paseando, lo que me calma bastante. El GPS parece volverse loco y paso un par de veces por las mismas calles; el motivo parece ser que uno de los puentes está en obra y no se puede cruzar. Pregunto a unos chicos y me dice que hay otro un poco más arriba. Cojo una carretera que parece llevar, pero avanzo demasiado y en un momento dado me doy cuenta de que he salido claramente del pueblo. Doy la vuelta como puedo y regreso. Ando un poco acojonado por encontrarme otra vez al policía de antes. Tras un par de vueltas más consigo enfilar hacia donde el GPS me dice, pero tras llegar resulta que allí no hay camping; es un supermercado. Me bajo de la furgoneta bastante cagándome en el mundo, y empieza a poderme el agobio. Por suerte hay unos chicos enfrente, que se me acercan. Me preguntan algo en Bosnio y yo me quedo un poco de piedra, temiendo que la cosa fuera ya a nivel infernal total. Pero unos metros más allá hay una chica paseando, y cuando ve la escena se acerca a ofrecer traducción; me están preguntando si necesito algo y si pueden ayudar. Primeros sonrío muchísimo, y luego les explico la situación y se muestran indignados con el policía, me dicen que pasa todo el rato y que si quiero me acompañan a denunciar a la comisaría, aunque no serviría de nada. También me dan indicaciones a otro camping, este sí abierto, también en las afueras aunque al otro lado del pueblo. Agradecido, les invito a un cigarro de liar, con el que vacilan y hacen bromas, y nos quedamos un rato charlando todos, con la chica traduciendo. En estos 5 minutos se me pasa el agobio y me relajo; nada como el buen trato de gente extraña para hacerle a uno sentir bien.


Ya tranquilo me voy, con la dirección del camping marcada en el GPS por los chavales, y llego en apenas 10 minutos. La cuesta de entrada tiene tela, pero con mi furgoneta entro de sobra, pese a la total oscuridad. El camping resulta ser muy coqueto; una explanada a orillas del río con servicios, cabañas y un restaurante donde pese a las horas hay gente. El gerente me dice que hagamos el cheking mañana con calma y me ofrece cena. Pido una parrillada para reponer fuerzas.





Día 20
Miércoles 10 Agosto
Sarajevo






Despierto con el sonido lejano de pájaros. He dormido como un lirón y me encuentro plenamente descansado, pero aún así remoloneo un rato en la cama. Es un gusto poder hacerlo sin morir de calor, como estos días atrás en la costa. Cuando por fin salgo, el entorno del camping me deja maravillado.






El río Drina luce un azul extraño, entremezclado con la bruma. No hay sol, pero hace buena mañana. Me acicalo y voy a desayunar a las mesas junto al río, hornillo en mano. Hago café y consulto internet un rato. En la mesa de al lado hay una pareja hablando en francés que me saluda al sentarme. Según hago un segundo café el chico se va, y acabo hablando con la chica, en inglés más que decente. Son de París, y están haciendo un viaje en su coche; pasan algunas noches por libre en tienda de campaña, otras en el coche y otras en camping. Su plan es de naturaleza total, hacer sendas y eso. Me enseña fotos increíbles de algunos sitios donde han dormido. Cuando regresa el chico nos saludamos, pero resulta que no habla inglés. Así que ella, que es de origen turco y, por lo visto, trilingüe, hace de improvisada traductora. Ellos también parten hoy, pero en dirección opuesta, ya que quieren hacer una ruta por montaña. aún así les digo que voy a Sarajevo, y que si me ven por la carretera, que no es difícil dado mi tamaño, me saluden. Nos deseamos buenos viajes y cada uno a recoger su casa rodante. Hace un rato que la bruma del río se ha ido, y luce un sol radiante.





Subir la cuesta a la carretera me resulta mucho más fácil de lo que fue bajarla ayer; milagros de la luz. No sólo ese; lo que ayer noche era un paisaje fantasmagórico presidido por ruinosas chimeneas industriales hoy se presenta de verde y azul. Hasta la ciudad luce distinta cuando la dejo atrás.


Según he leído me espera el mismo tipo de carretera que tuve para llegar aquí, precaria y peligrosa, así que me armo de paciencia. Voy haciendo pequeñas paradas para comprar fruta y tomar café. Una de ellas casi obligado por un doble tráiler de madera que conduce extremadamente lento pero al que es imposible adelantar dada la carretera. Esta, por otro lado, es igual de bonita que ayer, a pesar de haber salido ya del Parque Natural.


El tráfico empieza a empeorar cuando quedan unos 25 kilómetros a Sarajevo, conducimos lentos como caracoles en fila. De pronto, el coche que tengo detrás empieza a pitar. Pita bastante, insistentemente. Parece que me pita a mí. Sólo tengo retrovisores laterales, y va tan pegado que no lo veo bien. Asumo que me está avisando de que algo pasa; quizá se me esté desmontando la furgoneta a pedazos. Milagrosamente aparece un claro en el carril contrario y el coche me adelanta: ¡resulta ser la pareja de antes! Menuda sorpresa. Se han tomado muy a pecho lo de saludar. Se quedan delante de mí haciendo señas de que conduzcamos juntos. Eso hacemos; tampoco es que el tráfico denso permita mucha fluidez de todas maneras.


El coche de estos hace señas de desvío una vez estamos en la avenida de entrada de Sarajevo. Aparcamos a los pies de un edificio abandonado y crujido de balazos. Me cuentan que han decidido cancelar el plan excursionista por el clima y enfilar hacia Sarajevo, y me han visto de lejos. Esto, gente lectora, da cuenta de mi velocidad media. Van a pasar un par de noches en el jardín de una señora que les deja poner la tienda. Quedamos en vernos por la tarde, o quizá mañana. Yo aún no tengo claro dónde voy a dormir, pero de momento he decidido establecerme en el aparcamiento donde dejamos el coche alquilado hace unos días. Hacia allí voy, tras despedirme de la pareja.




Enfilo con ilusión la avenida; la primera vez que la recorrí me enamoré y, aunque la he cruzado en coche otras veces (la última, hace unos días), esta será la primera vez que la conduzca. Pese a ser tremenda, el ritmo de semáforos y cruce de tranvías hace que la travesía resulte agradable y distendida. Me da tiempo incluso a hacer alguna foto chorra.

Llego al aparcamiento sin incidentes, ayudado por el GPS, la memoria y la tremenda ilusión por estar en una de mis ciudades favoritas. Se ha quedado un día veraniego, en contraste con la lluvia de hace unos días, y la calle está llena de gente.




Aparco en el lugar que tenía fichado de antemano; está suficientemente cerca del café de la otra acera como para pillar Wifi. Hablo con el trabajador y cerramos el precio que ya pagamos por el coche, 10 euros por 24 horas.

Tras establecerme, corro a comer Cevapi a mi restaurante favorito; por alguna razón siempre me ha parecido que me gustaba más en ese lugar.




Pago mis ¡4! euros por semejante delicia y fumo un cigarro viendo a la gente pasar. El resto de tarde será para asentarme en la ciudad; tengo ganas de pasar unos días de calma y sin preocupaciones. Hago algo de compra, voy a saludar al hostal y finalmente quedo con una amiga local para cenar. Acabamos tomando copas en uno de mis bares favoritos del mundo: el Zaltna Ribica.


Días 21 a 33

Sarajevo


Paso una primera noche perfecta en la furgoneta. No tengo claro cuántos días voy a estar aquí, pero me da la sensación de que no serán pocos. He tenido la suerte de pillar a Sarajevo poniéndose guapa; en unos días comienza el Festival de Cine. Es la semana grande del año y la ciudad está eléctrica.



El recuerdo de esos días se confunden, pero resultan  ser dos semanas memorables que pasan volando. A pesar de haber llegado rodeado de sol, pasada la primera semana el tiempo vira salvajemente y no para de llover durante días, con temperaturas bajas. De hecho, tengo que hacerme con unos pantalones largos. El día que pasamos con mis amigos fue un poco así, aunque hizo menos frío y sólo llovía a ratos. Por suerte el clima perdona el gran evento y el centro está lleno de referencias al festival. Mi amigo Unkas, el dueño del hostal, me dice que prácticamente toda la ciudad está llena de gente y no hay camas en ningún sitio. Verdaderamente la ciudad está distinta, llena de gente de otros sitios (sobre todo de países de la antigua Yugoslavia) y de vida en general. Choca un poco con lo que vine buscando en Sarajevo, ese reposo y tranquilidad que me enamoró, y resulta a ratos ser incoveniente (tengo que cambiar mis hábitos nocturnos) pero me encanta ver la ciudad así. Por otro lado no soy nada cinéfilo y no me animé a ver ninguna película, pese a que los precios eran muy atractivos. Acabo interactuando con bastante gente que viene expresamente al festival, y la noche final del Sábado resulta un fiestón en toda regla, con las calles del centro tomadas literalmente de gente bebiendo y celebrando.

Por suerte también puedo disfrutar de otros aspectos de Sarajevo. Es una ciudad curiosa desde su mismo urbanismo, que refleja casi más claramente que en cualquier otro sitio la historia del lugar. Pocas ciudades conozco, en ese sentido, tan transparentes como Sarajevo, para bien y para mal. De hecho es más que transparente, es evidente hasta el punto de no poder ser ignorada, sobre todo para los que entramos por carretera; Sarajevo está construida entre montañas a lo largo del río, por lo que ha crecido sólo en la dirección que da salida al valle. El propio recorrido hacia el centro nos mostrará, obviamente en reverso, y de la forma más cruda, los avatares de la Jerusalén de Europa. Pero primero un poco de historia, empezando por la de ese nombre. En este caso, creo que está más que justificada la expresión "una imagen vale más que mil palabras". La imagen de más arriba. Basta con hacer zoom.





Sarajevo es la capital de la República de Bosnia-Herzegovina, una de las dos partes que forman la Federación de B-H. La otra es la mencionada República Sprska, cuya capital es Banja Luka. Esta división es consecuencia de los acuerdos de paz, que dividieron el territorio entre los dos bandos. Mientras que la Federación de B-H concentra a las poblaciones musulmanas y católicas (de etnia croata), la República Sprska es mayoritariamente ortodoxa, eslava y filoserbia.

La mayoría de la población de la Federación es, pues, musulmana, aspecto que se hace notar por la abundancia de minaretes. Minaretes casi siempre de estilo otomano, ya que es durante esta época cuando la ciudad entra verdaderamente en la historia. La parte vieja es totalmente otomana, y está presidida por una gran mezquita. En Estambul pasaría totalmente inadvertida, por tamaño y parquedad, pero en este contexto se presenta majestuosa. Durante la época otomana, una parte importante de los judíos expulsados de los reinos de la península ibérica por Isabel y Fernando (básicamente los que no se quedaron el Tesalónica, donde se escribió la famosa Nana) fueron a parar aquí, y por consiguiente tenían sus sitios de culto. Por desgracia hoy no lo es, pero la antigua sinagoga ha sido convertida en un museo sefardí. Avanzando un poco hacia la parte más moderna están las dos "catedrales" cristianas, ortodoxa y católica. Ambas son tan recientes como feuchas (la ortodoxa, una de tantas, y la católica especialmente ridícula en su neogótico vertiente disney), pero en este caso lo menos importante es su aspecto. Al otro lado del río hay de hecho otra iglesia neogótica, esta ¡protestante!.

De esta conjunción de apenas 4 manzanas viene el apelativo de Jerusalén de Europa. Aunque la convivencia ha sido siempre precaria y, como es conocido, llevó al conflicto directo, en Sarajevo se ve, escucha y huele una mezcla de culturas que atrae y enamora. La ciudad también conserva las cicatrices de esa precaria convivencia, de forma tanto activa (las diferentes señales rojas de las aceras indicando bombardeos, las placas en sitios como el mercado) como sobre todo pasiva; apenas las calles más turísticas del centro se libran de las heridas físicas de la guerra, y la sinagoga no es templo activo.




Las dos iglesias cristianas marcan el límite entre el barrio otomano y el ensanche austro-húngaro, testimonio del dominio ejercido durante el Siglo XIX. Es un ensanche en toda regla, aunque a una escala contenida, acorde con la parte más vieja. El trazado caótico y enrevesado del laberinto otomano da paso al racionalismo reticular, y los edificios son característicos de la época y el contexto. Es bastante chocante, pues en 20 metros se pasa, al menos visualmente, de Asia Menor al corazón de Centroeuropa. Tras un pequeño paseo se llega al monumento a los caídos en la IIGM, una llama que siempre está encendida. Es la avenida de Tito, que corta el paseo peatonal y, entre tranvías y coches, lleva hacia las afueras, con más manzanas reticulares hasta el río y lo que permite la colina al otro lado.





El barrio austriaco se extiende durante un par de kilómetros. En la orilla del río se encuentran casi todos los edificios oficiales, destacando la bonita Facultad de Bellas Artes. La Avenida Tito se vuelve más ancha y densa de tráfico de coches y tranvías; deja atrás la estación de tren, la mítica embajada americana, un par de modernos centros comerciales y se aventura hacia las afueras. Según nos alejamos del centro, la arquitectura cambia radicalmente de nuevo; mientras que las colinas tienen barrios residenciales de casitas pequeñas, el valle está plantado de torres de vivienda de estilo socialista.

Voy a intentar resumir esta naturaleza híbrida de Sarajevo en una sola foto:




Cosas que hacer en Sarajevo:

Comer cevapi y burek.

Explorar los barrios residenciales en las faldas de las colinas. Hay alguna antigua casa otomana en pie y muchas, pero muchas muchas, fuentes de agua increíblemente fresca.

Subir a la fortaleza amarilla para disfrutar de las vistas. De camino se pueden ver las antiguas murallas de la ciudad.

Tomar café por la tarde o cosas por la noche en la zona frente a la Facultad de Bellas Artes, con un ambiente estudiantil muy agradable y abierto.

Explorar el cementerio judío, segundo de Europa por tamaño tras el de Viena. Casi todas las tumbas están abandonadas, y muchas de ellas, mancilladas. Está muy descuidado y es complicado pasear (recomiendo no ir en chanclas), lo que lo hace seguramente más atractivo de visitar. Se encuentra situado en una de las lomas de la ciudad, y tiene bonitas vistas de esta. De regreso al centro recomiendo callejear por el barrio de casas con jardín, hay algunas muy curiosas.

Visitar el Museo de Historia de B-H. Está en la avenida grande, a mano izquierda según se abandona el centro. Se puede ir en tranvía, pero el paseo es, además de agradable, interesante. Se atraviesa toda la zona austriaca, se dejan atrás un par de nuevos "rascacielos" tan relucientes como vacíos (puro pelotazo universal) con sus correspondientes centros comerciales, muchos de los edificios del gobierno, la casi amurallada Embajada Americana y los primeros bloques de vivienda modernos. El museo en sí lo encontré casi vacío, de hecho acabé haciendo conversación con la única persona con la que me crucé. Estaba en parte clausurado por obras, pero lo que estaba expuesto, junto con el edificio en sí (en realidad, un conjunto de museos muy en línea austriaca, en pequeña escala pero bonito) me pareció digno de visitar. Algunas zonas tienen un añejo tinte de museo antiguo, tipo gabinete de curiosidades, y hay algunas cosas locas como maquetas o recreaciones con muñecos. La cafetería del museo, flanqueado por piezas de artillería y tanques antiguos, se llama Tito y está centrado en la figura del mariscal, clave en la construcción y crecimiento del estado yugoslavo plurinacional. Es, curiosamente, uno de los cafés-bar más modernoalternativo de la ciudad, con una terraza muy agradable.


Informarse sobre el conflicto vivido durante la desintegración de Yugoslavia, pero respetando lo que fue y, sobre todo, lo que sigue siendo para la ciudad, el país y sus gentes. Hay en Sarajevo, y especialmente en Mostar, ciertos turistas (nunca suelen ser viajeros) que superan el límite de la curiosidad y parecen dedicarse a un cierto "turismo del morbo" en base a la proliferación de consecuencias palpables, edificios derruidos y tal. Hay bastantes maneras de sumergirse en el conflicto y sus secuelas de forma respetuosa y no intrusiva; desde informarse previamente hasta preguntar a locales si la situación lo aconseja y con máximo tacto. Las heridas más importantes de la guerra son las que siguen vigentes, principalmente las que tienen a los bosnios sumidos en un estancamiento a todos los niveles que dura veinte años ya. Los agujeros de bala en los grandes bloques de vivienda es una más de las pruebas de que las guerras siempre las perdemos los mismos. Siempre, al preguntar y al hacer fotos, piensa si te gustaría que un guiri se parara en tu portal a hacer fotos a los agujeros de la pared. En mi mente depende del guiri, porque si lo hace con buenas formas podrá ser una buena forma de expresarme, que es algo que a casi todo el mundo le gusta hacer. Así que sé un buen guiri y empatiza con los habitantes de Sarajevo; a cambio recibirás un trato cálido y una mentalidad sorprendentemente crítica y cosmopolita.


Tomar café en cafeterías de barrio. Es algo que conviene hacer en todos lados, pero Sarajevo tiene algo especial en este aspecto, seguramente mezcla del combo en cuanto a cultura del café de lo austríaco y lo otomano, grandes potencias en socializar el consumo del preciado estimulante. Si te medio defiendes en inglés, seguramente Sarajevo sea de las capitales de Europa donde más fácil y fructífero resulta ponerte a hablar aleatoriamente con gente. Como en otros países al este del catolicismo, no es extraño compartir mesa en los cafés y sitios de comer populares, sobre todo viajando solo; tres veces me pidieron permiso para sentarse parejas (de amigos, madre e hija, y novios) en mi mesa para 4 de mi sitio de cevapi favorito. Otra vez me pidió sentarse una señora rozando los 60, que resultó ser profesora de inglés y con la que acabé haciendo una interesante sobremesa. Explotar la curiosidad de la gente de Sarajevo es buena idea.

Pasear mucho y, sobre todo, nunca ir de un sitio a otro en línea recta; lo mejor está en los callejones, patios interiores y azoteas abiertas al caminante avispado.































AnchaEsCastilla

Mayo 09, 2017, 21:10:53 pm #3 Ultima modificación: Septiembre 03, 2018, 17:16:24 pm por AnchaEsCastilla
Día 34 / Jueves 24 de Agosto                    Tuzla





Me levanto por última vez con los ya familiares sonidos del aparcamiento. Desayuno en el Ti y Ja, me despido de todos y voy a hablar con el chico del parking para pagar. Llama a su jefe y le acaba rebajando el precio que habíamos convenido el primer día, 10E por 24 horas; al final es como si me regalara un par de noches. Se lo agradezco mucho. Me despido y dejo atrás los charcos de la que ha sido mi casa durante las últimas dos semanas.


Agosto en Sarajevo

El día está medio despejado, y me alejo de Sarajevo entre rayos de sol, por una carretera precaria pero en buenas condiciones. Esta parte del país es definitivamente menos montañosa, pero aún así muy verde; conduzco por una zona que podría ser Euskadi. Apenas hay 130 kilómetros, pero tardo unas horas en hacerlos. Paro un par de veces, como ligero y disfruto las vistas de la central eléctrica a la entrada de la ciudad; hay algo que me atrae de los paisajes industriales.


uf
Poco después el GPS me da otro susto con respecto al gálibo; me manda desviarme por una carreterita que indica claramente 2,5 metros de altura máxima. Por suerte no hay más tráfico y corrijo la maniobra sin problemas.  Vuelvo sobre mis pasos, y esta vez no hago caso al navegador; hay que circunvalar la ciudad, y lo voy a hacer por la dirección contraria a la indicada. Todo sale bien y encuentro el taller sin mayor problema. Está unos kilómetros a las afueras, en una carretera con otros pocos negocios. Es principalmente de camiones, y me atienden muy profesionalmente en un perfecto inglés. Miran la furgoneta y deciden que el problema está en la piña de mandos (con el tiempo sé que no era ese el problema, pero me vino bien el cambio igualmente; lo de la luz larga se solucionó temporalmente y pude usar por primera vez cosas como el agua del parabrisas o el retorno automático de los intermitentes, que no funcionaban), calculan y me dicen que mejor me presente mañana a primera hora y lo tendrán listo después de comer, tras dar en el ordenador con un recambio disponible. Creo que he tenido suerte, y alegre me despido hasta mañana; no tengo otra que pasar el resto del día y la noche en Tuzla, de la que no sé absolutamente nada más allá de que tiene un taller oficial de Iveco. De camino al centro de la ciudad bordeo un edificio de varias plantas coronado por un logo calcado al de la serie Mr. Robot; esto de los logos y la serie está pasando a ser cosa real más que paranoia mía.


hey mister!



El GPS me indica un aparcamiento público muy cerca del centro, y allí decido quedarme. No tiene baño ni servicios, pero a 3 Euros el día y con un par de bares a 50 metros me parece un digno Furgoperfecto. Pongo el ticket (gracias a dios la máquina está en varios idiomas) y me voy a la terraza de uno de los bares a tomar café y tirar de Wi-fi. Investigo un poco sobre la ciudad mientras fumo un cigarro.



El edificio del fondo mola

Lo primero que llama la atención al buscar en google Tuzla son las imágenes de aguas cristalinas, playa y sombrillas que se obtienen. ¿En mitad de Bosnia? Sí. Resulta que en Tuzla hay varios lagos donde la gente se baña como si de playas se tratara. Y, de hecho, son de agua salada. Uno de los más grandes está en pleno centro. Investigando un poco más descubro que su origen no es natural; son el resultado de siglos de explotación minera de la zona. Durante miles de años Tuzla ha sido un gran centro de extracción de sal (como aprenderé más tarde, sal en turco es Tuz), y los lagos son producto de los desplazamientos de tierra provocados por los túneles. Algunos de esos desplazamientos debieron ser muy locos; hay zonas de la ciudad hundidas hasta 16 metros con respecto a su altura original.


Hoy en día la actividad minera ha cesado prácticamente, pero su huella tiñe todos los rincones de la ciudad; hasta los hinchas del equipo de fútbol local se llaman "Salt City Boys", como compruebo en varios murales. No está el día para bollos de bañarse, pero hago nota mental. He dado con dos chicas locales gracias a una conocida aplicación de teléfono, quedamos para tomar un café. Me proponen vernos en un sitio al lado de un parque, a apenas 10 minutos de paseo desde el FP. Tras asearme y cambiarme voy, y paso una tarde muy agradable viendo un poco la ciudad; las diferentes mezquitas, la bonita iglesia ortodoxa, las muy animadas calles peatonales del centro, con monumentos a víctimas de bombardeos (en Tuzla ocurrió uno de los últimos grandes bombardeos de la guerra) y mucha gente en las terrazas, plazas y calles. Las chicas me dicen que mañana hay conciertos en rap en un parque cercano y me invitan a apuntarme. No había pensado en quedarme otra noche extra en la ciudad, pero me parece un gran plan y si las chicas me han caído genial asumo que su grupo de amigos será igual de majo. Después de cenar me voy pronto a dormir, que mañana tengo que madrugar para estar a primera hora en el taller.


Tuzla desde lo alto


Día35 /  Jueves 25 de Agosto          Tuzla

Despierto, por primera vez en días, forzado por la alarma del teléfono y, tras asearme un poco voy al bar de al lado a tomar un café rápido. Sin perder mucho tiempo pongo rumbo al taller, que encuentro fácilmente. Al entrar me dicen que efectivamente han conseguido la pieza, y que en unas horas me la tienen puesta. Dejo la furgoneta en su sitio y no me queda otra que esperar allí hasta que todo esté listo. Cojo el ordenador y un par de aparatos de música que llevo y me voy a una sala de espera que tienen habilitada; no es más que una caseta al otro lado del aparcamiento, pero es cómoda, con baño, aire acondicionado y Wifi, y está vacía. Allí paso la mañana muerta intentando escribir y cacharrear.


así toda la mañana


Tengo la mala suerte de que aún queda un rato de trabajo llegada la hora de comer, así que tengo que esperar el descanso y hacerme con algo de comida. No lo he previsto, podría haber preparado algo en la furgoneta, pero el encargado me dice que hay un puesto unos cientos de metros carretera abajo. Me da bastante mala onda caminar por el arcén, pero resulta mucho menos peligroso de lo que imagino porque hay más o menos sendero en paralelo y apenas tengo que pisar la calzada. Lo malo es que el puesto está justo después de una curva y en el otro lado, así que tengo que cruzar de forma un tanto arriesgada. El sitio es bastante cutre y ofrece básicamente kebab. Como sin prisa y al rato me dirijo de vuelta al taller, esta vez evitando cruzar por la curva. Apenas me da tiempo a establecerme de nueva en la sala de espera cuando me avisa uno de los chicos de que han terminado el trabajo. Cruzo a la oficina, compruebo que está todo bien y pago con tarjeta. Son muy majos y me regalan una camiseta de la marca. Ahora siento que soy parte del equipo. Agradecido y contento con la nueva piña (¡ahora los intermitentes se quitan solos!) regreso al furgoperfecto.



Con la camiseta consigo cubrirme el sablazo que me acaban de meter


Doy otra vuelta por el centro, hago compra para la cena y vuelvo a la furgo a cocinar, cenar y cambiarme. Pronto salgo otra vez a encontrarme con las chicas, con las que paseo hasta un supermercado para suplirnos de bebida. Después vamos a la zona de conciertos y allí nos juntamos con sus amigos. Es un parque y está lleno de gente, principalmente joven pero de edad bastante variada, y hay muy buen ambiente.  Entre tragos voy conociendo a los integrantes de la pandilla, todos muy majos y curiosos por mí y mi viaje. Me entiendo con ellos en inglés sin problema, aunque no así del concierto; es totalmente en bosnio, todos son artistas locales. Me entero por estos de que Tuzla es el centro de la incipiente escena hip hop de Bosnia, por delante de Sarajevo, en competición con esta, y esta noche todos son artistas de aquí jugando en casa. Lo poco que sé de música en la ex yugoslavia es que casi toda la escena de grabación y producción se concentra en Belgrado, desconocía esto del Hip Hop en Tuzla y me parece una auténtica suerte habérmelo encontrado. A diferencia de otras personas de mi generación nunca me interesó el rap en mis años formativos, y ha sido recientemente cuando he empezado a explorar el género, así que me causa  mucha curiosidad ver qué hacen por aquí. Primero actúa un dúo, tienen bastante flow y la gente corea muchos de los estribillos. Después de hacer bises y un pequeño descaso, sale el que se supone es artista principal, acompañado curiosamente de uno del dúo anterior. La gente se enciende y corea prácticamente todas las canciones. Es un tipo no tan joven, posiblemente en la cuarentena, y a veces anda un poco justo de pulmones, pero es verdaderamente bueno y no paramos de bailar como locos. Esta gente me intenta explicar un poco las canciones y traducir alguna rima. Hay un estribillo en el que grita "No pasarán, no pasarán". Pregunto a esta gente y me dicen que sí dice eso, y que sí saben que se refiere al Madrid asediado. Me alegra mucho la referencia madrileña en un contexto tan inesperado, y paso el resto del concierto encantado de la música y la compañía.



como un fan


Cuando aquello acaba, a las tantas, nos ponemos de camino hacia el centro. Allí me despido del grupo de gente, muy agradecido del trato que me han dado y lo bien que me han acogido. Con las chicas quedo un momento mañana para tomar café antes de irme en el sitio de ayer, al lado de la furgo.




Día36 /  Viernes 26 de Agosto                      Belgrado (Camp Dunav)






Despierto tarde y con resaca. Medio resucito con el primer café en el bar de al lado, pero sobre todo, el segundo en compañía de mis nuevas amigas. El día está radiante y nos sentamos en la terraza del bar donde nos conocimos. Hacemos unas últimas fotos instantáneas, las cuales me acabo quedando como recuerdo, y nos despedimos esperando encontrarnos pronto de nuevo. Aprovecho el paseo de vuelta a través del centro para comprar un tremendo bidón de agua. Aunque aún no es la una decido comer una pizza para conducir tranquilo el resto del día.


De pronto estoy en Euskadi


Salgo sin problemas de Tuzla y me encamino a la frontera por buena carretera. El paisaje cambia según me acerco a Serbia; se nota que estamos dejando atrás las montañas para acercarnos a la meseta que rodea el Danubio. Tengo un poco de pánico a esta frontera, he leído cosas horribles sobre atascos de horas y horas, y la otra vez que crucé de Bosnia a Serbia, en autobús, tuvimos que esperar más de una hora en total. Esta vez me aproximo sin problema y no tardo más de 20 minutos en pasar, tras hacer una mínima cola. Eso sí, dejo atrás cientos y cientos de camiones que sí parecen estar esperando para cruzar. Los conductores se reparten por la calzada, algunos tienen verdaderos campamentos montados. Se ven grupos, y también algunos solos. Me alegro mucho de no estar en su situación. Es algo que veré en muchas otras fronteras, no acabo de entender el sistema; ¿supongo que les dejarán pasar en tromba en momentos determinados?


Entro a Serbia sin problema, y pronto doy con una autopista. Es de peaje, aunque no muy cara, y está increíblemente bien; llevaba sin conducir tan cómodamente desde Croacia. También cambian las señales; como pasaba en la República Sprska, aquí se usa el cirílico. En la autopista no resulta ser problema, y cuando al rato paro, tampoco. En los peajes hay empleado, y todos hablan inglés más que correcto. Se puede pagar con tarjeta. Al rato paro a repostar, y resulta ser una gasolinera muy nueva y moderna. Hay cajero, así que saco mis primeros dinares. ¡Los dinares! Billetes raros y brillantes, como de juego de mesa. En los de 100 sale Tesla, sí señor. Tras repostar, tomo un café y configuro el teléfono para recuperar mi conexión normal a internet. Había calculado pasar más tiempo en la frontera y por tanto no llegar a Belgrado, pero creo que sí puedo conseguirlo antes de que anochezca. Encuentro dos posibilidades de pernocta, un camping a las afueras y un área en el centro. Como el de las afueras me pilla de camino y está en un desvío bastante limpio desde la carretera meto ese en el GPS pensando en decidir más adelante si seguir hacia la ciudad o no. Recupero marcha.



La carretera es un poco aburrida, pero muy cómoda y moderna. Los serbios conducen tan locamente como los bosnios, pero tanto los coches como la vía transmiten mucha más seguridad. Por otro lado, los conductores parecen amables, dejan cambiar de carril sin problema y no me dan mucho la lata por mi velocidad precaria. Empieza a atardecer según me acerco a Belgrado, así que decido tirar directo al camping que tengo marcado. Me desvío de la autopista, pero una vez fuera me cuesta encontrarlo; al final pregunto y doy con la entrada, semiescondida entre unos árboles. Hay una parada de autobús a pie de puerta. Entro y empiezo a avanzar; resulta que hay más de un kilómetro hasta el camping en sí, que está justo a la orilla del Danubio.


Hago el check-in rápidamente para tener un poco de luz al elegir parcela. De momento reservo una sola noche, porque me parece que es mucho andar hasta el autobús, y aún así estamos a bastantes kilómetros del centro. Los foros y, especialmente, mis recuerdos de hace unos años señalan Belgrado como una de las ciudades con mayor y mejor vida nocturna de Europa; estar tan lejos del centro es mala cosa en ese aspecto. Me pego un largo y agradecido duchazo, lavo un poco de ropa y hago la cena mirando al río. Los famosos mosquitos del Danubio apenas hacen acto de presencia, y disfruto bastante de mi primer anochecer en Serbia. Aprovecho un poco internet, tomo una copa de vodka que sobró de Tuzla celebrando el gran río y me acuesto con bastante cansancio en el cuerpo.


Mi casa en el Danubio


Día 37 / Sábado 27 de Agosto                Belgrado (area infame en el centro)



Hace un sol radiante que se refleja sobre el Danubio según preparo el desayuno. Es un río realmente grande, creo que no sería capaz de llegar a nado al otro lado. Por otro lado, eso es lo mismo que decir nada. Después de recoger la ropa que lavé ayer y fregar todo me doy una ducha y me dispongo a pagar el camping. He decidido que voy en furgoneta a la ciudad, veo el otro sitio y decido, ya que he leído comentarios regulares sobre el área. Salgo sin problema y me incorporo a la autopista de ayer. Sin más empiezo a ver a lo lejos las torres de Novi Beograd, el suburbio socialista de arquitectura satánica.



Satán es mi Señor


Se me ha hecho medio tarde, así que decido ir directo a la ciudad, buscar un aparcamiento donde aparcar para dar una vuelta y tirar al área a última hora, ya para dormir. Consigo entrar más o menos fácilmente en la ciudad y me dirijo a la estación de tren. Desgraciadamente, el aparcamiento está completo. Voy a la cercana estación de autobús, y también tiene el aparcamiento completo. Voy hacia un tercero que tengo marcado, también descubierto, pero al intentar entrar el empleado me dice que no se admiten autocaravanas. Le intento convencer de que soy una furgoneta normal y que sólo quiero aparcar unas horas, pero obviamente no lo consigo. Encuentro un sitio a la sombra en la calle, pero el tiempo máximo de aparcar son dos horas, y no me compensa.


Mareado y ya hambriento, me rindo y decido ir directamente al área. Configuro el GPS pero me despisto en un giro y acabo saliendo a la autopista por la que he entrado, en la dirección errónea. Tras unos kilómetros consigo cambiar de sentido y ya sin mayor problema voy hacia el lugar de pernocta. La zona no es muy tranquilizadora; una especie de avenida industrial con negocios pequeños y de aspecto semi destartalado. Llevo fotos del sitio y el lugar exacto marcado en el navegador, pero aún así no lo encuentro; no hay carteles ni nada parecido. Paro a preguntar en un puesto de lavado de coches, y el encargado me dice que está al lado, en una tienda de muebles. Me quedo un poco extrañado pero para allá voy, después de dar la vuelta dos veces. Entro a la tienda de muebles y resulta que sí, ahí es; hay una autocaravana aparcada en el jardín y una columna con tomas de electricidad. Sale a recibirme un señor sin dientes que no habla nada de inglés, pero me lleva dentro de la tienda, donde una chica joven me confirma que sí es el área, me dice los precios y me informa sobre buses y tal. No hay baño más tarde de las 15 horas, cuando cierra la tienda, y tampoco hay nadie vigilando por la noche. Aún así el sitio no es caro y, pese a que es horrible y no tiene ni un centímetro de sombra, decido quedarme al menos una noche. Aparco y tras asearme un poco me voy corriendo a coger el autobús; la parada está a apenas 200 metros del sitio.



La infamia hecha área AC


El paseo no es agradable; hace un sol de justicia y no hay ni una sombra en la acera. Por suerte el autobús no tarda en llegar. Nadie paga, literalmente. Ya conozco Belgrado, estuve hace años durante mi viaje mochilero balcánico, pero me apetece visitar de nuevo; me dejó un gran sabor de boca y muchas ganas de volver. Me animo escuchando música en los auriculares y mirando el subir y bajar de gente. Seguimos la avenida prácticamente sin desvío, desandando parte del camino que he hecho con la furgoneta. Es una lástima no llevar bicicleta, sería un recorrido perfecto salvo por las insanas velocidades del tráfico rodado.


El trayecto apenas cumple veinte minutos cuando termina, vomitando a la marabunta de viajeros detrás de la Plaza de la República. Lo primero es lo primero, tengo un hambre increíble y necesito comer cuanto antes. Acabo haciéndome con dos trozos de pizza bastante reguleros pero muy baratos, los como al vuelo y me oriento una vez llego a la plaza. No tengo grandes planes, más allá de pasear por unas calles que encantaron la otra vez. Quizá visitar el templo de San Sava y comprobar el progreso de su construcción, posiblemente ver el atardecer en la fortaleza sobre la confluencia del Sava y el Danubio.


De momento busco un café donde consultar internet. La otra vez me dejé sin ver el Museo de Historia Yugoslava, donde principalmente está la llamada "Casa de las Flores", la tumba donde está enterrado Tito, el que fuera líder de Yugoslavia hasta su muerte. Decido hacerlo mañana; hoy lo voy a dedicar a pasear por la zona centro. Belgrado apenas tiene centro histórico antiguo ( pese a su larga historia; fue un bastión importante en época romana, como uno de los limes del Danubio) debido a la destrucción que sufrió en las dos guerras mundiales, pero para compensar cuenta con uno de los ensanches más impresionantes que yo he visto en Europa; no muy grande, pero sí espectacular y agradable. Hay bastantes edificios modernistas y art decó, recuerdos del Imperio Austro-Húngaro.

Fumo un cigarro en la plaza Terazije, disfrutando de las vistas; el mítico hotel Moskva, con su fachada como de cuento romántico; el Palacio Albania, que no estaría de más en el Chicago de los años treinta...













Desde allí voy a la muy cercana iglesia de San Marcos, que no visité la otra vez. Están diciendo misa, y me quedo un rato a mirar; es la primera vez que veo un rito ortodoxo. Todo el mundo está de pie, formando naturalmente dos grupos divididos por un pasillo. Casi todas las mujeres están de un lado y casi todos los hombres del otro. La mayoría de mujeres llevan el pelo cubierto con velo. La iglesia es más bonita por fuera que por dentro. Del espartano interior destacan los tremendos capiteles.





No tengo ganas de perder mucho tiempo en la misa, y decido bajar la avenida grande hasta San Sava. Compro un helado en el camino y no tardo mucho en llegar. El inacabado templo de San Sava es la iglesia ortodoxa más grande del mundo. A primera vista exterior parece una copia regulera de Santa Sofía. La accidentada historia del templo empieza a finales del Siglo XIX, cuando un grupo de nacionalistas serbios se juntan para proponer la construcción de un templo dedicado a San Sava sobre el lugar donde supuestamente había sido incinerado para conmemorar los 300 años de su martirio a manos turcas. Se presentaron varios proyectos, pero fueron todos rechazados.  La cosa se estancó durante varias décadas, hasta que fue retomada en 1935, cuando empezaron las obras del actual edificio. La Segunda Guerra Mundial volvió a parar el proyecto, que no volvió a ser retomado hasta 1985, en pleno salto de Belgrado desde el socialismo multicultural de la Yugoslavia laica y unida hacia el nacionalismo genocida cristiano de la siguiente década. El exterior se terminó en 2003, y el interior está prácticamente sin hacer. La construcción está financiada íntegramente por donaciones, y va extremadamente lenta; apenas se han añadido unos primeros acabados en piedra blanca a los pisos inferiores desde mi anterior visita, hace unos años. Aún así el espacio impone un montón. No tengo claro si es debido a los plásticos que tapan casi todo o si es el diseño en sí, pero el interior del edifico resulta increíblemente oscuro y lúgubre, dando casi sensación de cueva. Grandes piezas de hormigón armado montan la estructura de algo que quiere parecerse a una gran iglesia oriental.




La visita resulta una experiencia curiosa, aunque tengo que andar todo el rato controlando mi cenofobia; los espacios tan grandes y vacíos suele matarme, así que no miro mucho hacia arriba. Me refugio en una pequeña capilla lateral habilitado para rezar, totalmente llena de iconos. Allí, sentado en un banco, por primera vez en mi vida observo el ritual de literal adoración a las imágenes. Los  fieles hacen tres prostraciones, el signo de la cruz otras tres y luego besan el icono. Tras el beso, repiten la secuencia de postración. Así con todas las imágenes, como si fuera un tour. No las cuento, pero debe haber unas quince, y la gente las adora con auténtica veneración. Esa adoración de los iconos es una de las señas de identidad de las iglesias ortodoxas, bastante rara y ajena en Occidente pero un tema muy candente y definitorio en los siglos primeros e intermedios de la historia del cristianismo.


No creo que sea este el lugar para extenderse sobre las disputas iconoclastas, pero así en resumen fueron un conflicto político-religioso que dominó el mundo romano oriental durante los Siglos VIII y IX. El movimiento iconoclasta nace como reacción al auge increíblemente exitoso del Islam. Los romanos creían verdaderamente que era la divinidad la que concedía la victoria en los campos de batalla. Las antiguas águilas de Júpiter que acompañaban a las legiones fueron cambiadas muy orgánicamente por imágenes de cristo o de su madre. Ya en los tiempos de la gran guerra con los sasánidas, Heráclito marchó a Mesopotamia declarando la "guerra santa", e hizo de la liberación de Jerusalem de los infieles (zoroástricos, en este caso) todo un show propagandístico. Los musulmanes seguían los mismos mandamientos hebreos de moisés que los cristianos, pero al parecer más a rajatabla; si realmente estaba prohibido adorar falsos ídolos, esto que hacían los cristianos de pintar y venerar santos y personajes de la narrativa cristiana bordeaba lo pagano, si es que no lo era directamente. Besarlos ya tal. Esa flexibilidad romanocristiana había permitido absorber toda una simbología helenístico-propagandística en los usos estéticos y litúrgicos de los cristianos, pero ahora, frente al nuevo rival, se presenta como desventaja. A pesar de la (los cristianos dirían) milagrosa supervivencia del Constantinopla y, por tanto, la cristiandad tras el asedio árabe de 717-718, el mundo romano cristiano se tambalea política y religiosamente. Los teólogos se preguntan qué han hecho mal para perder el favor de dios, a costa de esas tribus del desierto que habían sido clientes y peones en las guerras sasánidas, al margen de la historia durante siglos. Por su parte el nuevo emperador, León III, un niño refugiado de guerra sirio que llegó al máximo cargo del Estado en un momento crítico y salvó la capital de los cristianos de una segura desaparición, estaba furioso con la clase monástica. Además de ser consciente de que el poder que acumulaban era contraproducente para un Estado en su hora más baja (exenciones de impuestos, privilegios administrativos y eso), esta amplia clase monástica intentó, aprovechando la crisis rollo doctrina del shock, una extrema campaña de autobombo dando a entender que habían sido los iconos, sacados en procesión día tras día, los que habían salvado la Reina de las Ciudades, y no los valerosos esfuerzos de los ciudadanos que la defendían, coordinados por su Emperador y sus funcionarios públicos. Aunque muchos en la ciudad juraban haber visto a una doncella cubierta de azul espada en mano dirigiendo la defensa de las murallas, la mayoría de la politeia de los romanos estaba en contra de esa visión intercersora, que minimizaba tanto sus sufrimientos como su final heroicidad. En cualquier caso, y pese a haber sobrevivido a uno de los asedios más épicos de la historia (sólo superado, mil años después, por el que finalmente consiguió poner Nueva Roma en manos de los seguidores de Mahoma), los romanos habían perdido no sólo lo recuperado a los persas tras siglo y pico de guerra; tres cuartas partes del territorio anteriormente dominado estaban en manos sarracenas, y no sólo eso; eran las provincias más urbanas, ricas y molonas. Egipto, Mesopotamia, Siria... Ese oriente cuna del cristianismo y la civilización antigua se perdió para siempre. El trigo egipcio que se repartía gratuitamente en Constantinopla dejó de llegar, así como escuadras enteras de dromones cargadas del oro de los impuestos orientales. Era una auténtica hecatombe y, en un Estado que vivía (como argumenta Anthony Kaldellis en su reciente y revisionista libro The Byzantine Republic) en la tensión constante entre un relato oficialista piramidal-teocrático y una realidad social "republicana" en el sentido populista de la Rex Publica, esta se resolvió con cambios tanto político-sociales como religiosos. El más importante, aunque seguramente magnificado por las consecuencias que trajo más que por su significancia en ese momento, fue la conocida como "destrucción de los iconos", dando comienzo al periodo iconoclasta.

Como muchas veces en la Historia, el testimonio que nos queda de esa época está exclusivamente escrito por los que posteriormente ganaron el conflicto; los icónofilos, en este caso. No queda ningún testimonio de los argumentos en contra de los iconos, las medidas legales concretas que se tomaron y la realidad de los cambios en el día a día de la gente. El relato que posteriormente se creó está teñido de represión contra los practicantes de la verdadera fe, historias de martirio y santidad, pero hoy en día se cree que en primera instancia, lo único que se hizo en el plano religioso fue retirar determinadas representaciones figurativas de lugares prominentes, y declarar que se podía venerar a los santos y tal, pero adorar adorar, sólo a Dios, intentando resolver el conflicto de una forma semántica, típicamente constantinopolitana. Esto se redujo a la capital y a lugares en Siria, donde el movimiento había tomado forma y peso; en otros territorios romanos, como por ejemplo Italia, aquello no tuvo ningún tipo de importancia en un principio; de ahí, de hecho, la supervivencia de todos los mosaicos de Ravenna. Políticamente sí debió haber muchos cambios, y la iconoclastia se enmarca en un conflicto mayor con dimensiones sociales, políticas y económicas. El Estado luchó contra la acumulación de poder de los monasterios, se les quitó una de sus principales fuentes de ingresos (la elaboración de iconos) y se usaron esos fondos para reconstruir un estado tambaleante tras el desastre de las últimas décadas. Se colectivizaron tierras de propiedad eclesiástica y se racionalizaron los menguantes recursos para asegurar la supervivencia de los romanos.


Pasado el tiempo, fue una mujer, ejerciendo en solitario de Emperatriz, Irene, la que restauró por primera vez los iconos, en 787. Fue un proceso complicado, pero principalmente político. Una de las cosas que lo impulsaron fue que, como mujer, Irene no podía dirigir las tropas y, por tanto, no contaba con el apoyo ciego del ejército de los emperadores soldado, hasta el punto de que sus principales generales eran a la vez rivales políticos más o menos en la sombra; tampoco era universalmente popular entre la nobleza y, principalmente, dada su forma bastante poco ortodoxa de llegar al poder, entre la burocracia estatal, por lo que se apoyó en la clase monástica para contrarrestar a sus rivales por el trono. Tanto ejército como nobleza y burocracia se había beneficiado a su vez de las políticas de los emperadores iconoclastas, metiendo mano a los bienes incautados y las parcelas de poder abiertas. El éxito de Irene fue más político, pues, que religioso, pero el tema es importante porque fue en este momento donde se construyó el relato por el que conocemos este periodo histórico de los romanos, el más oscuro y menos documentado de todos. En los escritos del concilio que restauró los iconos se atestiguan destrucciones de imágenes y exterminio de disidentes, pero es sabido hoy en día que esto no se dio, o se dio en una escala muy pequeña y como medida política principalmente. De hecho, como símbolo de la restitución de las imágenes se "restauró" un mosaico en la puerta ceremonial del Palacio Sagrado, la Chalke, que había sido supuestamente mancillado por los iconoclastas; se tiene casi total certeza de que nunca había estado allí, pero el relato fue acogido con alegría y el mencionado icono tuvo una importancia vital en los disturbios que dieron comienzo al segundo periodo iconoclasta.

Otra derrota militar catastrófica (esta vez a manos de los Búlgaros, en Plisca en 811) sembró el camino a este segundo periodo iconoclasta. Esta vez tuvo tintes aún más políticos, ya que ambos bandos, y sobre todo, los iconófilos, tenían toda una narrativa anterior de lucha a la que recurrir y documentos de legitimidad conciliar que defender. Se sabe que esta vez sí hubo más severidad en cuanto a la restricción de los iconos, como atestiguan varios restos de esa época; por ejemplo, la remodelación de Hagia Irene en Estambul, con su ábside minimalista de cruz y fondo dorado. Fue otra mujer emperatriz, Teodora, la que dio fin a este segundo conflicto iconoclasta, en 843, hecho que aún hoy se celebra en las iglesias ortodoxas como "el triunfo de la Ortodoxia". La principal huella física que nos queda de aquello se puede ver aún en Hagia Sophia; para celebrar el triunfo de los iconos, Teodora mandó realizar el tremendo mosaico de la virgen que aún está ahí en el ábside.


Toda esta vuelta histórica para contextualizar mi disfrute observando la ceremonia por primera vez. No es lo mismo leer sobre historia, sobre política, agencias y doctrinas, que ver la realidad plausible de aquellas en práctica. Sin desmerecer la fe o querer faltar al respeto a los creyentes, ese ceremonial tan definitorio no es más que contigencia histórica, política de hecho. La ausencia de todo este conflicto político en las partes occidentales del cristianismo hace a los ahora católicos totalmente ajenos a esas costumbres, ya que no se vieron en la necesidad de adaptar ni fe ni administración religiosa a la nueva situación en la misma medida; aún pasarían décadas hasta que el patriarca de roma supiera de la existencia de los seguidores de Mahoma. Aún así, el propio acto de veneración de los icono DEFINE hoy día su fe, la legitima diferencialmente, por mucho que viole  sin ambigüedad un mandamiento de los supuestamente inviolables. Los romanos pedían pequeños favores a las estatuas de los dioses y veneraban los retratos de sus ancestros; los cristianos ponen velas a los santos y besan sus retratos. Ese continuo de transformación histórica me fascina, sobre todo visto en algo que, desde una perspectiva personal de niño criado donde me he criado y con el relato con el que me he criado, debería ser la cosa más inamovible y menos cambiante de todas, el cristianismo. Disfruto del trasiego de reverencias entre estas reflexiones, uno de esos momentos sublimes que es posible encontrar en mitad de los viajes.


Al salir está atardeciendo, y paseo de regreso al centro intentando no repetir camino. Estoy cansado cuando llego a la plaza de la república, así que cojo algo de cenar y me siento a esperar al autobús. Aunque hay mucha gente consigo sitio, y con ayuda de la foto mañanera al cartel consigo acertar con el nombre en cirílico de la estación. Tengo un momento de tensión con un par de perros callejeros mientras camino los escasos trescientos metros a la furgoneta, pero al final queda todo en susto. Abro la verja y la cierro tras entrar; el lugar, la verdad, es bastante poco seguro, pero imagino que menos es nada, y al menos tengo baño por la mañana y Wifi. Me acuesto sin más, sintiendo el cosquilleo en las piernas de todo un día de paseo.


Día 38 / Domingo 28 de Agosto             Belgrado (area infame en el centro)



Intento apurar el sueño todo lo que puedo, pero el maldito calor me obliga a salir de la furgo bien temprano. Me siento un rato en la poca sombra que encuentro al otro lado de la parcela, pero aún así es demasiado; decido ponerme una camiseta y entrar a la tienda de muebles. La chica que estaba ayer me saluda amablemente y me ofrece un café. Lo acepto y me dice que me puedo sentar en una de las mesas de exposición a desayunar, usar el ordenador y disfrutar del aire acondicionado. También puedo usar el baño. Así que allí me veo, en un baño de oficina haciendo lo que uno hace por las mañanas en el baño. Después investigo un poco sobre lugares a visitar hoy. He pensado repetir visita al Museo Tesla, que me encantó la otra vez, pero prefiero descubrir algo nuevo: la Casa de las Flores, la tumba donde descansa Tito. Descubro que no está en el centro, sino dentro del recinto del Museo de Historia Yugoslava, así que hay más cosas que ver además de la tumba en cuestión. Me animo por lo tanto a ir. Veo que puedo tomar un bus en la propia plaza donde me deja el mío, y luego caminar unos veinte minutos atravesando un parque. Como se me ha hecho media mañana decido comer un bocadillo en un puesto que hay junto a la parada del autobús, y con eso voy servido y hago el cambio de línea sin problema. Por segundo día y a imitación del cien por cien de los locales, me abstengo de pagar.




Me bajo en la última estación, como ayer, y busco el siguiente bus a tomar. Este no tarda en pasar y, aunque me cuesta un poco entender las paradas al estar en cirílico, pregunto a una chica y esta me indica cuando llegamos a mi parada. Desde aquí me espera un paseo de unos veinte minutos, a través de un parque, asistido por el teléfono. Paso por debajo de una autopista, a través de un barrio de casas con parcela muy tranquilo y agradable.









El museo, ¡por fin!



El parque es precioso, y además resulta ser un alivio; su densidad y sombra regalan un agradable fresco durante el resto del trayecto, que tampoco es muy largo. Al final del parque hay una avenida que, tras  5 minutos de paseo, me deja en mi destino, el Museo de Historia Yugoslava.

El complejo tiene varios edificios. Por un lado el museo en sí, de diseño inconfundiblemente setentero. Anexo a este están las salas donde se exhibe, de una forma amontonada pero ordenada, toda suerte de memorablia de la época yugoslava y de Tito. Por último, está la llamada Casa de las Flores, donde se encuentran la tumba del mariscal y su esposa. En realidad se trata de una casa que se había mandado construir durante los últimos años de su vida, pero tras ser enterrado allí se generó la costumbre de llevar flores y desde entonces se le conoce por ese nombre. La entrada no es cara para nada, y no recuerdo si es necesaria para todo o sólo para el museo. Todo el recinto está rodeado de un amplio jardín lleno de esculturas, de carácter político y propagandístico, incluida alguna tirando al expresionismo abstracto, testimonio de la singularidad, también en eso, del No Alineado régimen yugoslavo.


Entro primero en el museo, que resulta estar más bien vacío. No sé si por naturaleza o remodelación, pero apenas algunas esculturas, en muchos casos reproducciones en pequeño de las que hay expuestas en el jardín. Lo más interesante es un pequeño cine donde se emite un documental propagandístico sobre la figura de Tito realizado posiblemente en los 70.


Me siento a verlo, y resulta interesante lo transparente que es en cuanto a los puntos que intenta vender. Empieza el relato, como tantos otros, entre las ruinas de la segunda guerra mundial, contando la historia de la opresión nazi y la consiguiente resistencia partisana, multiétnica y plurinacional. Se enfatiza el carácter heroico de Tito y el relato de resistencia, lucha y victoria contra un opresor sobre todo ideológico (el fascismo) versus un otro extranjero (los alemanes), como pasó en casi todas las naciones vencedoras del conflicto, tanto a uno como a otro lado del telón de acero. Lo innegable desde el punto de vista histórico es que los partisanos liderados por Tito fueron la fuerza de resistencia más efectiva contra los nazis y sus aliados. La fundación de la nueva Yugoslavia, tras los desastres de los anteriores proyectos políticos de la zona en el siglo anterior, estará narrada y pensada desde el antifascismo, a falta de cualquiera de las herramientas de las que disponían los estados nación europeos para crear un "nosotros" constituyente. Después de establecer machaconamente este marco conceptual, el documental muestra el teatro en el que se moverá la unión tanto para dentro como para afuera. De cara a dentro, lo primero que hace es no mostrar; en un documento tan obviamente propagandístico cada detalle cuenta, por lo que no es casual el hecho de que se omita la colaboración de ciertas élites de algunas de las minorías étnicas con los alemanes (no se señala a Croacia como vanguardia del fascismo en la región) y se centre en el relato antifascista permite por un lado cerrar la posibilidad de venganza étnica por la vía de ideologías enfrentadas; el otro marco, que sí muestra, es el que permite contener las tensiones étnicas y religiosas, agrupar en torno a un set de nuevos parámetros y además posicionarse en un escenario geopolítico realmente complejo: el socialismo durante la Guerra Fría. A la vez que enfatiza el origen intelectual  y vital del socialismo de Tito, y el carácter innegablemente popular de los partisanos que combatieron el fascismo, se insiste claramente en la crítica al modelo soviético, esta vez sí haciendo uso de conceptos típicos del nacionalismo como la defensa de la soberanía.


Después de dejar claro eso, el documental muestra los dos pilares sobre los que quiere deliberadamente construir la legitimidad del nuevo régimen encarnado en Tito. Primero, y en clave interna que, a su vez, sirve de pilar para justificar la segunda, que es la geopolítica, el documental habla de la reconstrucción del país. Como también pasó en otros países arrasados por el conflicto, la reconstrucción social se articuló en base a la reconstrucción física, política y económica de lo destruido por la guerra. Guiados por Tito y sus, según el documental, brillantes cualidades organizativas y de liderazgo, son los ciudadanos y ciudadanas de yugoslavia los que reconstruyen el país; los granjeros sus granjas, los obreros sus fábricas y tal, coordinados por el estado. Esto, a su vez, se refleja en la constitución de las bases productivas de la nueva Yugoslavia; una versión del socialismo menos ligada al control estatal de los medios de producción y más centrado en ponerlos en manos de sus trabajadores, reunidos en cooperativas. Es un relato redondo: si los yugoslavos y yugoslavas reconstruyeron el país, esos mismos ciudadanos se encargarán de gestionar el funcionamiento de las nuevas industrias.

Una vez puesta en marcha la nueva Yugoslavia, el documental pasa a ensalzar el plano geopolítico de Tito. Y, por mucha propaganda que se le aplique, lo cierto es que es remarcable cómo el líder de un país con una nula relevancia en política internacional hasta (y desde) entonces consiguió un lugar tan destacado en el juego geopolítico a base de usar su posición intermedia entre la tensión de los dos bloques de la Guerra Fría. Obviamente el documental no menciona la parte del pastel plan Marshall que recibió yugoslavia de manos americanas, pero tampoco cuenta las tensiones cuasi bélicas con Stalin a finales de los 40. Esta parte final se centra, casi de forma hagiográfica, en los homenajes internacionales recibidos por Tito a lo largo de su vida, y remarca sus virtudes personales, además de hablar durante un rato de su afición a la fotografía. El documental termina como empieza; planos aéreos de miles de yugoslavos a lo largo de las vías de tren que transportaban el cuerpo de su líder, y un entierro al que asistieron representantes de prácticamente todos los países del mundo.


Salgo del cine con la cabeza a tope, pero con la sensación de entender un poco más el régimen yugoslavo. ya fuera del edificio principal, camino a los almacenes donde está toda la memorablia. Se mezclan, por un lado, objetos históricos de la resistencia partisana y la formación del estado yugoslavo, tales como material militar, banderas, carteles, e incluso el micrófono que amplificó los discursos de la asamblea constituyente. Por otro lado están los regalos recibidos por Tito a lo largo de su vida, tanto del interior como del exterior. Mientras estos últimos son más "previsibles" para que lo es la diplomacia internacional (que no se ha cortado nunca a la hora de usar patrimonio nacional como herramienta) los curiosos son los, digamos, internos. Casi todos estos están basados en el asociacionismo, y tienen que ver con las propias actividades de las cooperativas en cuestión; así, hay varias cajas con diferentes minerales regalados por diferentes cooperativas mineras; electrodomésticos, como radios, televisiones y tocadiscos, regalados por los fabricantes en cuestión... También colecciones de bastones de mando, realizados por asociaciones deportivas o naturalistas y recibidos año tras año como premios. Siendo todo una cosa increíblemente hortera, permite obtener una visión más o menos global de lo que era el Estado Yugoslavo, tanto por comparecencia como por omisión. Da para un rato largo de sumergirse en curiosidades, en todos los campos: cartelería, mobiliario, historia industrial... Las partes más divertidas, a mi juicio, lucen por combinación: hay un estante donde se mezclan varios reconocimientos a Tito; pues bien, apenas separadas unos centímetros hay tanto una Llave de la ciudad de Los Ángeles como una medalla al mérito de la URRS.



el micro indepe, flanqueado por las banderas de las repúblicas yugoslavas, todas muy diferentes entre ellas.


Radios y tele regaladas a Tito por las cooperativas que las fabricaban.


Radio especialmente chula, igual regalada por cooperativistas.


La tumba de Tito.


El Mariscal universal, salvo que uno sea muy jevi.


Propaganda hipster.


Vistas desde el museo.


Al final se me ha pasado la tarde viendo las diferentes partes del complejo. Decido tomar café en una terraza que parece haber paseo abajo; desde aquí se oye su música super alta. El café me sienta genial y no tardo mucho en ponerme en movimiento. Esta vez voy a ahorrarme el paseo por el parque cogiendo otro autobús diferente, pero que igual me acaba dejando detrás de la plaza de la República. Ya de noche, la plaza y las calles adyacentes están llenas de gente paseando y disfrutando del fresco que parece soplar desde el río.  Soy una persona muy obsesiva con las cosas que me gustan, así que decido ir a cenar cevapi a un sitio que conozco de la otra vez, a unos 20 minutos a pie de donde estoy. Se llama Sarajevo, y es posiblemente lo más parecido a comer allí sin estar allí. El restaurante sigue en su sitio, aunque han renovado el local y no lo reconozco a la primera. Tomo el último Cevapi del viaje mientras intento hacer memoria de la otra vez que estuve aquí. Si mal no recuerdo, fue en 2013, la noche que se jugaba la supercopa de Europa entre el Chelsea del segundo Mou y un Bayern que acababa de fichar a Guardiola y parecía dispuesto a pasarse el fútbol europeo sin sudar. Lo que cambian las cosas en apenas cuatro años. Mejor que no haya pelota rodando, porque estoy cansado y el cuerpo no me da para mucho más que terminar de cenar, pasear de vuelta al autobús y arrastrarme por la ya mítica avenida de los perros abandonados hacia la furgo. Otro día largo en Belgrado, otro más en que la ciudad me fascina.


Día 39 / Lunes 29 de Agosto                      Jagodina





Como estos días atrás, el sol finales de Agosto me hace la función de despertador de mierda. Aguanto lo mínimo para hacer café, asearme, pagar y salir corriendo de allí. Al menos la chica de la tienda de muebles me ha regalado un catálogo con cámpings repartidos por el país; no recuerdo así a bote pronto, pero creo que había siete u ocho.  Veo que hay uno en Jagodina, una ciudad que me pilla de paso camino de la frontera con Bulgaria. Me parece un objetivo razonable llegar hasta allí. Como no está lejos y es insultantemente temprano para una persona insomne, decido que voy a usar la mañana para visitar Novi Beograd, la zona nueva de arquitectura socialista al otro lado del río. Me pierdo un poco al salir del centro de Belgrado con la furgo, pero pronto estoy cruzando el río y buscando aparcamiento cerca de la orilla. No resulta difícil, y camino sin prisa hasta uno de los pequeños barcos-café que flotan sobre el agua. Me meto en uno aleatorio y acabo pasando allí la mañana entera, disfrutando del sol y del bamboleo del agua. Es un lugar precioso y muy tranquilo: decido que si alguna vez vuelvo a Belgrado en furgo buscaré un FP por esta zona y tomaré el tranvía hasta el centro. Infinitamente mejor que el sitio de mierda donde he estado estas noches. Me da la hora de comer y me siento en un restaurante como de familias domingueras, típico que puedes encontrar en la plaza del pueblo o en la casa de campo. Como increíble y hago la digestión con otro café en el río. Cuando dan las 3 me pongo en movimiento y salgo de Belgrado definitivamente; ha sido un placer, inesperado además, revisitar la ciudad, pero me espera el primero país desconocido para mí del viaje: Bulgaria. El objetivo es avanzar por autopista hacia el Sur, pasar noche en el camping de Jagodina (llevo sin ducharme en condiciones desde Sarajevo) y llegar a dormir a Nis, última ciudad de mi plan serbio. Me pongo a ello, y es hoy cuando veo el mítico cartel de tráfico: "somebody loves you, drive safe"


Resulta ser un día de conducir poco remarcable. Los Serbios siguen conduciendo en general como locos, hay algunos realmente camicaces con sus coches de gran cilindrada, pero la autopista es muy buena y el trayecto pasa volando. Se nota que he dejado atrás las montañas y he pasado a la planicie de Tracia; seguramente el paisaje es menos arrebatador, pero la conducción resulta más descansada. Con mis ya míticas paradas largas, me aproximo a la altura de Jagodina cuando se está ocultando el sol. Paro en la entrada del pueblo para meter las coordenadas del camping en el GPS, pero no lo encuentra. Decido meterme un poco al pueblo en busca de algún cartel indicativo. Tras un par de vueltas infructuosas, paro en una calle residencial en la que veo gente paseando, pongo el warning, me bajo y decido preguntar a la primera persona que vea. Pasa un tipo de unos 50 años, grandote y rapado, con dos bolsas de basura camino del cubo. Le saludo, le pregunto y me contesta con un buen inglés. Me da indicaciones, pero es un camino bastante complicado; el camping está en lo alto del pueblo y hay que ir por una pista de tierra. Después de explicármelo tres veces y viendo que no se me quita la cara de tonto, el señor me pregunta "where is is your car?" Le señalo la furgo, aparcada con su warning unos 50 metros abajo. Me dice que dé la vuelta a la furgo y que espere un poco; cuando vea salir una scooter de la casa tengo que seguirla, ya que es mi nuevo amigo, que ha decidido que prefiere llevarme que intentar seguir explicándome cómo ir infructuosamente. Eso hago, y tres minutos después aparece el señor con su moto. Sin más problemas llegamos hasta el camping, cuyo acceso es realmente demencial si no te lo conoces. No contento con eso, el señor me hace el check in, ya que la señora que atiende apenas habla inglés. Hecho todo decido invitarle a una birra, y allí nos quedamos como una horita de charleta. Resulta ser muy muy majo el señor, y se pasa el tiempo volando. Antes de irse me pregunta si tengo prisa mañana para irme, y le contesto que no. Me propone quedar a las 12 en el camping y comer en un restaurante de comida regional que está cerquita. En eso quedamos, y sin más me voy a la furgoneta a cenar. Cocino a oscuras y no tardo en meterme en la cama.


El camping ttiene pocas luces


Día 40 / Martes 30 de Agosto           Niš




Despierto menos forzado por el calor que estos días atrás, aunque igual antes de lo que me habría gustado. Pese a eso, el camping es mucho más bonito por la mañana, y estoy prácticamente solo. Desayuno sin prisa en la parcela, leo prensa y cuando se acercan las 12 me doy una ducha. El señor de ayer llega puntual con su moto, en la que me subo para ir al restaurante, que está de hecho al lado. La verdad es que en casi cualquier otra circunstancia jamás me subiría a una moto sin ponerme casco, pero en este caso son literalmente 6 minutos camino abajo, un rato agradable dado el día radiante.



El camping de día


El desayuno

El restaurante tiene aún mejores vistas que el camping, está en la misma colina que domina la ciudad pero tiene vistas directas a esta. Es una especie de casa de campo con un jardín precioso. Todo con un rollo muy étnico tradicional. Hay varias mesas ocupadas, y nos sentamos en la terraza para disfrutar de las vistas. Pido una copa de vino, y mi amigo una cerveza. De la comida se encarga él, y resulta ser todo un acierto. Además de los varios tipos de pan con una increíble mantequilla salada, pide carne estofada y un plato tradicional parecido a la polenta o a las gachas. En serbia se fuma en todos lados, así que la sobremesa es igual de agradable. Me cuenta un poco sobre él; tiene cincuentaytantos, casado con dos hijos. La mayor lleva unos años en Belgrado, pero el pequeño se acaba de ir. Da la sensación de que se aburre sin su hijo por allí. Trabaja en el peaje de la autopista por la que he venido. Está bastante orgulloso de Jagodina, de donde es originalmente, aunque entiende que es un sitio pequeño y que los jóvenes se piren a Belgrado. Nada todos los días en la tremenda y moderna piscina municipal descubierta que se ve en el centro desde aquí. Le gusta mucho el deporte, y disfruta sobre todo con los éxitos del tenista Djokovic. Jagodina tiene un club de fútbol, cuya cancha también se ve desde aquí, pero no está a nivel de competir con los grandes de la capital, los míticos Estrella Roja y Partizan. Es un señor muy agradable, y la verdad es que gozo sobremanera la comida y la sobremesa. Al pedir la cuenta tenemos la típica discusión de quién paga, nos queremos invitar mutuamente hasta que decidimos, camarero presente, pagar a medias para quedar los dos contentos. Esa onda. Tras hacer un par de fotos al sitio, que es realmente chulo, tomamos la moto de regreso al camping. Allí nos despedimos cambiando contacto en redes sociales y esperando volver a vernos. Al quedarme solo, me doy cuenta de la situación extraña que he vivido, pero me encanta que me haya pasado algo así, tan aleatorio como agradable. Pienso que la gente, en general y así en el trato individual empático, mola un montón.



Turismo cultural 2


Con mi nuevo colega.


Con esas, y tras ducharme y pagar, salgo del camping camino de la autopista. No me cuesta desandar el camino, y conduzco durante unas horas sin más novedad que el pasar de capítulos del podcast y los repostajes. Llego a Niç sin más novedad, aún hay un poco de luz y creo que podré encontrar un sitio donde pernoctar antes de que se haga de noche. No hay nada en Internet ni en el GPS, pero parece una ciudad bastante poco densa y con mucho sitio para aparcar. Paro a preguntar en una gasolinera a las afueras. Son dos chicos jóvenes que discuten entre ellos dónde podría dormir yo tranquilo, seguro, gratis y cerca del centro. En eso están cuando interviene el señor que ha pagado antes que yo, un tipo sesentón con aspecto de agricultor. Los chavales me dicen que siga al señor, que me va a llevar a un sitio fetén. Así que alegría, otro señor que aleatoriamente decide  ayudarme sin conocerme de nada. Se mete en su tremendamente molón Yugo a GLP y yo le sigo. En 5 minutos estamos a la orilla del río, en la entrada de un parking gigante a los pies de la muralla de la ciudadela otomana. Se puede aparcar en el aparcamiento, que es barato aunque no está vigilado de noche, o directamente enfrente, en la acera del río. Hay una Autocaravana allí con una pareja entrando y saliendo, así que me animo a probar en la calle. El señor no habla una palabra de inglés, pero con gestos le doy a entender que voy a aparcar en la acera. Me levanta el pulgar y sonríe. Le digo thank you un montón de veces y, sonriendo, le doy la mano y me despido. Me parece realmente increíble la suerte que estoy teniendo con serbios aleatorios.

Aparco y hablo con la pareja de la autocaravana, unos abueletes holandeses muy majos que llevan un par de noches allí y se van en un rato. Les gusta conducir de noche.  Me dicen que han dormido genial y me indican la dirección del centro, que es básicamente caminar unos 500 metros río abajo hasta el puente que está frente a la entrada de la ciudadela otomana. Descanso un rato en la furgo, me informo un poco de la ciudad por internet y, después de asearme y cambiarme, salgo a dar una vuelta. En tres minutos llego al puente, que da a una plaza grande de la que salen varias calles peatonales con terrazas. Está todo lleno de tiendas de ropa y comida. Hay mucha gente y bastante buen ambiente, se nota que los locales tienen ganas de aprovechar los últimos coletazos de verano y buen tiempo. Saco dinero en un cajero de la plaza, y después de pasear durante un rato largo me siento en un banco a cenar un par de porciones de pizza. Hay muy poco extranjero, pero muchísima gente por la calle, una animación callejera que resulta medio extraña estando tan lejos del Mediterráneo. Paseo otro poco, y decido sentarme en una terraza a beber un par de vinos; al fin y al cabo ya no tengo que conducir y llevo encima el libro electrónico.


Al rato camino de vuelta a la furgo y veo que hay mucha gente joven sentada en las gradas a la otra orilla del río. La furgoneta está muy tranquila, apenas se escuchan ruidos del otro lado del río y sigue haciendo una noche increíble. No me apetece ir a dormir aún, y viendo la tranquilidad reinante, decido ponerme otro vino, sacar la guitarra y tocar un rato sentado en la barbacana del río. En el tiempo que estoy apenas pasan un par de chavales de vuelta a sus casas, mirando un poco así pero imagino que por el hecho de ver a un tío tocando la guitarra él solo con un vaso de vino a las dos de la mañana. Todo genial, así que al rato guardo los bártulos y me acuesto notando todo el peso de mi cuerpo.


Día 41 / Miércoles 31 de Agosto           Niš


Despierto en paralelo a como me acosté, tarde. Decido desayunar en la furgo dado el paseo hasta el centro, pero al salir para dar una ojeada veo que enfrente, junto al parking, hay una especie de complejo con bastantes coches aparcados. Entro después de asearme un poco, y resulta ser una especie de club de tenis combinado con restaurante étnico como el del otro día. Hay varios niños recibiendo clases en las pistas, y un par de familias medio almorzando. Hay varios salones cubiertos, terraza y mesas directamente a ras; me siento en una de estas, con su mantelería de cuadros rojos y blancos.






No tengo muy claro qué se ve en esta ciudad. Mi única razón para parar aquí, además de estar de paso, es que supuestamente aquí, en la antigua Naissus, nació a finales del Siglo III Flavio Valerio Aurelio Constantino, más conocido como Constantino. Ya que el punto álgido del viaje es visitar la ciudad que durante tantos siglos llevó su nombre. Primero investigo el sitio arqueológico en cuestión, y la verdad es que no tiene aspecto de ser especialmente llamativo. Además, está saliendo del pueblo. Decido abrir la aplicación del móvil de conocer gente y al poco rato doy con dos chicas, hermanas, que me proponen quedar en la plaza de ayer para enseñarme un poco la ciudad.


Nos encontramos fácilmente y conectamos enseguida. Son dos hermanas ¡gemelas! muy majas encantadas de tener un guiri al que entretener un rato. Son bastante punkis y pasan el rato quejándose de lo poco que mola su ciudad y la nada que supone vivir allí, pero mi impresión es diferente a medida que avanza nuestro paseo. Me llevan a ver el interior de la fortaleza, con un par de mezquitas históricas y un bonito parque donde nos sentamos un rato. Luego volvemos a cruzar el río en busca de algo para comer. Acabamos sentados en un sitio de hamburguesas cercano a varios edificios oficiales de corte racionalista.

Después de un café, me proponen ir a ver la cosa más curiosa que hay en la ciudad, y cuya existencia desconocía: la Ćele-kula o Torre de las Calaveras. Es, literalmente, una torre de 3 metros hecha con un total de 952 calaveras. Fue mandada construir a principios del Siglo XIX por el pashá turco Hursid usando los cadáveres de un tal Stevan Sindelic y su batallón de proto-nacionalistas serbios. Tremendo statement político. Me imagino a más de un miembro del actual gobierno de España soñando con hacer algo parecido allá por el Norte y el Noreste. Tela marinera.


La torre está en las afueras, así que volvemos a la furgo y conducimos hasta allí. Llegamos rápido y fácilmente, como madrileño me parece que podríamos haber caminado perfectamente, entrando en el rango de "a 10 minutos andando". En cualquier caso aparcamos enfrente in problema. En la actualidad la torre está dentro de una pequeña capilla que honra a los antiguos dueños de las calaveras como héroes y mártires. Cobran entrada por verla, y no hay nadie en la taquilla. Probamos a abrir la puerta de la capilla, pero está cerrada. Una de las chicas se va por ahí a preguntar mientras intentamos ver la torre desde las ventanas exteriores. Algo se aprecia, y la verdad es que da un a impresión tremenda. Me crea, de hecho, un desasosiego bastante desagradable. Me parece demencial el concepto de nacionalismo, y ver sus consecuencias tan abiertamente tiene mucho de trágico. Sobre todo en clave de este viaje: será el mismo nacionalismo serbio de estos "mártires" el que provoque todas las barbaridades que vi en Bosnia hace bien poco.  Por esta razón casi me alegro cuando mi nueva amiga regresa y nos dice que aquello está cerrado sin visos de ir a abrir. Así que fumamos un cigarro y nos despedimos. Resulta que mañana es su cumpleaños, y lo celebran esta noche con sus amigos, juntándose a tomar algo en la orilla del río. Me invitan a unirme más tarde, y en eso quedamos. Se van a su casa y yo regreso mi furgoperfecto.
Después de un rato de relax preparo la cena. Luego me aseo, me cambio y me encamino al centro a comprar mi bebida. Al rato me encuentro con todo el grupo, y resulta ser gente muy maja. Paso unas horas increíbles integrado en ese grupo de amigos, contento por el buen trato y fascinado por la situación. Hace una noche estupenda y mañana nadie madruga, así que al final vuelvo a la furgo cuando no queda mucho para que amanezca.







Kenar

Si tan "AnchaEsCastilla"  ;) supongo que no habrá problema sitio, así que me quedo por aquí para ir leyendo esta crónica que apunta a muuuuuy interesante.

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Estupendo narrador. Madrugo y en primera fila me siento, pues  no se que me da , que la sala pronto se va a llenar.

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